Tanto Jian como Build habían desaparecido de la comida navideña cuando Bible volvió a sentarse a la mesa. Al parecer, ambos se habían refugiado en sus respectivas habitaciones. Bible soportó durante más de una hora ciertos comentarios verdes que le dedicaba la abuela de Build, como «Puedes pasarte por mi casa a visitarme cuando quieras» o «Biblet, tú sí que eres un mozo como Dios manda y no el carcamal este que tengo por esposo». El inglés asintió ante todas sus palabras. Ya no tenía fuerzas para hacer bromas. Se había quedado sin inspiración.
Ahora no solo le odiaba Build, sino también Jian. Miró de lado a la señora Hexian, rogando en silencio que ella todavía no le hubiese dado de lado. Afortunadamente, Hexian le sonrió con cariño, y él se sintió reconfortado bajo el brillo de sus amables ojos.
El señor Jakapan se sirvió un vaso de licor, aprovechando la ocasión navideña y seguramente deseando olvidar su propia vida. Así pues, cuando los familiares de Build se marcharon al fin, Bible lo agradeció con creces. Se disculpó después ante Hexian, indicándole que necesitaba descansar un rato.
Acababa de entrar en su habitación cuando sonó su teléfono. Lo buscó en el bolsillo de la chaqueta colgada tras la puerta, donde se le había olvidado, y contestó:
—¿Cómo está mi pequeña coliflor?
Era su madre. Se sentó en la cama, mareado, e intentó sonreír, aunque sabía que ella no podía verle.
—Bien. —Suspiró—. Feliz Navidad, mamá.
—Igualmente, cariño. —Se oyeron algunas risitas de fondo—. Lo hemos celebrado en el restaurante italiano que tanto te gusta. Aquí ya es de noche, supongo que tú acabarás de comer.
—Sí, hace un rato.
—Aja —musitó—. Bueno, lindura, se pone tu padre al teléfono, que quiere hablar contigo.
Bible notó que su estómago daba un vuelco súbito y se llevó una mano a la barriga. Qué ganas tenía de hablar con su padre. Casi le temblaron las manos cuando escuchó su voz ronca y segura. El señor Sumettikul siempre hablaba con una firmeza arrolladora y era extremadamente persuasivo.
—¿Cómo te va, hijo?
—Digamos que… quizá no sea tan malo como pude pensar al principio. —Bible presionó el teléfono contra su oreja—. ¿Mucho trabajo por ahí?
—Sí, demasiado —contestó—. De todos modos, ya falta poco para que regreses, así que no te preocupes si no lo pasas tan bien como desearías. Tu madre y yo tenemos ganas de verte y de que estés en casa.
Bible parloteó algo más con su padre sobre temas de negocios antes de colgar. Tenía la boca seca. Casi no había pensado en ello, pero acababa de darse cuenta de que le quedaba poco tiempo y de que en apenas unos días volvería a Londres. Lo suyo con Build era imposible. De un modo u otro, siempre estarían separados, ya fuese por sus discusiones, por la diferencia de sus mundos o porque, sencillamente, vivían en dos continentes diferentes.
Se levantó de golpe cuando Build abrió la puerta de la habitación y le miró de arriba abajo con desdén.
—Prepara una mochila con provisiones para dos días —le ordenó.
—¿Qué?
—Nos vamos de acampada.
Bible lo miró como si estuviese loco de remate, pero a Build no le importó. Cerró la puerta de golpe y regresó a su habitación. Tenía la seguridad de que los dos días siguientes serían los peores de su vida.
Todos los años, el grupo de amigos al completo organizaba una acampada por navidad. Bordeaban el bosque de la reserva hasta llegar a un lago que se congelaba en aquellas fiestas y por el cual todos solían resbalar y caer; les divertía deslizarse por el hielo.
Le había preguntado a su madre si podía dejar a Bible en casa, pero ella había respondido a su amable cuestión con un rotundo no. Build no quería imaginar cómo sería convivir con Bible… en plena naturaleza. Ya era duro soportarle entre cuatro paredes.
Build respiró hondo antes de abrir su armario y comenzar a llenar la mochila con todo lo que encontraba mínimamente útil. Distinguió el regalo de Bible al fondo, entre montones de ropa, bien escondido. Sintió ganas de quemarlo, pero se contuvo a tiempo. ¿Cómo podía haberse encariñado de una persona tan sumamente egoísta? Era cierto que tenía algunos toques dulces y tiernos, pero no eran suficientes para equilibrar la inmensa balanza, que terminaba hundiéndose a causa de sus incontables defectos.
Tapó el regalo de Bible con una sudadera y se olvidó de él. Sacó un enorme anorak y toda la ropa de abrigo que pudo. Tres pares de calcetines de lana, una bufanda, guantes, un gorro blanco de nieve, camisetas interiores…
Los tímidos rayos del sol acunaban el despertar del día, semejando oro líquido que se derramaba sobre las agitadas hojas de los árboles. El azul cielo estaba ligeramente adornado con hermosas pinceladas rojizas y anaranjadas que indicaban el final del amanecer. El viento que soplaba era plácido, sutil y delicado…
Numerosos jóvenes se encontraban sentados en la cuneta de una carretera comarcal, al lado del inicio del bosque de la reserva. Habían dejado atrás el terreno cerrado de la urbanización donde vivían. Bible agradeció no haber despertado del todo todavía, así la situación se le antojaba menos dolorosa, puesto que aún no era consciente al cien por cien de lo que estaba ocurriendo.
Apenas a unos metros de distancia, su brother, Charles, lanzaba una pequeña navaja y la clavaba en la corteza del tronco de un árbol. La cogía de nuevo y volvía a lanzarla. De buena mañana, a las seis. A Bible ya casi nada le parecía alarmante. Por otra parte, Jil (la visión de su pelo fucsia empeoraba de buena mañana), Erin, Ninna y la Chica Cabeza Rapada permanecían adormiladas sentadas sobre sus propias mochilas. Build se había alejado de él a propósito y charlaba sin demasiadas ganas con Gorth. Jian se encontraba ocupado escribiendo sobre la tierra seca su propio nombre con un palito de madera; parecía triste.
—Están tardando demasiado —se quejó Ninna.