—Estoy hasta las narices de hacer mariposas de estas —protestó Bible, mientras espolvoreaba con canela algunas de las galletas.
—No son mariposas, son lacitos. —Build le miró serio—. No me digas que nunca los has probado…
—Eso es algo obvio. En mi casa no comemos este mugrero.
—¡Los lacitos no son mugrero!
—Cierto, tienes razón: solo son un cúmulo de grasa bañado en azúcar. Grasa y más grasa, como conclusión —explicó con ademán reflexivo.
—Estás enfermo.
Se encogió de hombros.
—Es complicado mantenerme sano si tengo que verte a todas horas; las pupilas, los tímpanos… todo acaba resintiéndose inevitablemente.
—¡Cállate de una vez! ¡Y deja de echarles canela a los lacitos!
—Solo intentaba ocultar la aceitosa realidad.
Acababan de comenzar a preparar los primeros detalles del cumpleaños de Jian, y Build ya se sentía agotado. Soportar a Bible era peor que moldear y hornear quinientos lacitos con canela. Desde que el inglés había descubierto que acudirían a la celebración todos los amigos de Jian, se había propuesto un reto: conseguir decir más de diez estupideces por minuto que sacasen de quicio a Build. Y, al parecer, lo estaba logrando.
—Bien. Ya está. —Build se apartó el cabello de la frente y se ensució la cara de harina—. Ahora enchufa el horno.
—¿Cómo se hace eso, señor… Casper?
—¿Casper?
—Te has manchado de harina, parece que acabas de disfrazarte de fantasma para ir a un carnaval —Enarcó las cejas—, aunque… por otra parte…
—Da igual, mejor no añadas nada más. —Build le dio un empujón al pasar por su lado y encendió el horno.
—Como decía, por otra parte… la suciedad actúa como barrera impidiéndome ver tu cara. Y supongo que eso es bueno.
Build bufó, esparciendo aún más el desastre desatado en la cocina, y se cruzó de brazos.
—No podías mantener la boca cerrada, ¿verdad?
—Exacto. Es uno de mis dones: siempre tengo algo que decir. Soy un chico listo.
—No sé qué concepto tienes tú de lo que significa realmente ser «un chico listo», cualquiera diría que estás como una regadera, en el caso más optimista.
—¿Como una regadera? Perdona, pero no he entendido la metáfora.
—No importa, ni siquiera quiero que la entiendas —farfulló Build bruscamente.
Se quitó el delantal y lo dejó sobre la encimera de la cocina. Por una parte, Bible tenía razón. Tras la elaboración de los famosos lacitos, Build estaba sucio, despeinado, cansado y asqueado, mientras que Bible parecía recién salido de la ducha. Misteriosamente, ni siquiera llevaba restos de masa o harina entre sus perfectas uñas. Estos fenómenos inexplicables hacían que se sintiera en desventaja.
—Bueno, ahora, si no es mucha molestia, creo que subiré a mi habitación y dormiré un poco… —anunció él, y bostezó con disimulo.
—Pero ¿qué dices? ¡Si todavía no hemos preparado nada!
Bible lo miró confundido.
—¿Qué intentas decir, niño? —preguntó, arrugando la nariz; la última palabra sonó áspera y con un deje de hastío.
—Preparar el cumpleaños nos llevará horas, Bible —le informó—. Y no me llames niño, idiota.
—¡Ni lo sueñes! Te dejo a ti el puesto de jornada completa, yo prefiero hacer media jornada y… creo que ya he cumplido con mi trabajo. —Sonrió ampliamente—. Me voy a echar la siesta.
Y salió de allí a grandes zancadas, cerró la puerta de la cocina con brusquedad y dejó a Build sumido en un tenso silencio. El joven respiró profundamente, procurando mantener la calma. Al final, preso de la desesperación, decidió darse una ducha antes de enfrentarse de nuevo a Bible.
Era invierno y hacía muchísimo frío, pero, de todos modos, Build se duchó con agua templada y agradeció los escalofríos que recorrían su espalda haciéndole cosquillas, como si un ejército de diminutas hormigas escalase por su piel. Todavía era capaz de sentir algo. Últimamente las horas se le antojaban más largas y densas de lo normal, y por si aquello no fuese suficientemente malo teniendo en cuenta que estaba de vacaciones, temía estar perdiéndose a sí mismo.
Quizá estaba cambiando por culpa de Bible. Cerró los ojos con fuerza, disfrutando del contacto del agua sobre su piel. No podía dejar de pensar en la última conversación que había mantenido con el inglés. Su voz martillaba con fuerza en su cabeza una vez tras otra, incansable. Imaginaba a Bible tomado de la mano de una chica y sentía una extraña incomodidad al visualizar la imagen que trazaba en su mente. Aquella joven con la que él había estado debía de haber sido perfecta dada la selectividad de Bible. No como él… que al parecer tenía cien mil defectos que Bible odiaba y le recordaba constantemente. Poco a poco, casi sin darse cuenta, comenzó a compararse con la ex novia de Bible, a la que había ido idealizando, dando rienda suelta a su imaginación.
Enfadado consigo mismo, cerró con fuerza el grifo de la ducha antes de salir y cubrirse con un albornoz de color pistacho. El espejo le devolvió la mirada: a decir verdad, tampoco se veía tan feo, y supuso que Bible exageraba al respecto solo para hacerle daño. Era un chico corriente. Cierto que no se arreglaba demasiado, que verdaderamente no le gustaba hacerlo. Prefería invertir ese tiempo en cualquier otra actividad más provechosa. Suspiró profundamente, en realidad no sabía por qué tenía que justificar su estilo de vida; nunca antes se había preocupado por ello y le molestaba hacerlo ahora.
Se vistió con desgano y salió del cuarto de baño más cabreado que nunca. Caminó a grandes zancadas, haciendo chirriar el suelo de madera a su paso hasta su habitación. Cuando entró, encontró a Bible revolviendo la ropa del armario. Los labios de Build formaron una línea recta perfecta, y los apretó tanto que se tornaron blanquecinos.
—¿Se puede saber qué demonios haces en mi cuarto?
—Solo… pasaba por aquí… Te estaba buscando —acabó confesando Bible.