—Es el fin…
—Pero ¿qué dices?
—No pienso salir ahí fuera.
—Hazlo o te piso.
—¿Y? Estos no son mis zapatos italianos, sino los del gordo ese.
Build se cruzó de brazos y enarcó las cejas. Reprimió una sonora carcajada tras mirar nuevamente a Bible de arriba abajo. Una pesada cortina de color azul marino les separaba del público, que, anclado en aquel centro comercial, esperaba anhelante el espectáculo asiendo con fuerza las manos de sus hijos.
—No te burles del sobrepeso de Papá Noel —le reprochó Build—, o al menos intenta no hacerlo delante de los nanos.
—¿Nanos? ¡Ni siquiera sabes hablar! Son niños. Niños popeados, niños meados, niños llenos de mocos verdes…
—Como no salgas al escenario de una vez por todas, comenzarán a pensar que no somos trigo limpio y llamarán a seguridad.
—Bien. —Bible paseó sus dedos por la larga barba blanca postiza que surcaba su rostro aniñado—. Pero antes prométeme que no te separarás de mí pase lo que pase.
—Tranquilo, pienso convertirme en tu sombra.
Bible suspiró y arqueó los hombros en un vano intento de relajarse.
—Creo que esta es la situación más escalofriante por la que he tenido que pasar. —Se llevó las manos a la cabeza y retorció entre sus dedos algunos de los negros mechones que caían alborotados por su frente.
—Basta de cháchara. Mi paciencia tiene un límite, y da la casualidad de que acabo de toparme con él.
Build cogió aire y, sin pensárselo demasiado, descorrió la cortina azul. La sangre abandonó al instante el rostro de Bible, dándole un tono aún más pálido a su piel; sintió que le temblaban las piernas y reaccionó a tiempo dedicándole a Build una mirada asesina.
Frente a ellos se extendía una cola infinita de padres agitados acompañados de sus inseparables vástagos. Bible hizo un último esfuerzo, procurando no desfallecer. Build, satisfecho por el mal trago que estaba pasando el inglés, sonrió ampliamente antes de darle un empujoncito para sentarlo en el trono de Papá Noel.
—Mira, la silla te va como anillo al dedo —le susurró al oído, acariciando el recargado pasamanos de brillante color dorado y adornado con falsas gemas rojizas.
—Dime que todos esos pequeños diablos no se van a sentar sobre mis rodillas… ¿Es que quieres que me quede cojo?
—Calla, ahora tienes que fingir. ¡Vamos, sonríe!
Bible curvó los labios hacia arriba un centímetro en un amago de sonrisa. Tragó saliva despacio, sintiendo cómo un fuerte nudo le presionaba la garganta y le impedía respirar con normalidad. Al otro lado, el hombre que le había metido en aquel percal daba comienzo al espectáculo por el micrófono. Apenas tuvo tiempo de serenarse cuando, consternado, observó cómo un niño pelirrojo, de unos dos años, se acercaba decidido hacia él subiendo poco a poco los tres escalones de la tarima principal.
—Qué niño más lento —le susurró Bible a Build—. Papá Noel morirá de viejo antes de que llegue.
—Chissst… —Build se volvió hacia el pequeño y lo cogió en brazos—. Hola, ¿cómo te llamas? Soy el ayudante de Papá Noel. Venga, dile qué es lo que quieres que te traiga por Navidad.
Y, sin demasiados miramientos, lo dejó caer sobre las temblorosas rodillas de Bible. Este pareció sufrir un pequeño espasmo antes de recuperar el control. Sus ojos obscuros se dirigieron ávidos hacia la nariz del niño, donde distinguieron mocos secos.
—Build, busca un pañuelo.
—Pa… Papá Noel… —gimoteó el pequeño, que rebosaba de emoción.
—Sí, así me llaman.
—¿Y los renos?
—Pastando.
Build había desaparecido en busca del pañuelo y ahora se encontraba solo en aquel infierno. Cientos de niños le miraban anhelantes desde abajo, acompañados de sus curiosos padres. Tomó una enorme bocanada de aire y posó una mano en el cuello de la camisa del niño pelirrojo, procurando no mantener ningún contacto directo con su piel, pero alerta por si el muy patoso terminaba cayendo al suelo.
—Bueno, pequeña zanahoria, ¿qué quieres que te traiga Papá Noel?
—Una moto.
—¿Eh…? ¡Y parecía tonto el mocoso!
Abrió los ojos de par en par y se asustó cuando alguien le dio un codazo. Era Build, que ahora le limpiaba los mocos al niño. Los ojos de ambos jóvenes se encontraron. La mirada de Bible destilaba sufrimiento y la de Build diversión.
—No puedo traerte una moto. —Agitó un dedo frente al niño—. La ley no te permite conducirlas hasta que no cumplas los catorce, ¡por lo menos!
—Pero y… yo quiero una m… moto —gimoteó.
—¿No te puedes conformar con un pulgoso peluche?
—¡MAMÁÁÁ!
Bible dio un respingo en su trono. El grito del niño le había dejado casi sordo; este había empezado a patalear (sobre y contra sus rodillas) mientras sacudía frenético las manos. A lo lejos, Bible distinguió cómo una preocupada madre daba algunos codazos intentando llegar hasta el niño.
Build se inclinó hacia ellos.
—Tranquilo, era una broma de Papá Noel, ¡claro que te traerá una moto! ¡La más bonita que tenga!
El pelirrojo dejó de llorar al instante.
—Así que fingías, ¿eh? —Bible le apuntó con un dedo acusador.
—Bueno, es hora de que pase el siguiente o no terminaremos nunca —atajó Build, que devolvió el niño pelirrojo a su madre y dejó sobre las rodillas de Bible a una pequeña que agitaba feliz dos graciosas coletas rubias.
Bible le dirigió una fría mirada al realizador de aquel espectáculo, aquel hombre con coleta que hablaba sin cesar por un extraño teléfono ultramoderno en un rincón.
—¡Con más gracia, muchacho, más gracia! —le indicó en un rasposo susurro.
—Jou, jou, jou… —musitó Bible del modo más seco que pudo. La niña le ignoró descaradamente y se sentó en sus rodillas—. Hola, pequeña niña con coletas, ¿qué quieres que te traiga este año Papá Noel?
La niña sacudió la cabeza e inspeccionó detalladamente a Bible, como si este estuviera pasando un duro examen de aceptación.