Bible se mantuvo atento a la película y opinó descaradamente en algunos momentos cruciales. Cuando terminó, casi una hora después, Build apagó el televisor y se recostó en el sofá.
—Bueno, ¿qué te ha parecido la película?
—¿Quieres que te responda punto por punto? —Suspiró—. Uno: los escenarios son pobres y repetitivos. Dos: ¿a esa diminuta mansión blanca la llaman palacio?, ¡por Dios! Tres: ¿las alfombras voladoras existen? Cuatro: si yo hubiese sido Jazmín habría ordenado a mis espías que investigasen a Aladdín.
Build negó con la cabeza, esforzándose por no reír.
—¿Por qué te identificas con la princesa? Tendría que ser al revés: deberías identificarte con Aladdín.
—Pero ¿qué dices? Yo no soy un pobretón, ni robo un mendrugo de pan, ni tampoco llevo un mono pulgoso a la espalda, del que ni siquiera se sabe en qué idioma habla. —Agitó las manos con gesto señorial—. Antes me comparo con el sultán gordo, que, por cierto, un poco de ejercicio no le vendría nada mal.
—No tienes remedio —bufó Build.
—Gracias.
Pasaron unos instantes tumbados en el sofá y sumidos en un profundo silencio. Build había comenzado a sentir cierta curiosidad por Bible. En realidad, deseaba conocer un poco más sobre su vida en Londres, sobre él en general. Notaba que, con el paso de los días, la confianza entre ellos —a pesar de estar repleta de odio— iba asentando sus bases. Quizá se estaba acostumbrando a eso de tener al lado a un enfermo mental.
—Bible, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Eh… NO.
—¿Alguna vez has tenido novia?
—¿Es que no me has oído? Te prohíbo que me preguntes cosas.
—Eso significa que siempre has estado soltero, ¿verdad?
Bible comenzó a ruborizarse lentamente, y sus mofletes se tornaron de un gracioso tono rojizo. Se incorporó en el sofá, sentándose y mirándolo.
—Pues claro que no. Soy el sex symbol del instituto.
—¿De veras? No me lo creo.
—Abre los ojos, mírame fijamente y verás cómo se te despejan las dudas.
Build rió descaradamente. Su ego no tenía límites.
—¿Y con cuántas personas has salido?
—¡Sabía adónde querías llegar, chico picaron! —Le apuntó con un dedo acusador—. No pienso decírtelo. Te quedarás con las ganas de saberlo.
Build se acercó a Bible, rompiendo la normativa de espacio vital individual que ambos habían acordado. Él pareció sentirse intimidado y lo miró con una mezcla de miedo y desconcierto.
—¡Va, Bible! ¡No te hagas el malote! —Le dio un pequeño codazo—. ¡Venga, sex symbol, cuéntame a cuántas fashion victims te has llevado a la cama!
Bible tragó saliva despacio. La desvergüenza de Build le ponía nervioso. Nadie le había preguntado nunca aquello de un modo tan directo. Es más, a decir verdad, jamás se lo habían preguntado de ningún modo. Suspiró y se acercó al oído del otro. No quería darle a entender con sus silencios que no había tenido pareja.
—A… dos —susurró.
Invadió la estancia un incómodo silencio que, poco después, se vio interrumpido por las risas de Build. Le señaló con un dedo y negó con la cabeza, incrédulo.
—¿SOLO DOS?
Bible pestañeó confundido. ¿Cómo que… «solo»?, ¿acaso no eran suficientes? Tenía dieciocho años. Y, ciertamente, después de lo ocurrido con su última novia, había aprendido la lección, y desde entonces evitaba tropezarse con cualquier otra persona. Claro que ese episodio de su vida jamás se lo contaría al idiota de Build.
Un extraño cosquilleo comenzó a ascenderle desde el estómago cuando se preguntó con cuántas personas habría salido Build. Peor aún: lo imaginó en brazos de otro. Cerró los ojos con fuerza, apartando aquellos pensamientos de su mente.
—¿Con cuántos has salido tú? —le preguntó.
—¿Te refieres a los de estar un par de meses, o a los de pasar un buen rato sin compromisos?
—No sé… todos en general… ¿Cuántos?
—¿Te crees que me dedico a contarlos o qué?
Fue como si le tirasen encima un jarro de agua fría. Entonces, el beso que se habían dado en el cuarto de baño aquella noche, con el historial de Build, no debía de haber significado nada para él. Claro que para Bible tampoco, ¡faltaría más! Un beso. Un beso… tonto, estúpido e insignificante. Solo eso. Sonrío falsamente e intentó pensar en algo que pudiese dañarlo, porque en ese momento, sin saber por qué, él también se sentía extrañamente dolido.
—Vaya, así que ¿los jóvenes salidos de la urbanización te conocen como «Build, el chico a domicilio»?
—¿Qué estás insinuando?
Se levantó del sofá y puso los brazos en jarras. Enarcó las cejas.
—Lo que has oído, exactamente. Ni más, ni menos.
—¡No te atrevas a insultarme! ¡Ni siquiera me conoces, Bible!
—Ya, pero tú has dicho que tu lista de tíos es tan larga que ni siquiera puedes llevar la cuenta. —Se encogió de hombros y, muy en el fondo, advirtió la satisfacción que sentía al ver el rostro enojado de Build. Al fin y al cabo, él también estaba enojado.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—En Londres, al tipo de chicos que son como tú, los denominamos «put…».
—¡Cállate!
Build notó que los nervios se apoderaban de él. Aquello no era justo. Se llevó una mano al pecho, tratando calmarse, y procuró no derramar ni una sola lágrima.
—¡Para tu información, yo nunca me he acostado con nadie! —explotó finalmente.
Bible lo miró fijamente y supo que estaba diciendo la verdad. Aturdido, y sintiéndose algo culpable por sus acusaciones, se dio la vuelta en el sofá y evitó toparse con sus ojos. La situación era extraña y se le estaba escapando de las manos.
—Así que ¿eres virgen…? —se atrevió a decir, pasados unos insoportables segundos repletos de tensión.
—Sí. —Build logró relajarse—. ¿Y tú?
Bible alzó la cabeza y sus ojos chocaron con los del otro. Entonces Build adivinó que no le iba a gustar la respuesta y le molestó que un incómodo nudo presionase su garganta.