Bible se dejó caer sobre la cama, exhalando un suspiro de desesperación que por poco le deja sin aliento. Estaba muy enfadado con sus padres; jamás les perdonaría aquello, desde luego. Pasar las Navidades en casa de unos desconocidos era el peor castigo del mundo. No es que a Bible le importase la Navidad —más bien la detestaba—, pero sí odiaba conocer gente nueva, especialmente si de buenas a primeras ya se comportaban como marcianos. Supuso que serían las vacaciones más aburridas de su vida y que, en caso remoto, la única diversión que encontraría sería molestar al chico alcornoque, Build que parecía recién salido de un basurero con aquella ropa desarreglada.
Se incorporó de súbito cuando oyó unos pasos que se acercaban a su habitación.
—¡Bible, cariño! ¿Cómo va todo?
Era Hexian -señora de la casa y mujer más pesada sobre la faz de la tierra-.
El joven tosió para aclararse la garganta.
—¡Bien! ¡Genial! —mintió descaradamente—. ¡Gracias!
—¿Quieres que te ayude a deshacer las maletas?
Bible pensó, en principio, que se trataba de una broma. Pero tras un incómodo silencio que no fue acompañado por risitas de ningún tipo, comprendió que estaba equivocado y con horror se precipitó hacia la puerta y se apoyó en ella a modo de refuerzo.
—No hace falta, señora Hexian, de verdad.
«Se lo juro bajo pacto de sangre si es necesario», añadió mentalmente. Y se mordió el labio inferior para no hablar de más.
—¡Vale, baja cuando termines, cielo! —se despidió Hexian excesivamente alto.
Bible se pasó una mano por la frente y se echó hacia atrás algunos mechones obscuros sin demasiado interés. Observó que había dejado la puerta del armario entreabierta y la cerró cuidadosamente, estudiando con atención que la madera encajase sin desviarse ni un centímetro. Era sumamente detallista. Y maniático. A lo largo de su vida había ido acumulando manías que, con el paso del tiempo, se terminaron adueñando de su día a día sin que apenas se diese cuenta. A Bible le gustaba ser así. Odiaba los números impares, así que casi siempre intentaba que todo fuera múltiplo de dos o de cuatro. Le repugnaba la carne, era vegetariano. Bible detestaba los espejos que estaban totalmente limpios, necesitaba encontrar restos de agua en ellos o alguna mancha imperceptible para el resto de los humanos. Tampoco le gustaban los cuadros que tenían el marco de color escarlata y jamás dejaba que su barba creciese durante más de veinticuatro horas. Dormía con la ventana abierta y se tapaba con la colcha hasta cubrirse las orejas. Además, se lavaba las manos constantemente y cuidaba al detalle su higiene diaria, llegando a convertirse en alguien un tanto hipocondríaco.
Tras veinte minutos de paz, alguien llamó a su puerta.
—¿Idiota? —preguntó una voz suave que al parecer se dirigía a él—. Espero que estés listo, es hora de comer.
Bible suspiró tras escuchar a Build al otro lado de la puerta. No contestó. Finalmente abrió despacio la puerta, ligeramente asustado por lo que pudiese encontrar en el interior.
—¿No me has oído? —dijo al verlo tumbado plácidamente.
—¿Oír qué?
—Te estaba llamando.
—Ah, perdona. —Bostezó descaradamente y estiró los brazos—. Lo único que he oído es que decías la palabra «idiota» y he supuesto que te estarías refiriendo a tu padre.
Build permaneció un instante con la boca entreabierta, incapaz de aceptar lo que acaba de oír.
—Pero ¿tú de qué vas?
Bible se incorporó perezosamente en la cama y movió el cuello de un lado al otro, intentando calmar el dolor de hombros tras el incómodo viaje en avión.
—Entonces, ¿me espera una suculenta comida? —preguntó sonriente—. Por cierto, se me ha olvidado mencionar que soy vegetariano.
Build rió antes de salir a toda prisa de la habitación y bajar corriendo las escaleras en dirección al salón principal. Bible bufó, preguntándose qué demonios le haría tanta gracia a aquel niño malcriado.
Finalmente, despidiéndose de la efímera calma, se dispuso a entrar en el comedor, donde, por desgracia, le esperaba toda la familia al completo.
Estuvo a punto de gritar cuando tuvo ante sí la silueta del hermano, Jian. Si el parecía recién sacado de un basurero, este acababa de regresar de la guerra. Tenía el pelo corto, y su cabello parecía como no haberse bañado nunca entre sí que combinaban en estilo con una gastada camiseta gris hecha trizas. Bible se acercó dando pasos cortos, temiendo que aquel hippioso le contagiase piojos o algo parecido.
—¿Qué tal? —le dijo este.
Bible se limpió en los pantalones la mano que Jian acababa de estrecharle y se sentó en la silla que quedaba libre.
—Bi... bien —balbució, sin dejar de mirarle. Sus sucio cabello eran extrañamente hipnotizador.
Aún estaba conmocionado, no lograba aceptar la descabellada idea de tener que pasar un mes conviviendo con aquel neandertal, cuando la voz de Hexian se alzó más de lo normal para dirigirse a él.
—¿La parte de la pechuga o el ala?
—¿Qué?
Arqueó una ceja, sin comprender.
Entonces bajó la mirada y descubrió el enorme pollo al horno que reposaba sobre una bandeja en el centro de la mesa. Al lado, la señora le miraba fijamente a la espera de una respuesta, con un enorme cuchillo en la mano, preparada para cortarle el trozo correspondiente. Tuvo ganas de vomitar. Build rió por lo bajo y le miró al tiempo que mordía un enorme trozo de carne, cogiendo el pringoso muslo con descaro.
—Nada, por favor —respondió.
—¿Es que no te gusta el pollo, cariño?
—Yo... no como carne —logró decir.
Ambos hermanos rieron al unísono, cosa que molestó al muchacho.
Hexian les dirigió una mirada de reproche ante la que ellos agacharon rápidamente la cabeza y metieron las narices en sus respectivos platos aún con una leve sonrisa surcándoles los labios.
—Tranquilo, no pasa nada —le dijo, y le revolvió el pelo, haciendo gala de aquella confianza que él no le había dado—. Ahora mismo te preparo otra cosa —añadió antes de dirigirse decidida hacia la cocina.