Baba Yaga | Microrrelato

CAPITULO ÚNICO

Las luces de neón inundaban toda la discoteca. Desde el reservado miraba al resto del local, repleto de gente que parecía disfrutar de la música. De repente, un extraño escalofrío recorrió mi espalda. El vello se me erizó. No sabía por qué, pero percibía algo en el ambiente. Sabía qué era, desde luego. Dejé el vaso sobre la mesa y miré alrededor. No era la primera vez que tenía esa sensación. Ya la había tenido antes. Solo podía significar una cosa: Baba Yaga.

Saqué la pistola del interior de la chaqueta y me levanté. Les hice una señal a mis hombres para que se pusieran en formación.

—Vosotros dos, conmigo —indiqué a dos de ellos.

Salí del reservado seguida por mi guardia personal.

—¿Qué ocurre? —preguntó el más joven.

—Baba Yaga —me limité a responder.

—¿Quién es Baba Yaga? —preguntó el otro.

Me paré para girarme y mirar a ambos. Los observé detenidamente durante un par de segundos. Ambos eran jóvenes, pero no lo demasiado como para ignorar quién era Baba Yaga. Una sonrisa socarrona apareció en mi rostro.

—No sois tan jóvenes como para no saber quién es Baba Yaga.

Se miraron unos segundos y supe que no me quedaba otra opción. Le quité el seguro a la pistola y sin pensarlo dos veces les metí un tiro a cada uno en la cabeza. Sus cuerpos cayeron al suelo completamente rígidos. Me acuclillé a su lado para hacerme con sus armas y munición. Antes de levantarme, les miré a los ojos, los cuales ya no mostraban vida alguna.

—Lo siento, pero si tengo que enfrentarme al puto John Wick necesito a gente preparada.

Me dirigí hacia la sala de control. Al entrar, aparté a los vigilantes que se encontraban sentados en las sillas y miré las cámaras de seguridad. Una sonrisa se formó en mi rostro. «Maldito hijo de puta» pensé mientras observaba que John Wick se había colado en el local. Era sigiloso, siempre lo fue, y no quería dejar evidencias más allá de las necesarias.

—¿Qué ocurre, jefa? —preguntó uno de los vigilantes.

—¿Para qué os pago?

Me enderecé y miré a ambos hombres, cuando me percaté de las cajas vacías de donuts.

—Se supone que tenéis que vigilar el club y notificar cualquier novedad, no poneros hasta el culo de donuts.

—Está siendo una noche tranquila, jefa —habló el de mi izquierda.

—Una noche tranquila —repetí con sorna.

No pude evitar soltar una carcajada mientras ambos hombres se miraban un tanto extrañados. Decidieron absurdamente imitarme . Agarré a uno de ellos por la corbata con tanta fuerza que comenzó a costarle respirar.

—Habéis dejado pasar por alto el hecho de que Baba Yaga está aquí.

Me giré un poco para mirar al otro guardia. Sus rostros estaban tan blancos como una hoja de papel. Solté al guardia y me coloqué el blazer. Cogí la pistola que había dejado sobre la mesa. Con un ágil movimiento les quité las armas de las cartucheras. Liberé los cargadores y los guardé en la faja, oculta bajo la chaqueta, y enfundé la pistola. Me dirigí hacia el arsenal y tecleé una combinación de seguridad. Las láminas de acero se abrieron como las fauces de un animal. De su interior cogí una granada de humo y otra de fragmentación, que colgué de una anilla a la altura de la lumbar y bajo la chaqueta del traje. Repetí lo mismo en otro de ellos, pero de ahí me hice con un CZ BREN 2 DMR y un par de cargadores, que guardé junto a los otros. Me colgué el fusil y miré a los otros.

—Rezad para que no os encuentre.

Sentencié antes de coger una tableta y salir de la sala de control. Caminé por los pasillos del local dando órdenes de alerta a mis hombres. Subí hasta la parte superior atravesando las galerías y apartando a la gente que se encontraba en ellas. Entré en una de las salas «seguras» —y con John Wick nadie lo puede estar— y cerré con seguro. Sabía que no serviría de nada, pero aun así lo hice. John Wick no es tonto, por lo que iría a por mí, sobre todo después de lo ocurrido en Roma con Gianna.

Saqué el móvil y llamé a Santino.

—Está aquí —anuncié cuando descolgó.

—Lo sé.

—Lo has traído hacia mí —le acusé.

—No veas lo que me duele en el alma hacer eso, hermanita.

—Si yo muero…Tú serás el siguiente, Lo sabes, ¿no?

—Lo sé.

A lo lejos escuché un estruendo, seguido por el estallido confuso y rítmico de los disparos. Baba Yaga se aproximaba.

—Nadie se libra de Baba Yaga, Santino.

—Tú en un momento fuiste su debilidad, Lena.

—No por mucho tiempo.

Encontré un cuchillo en un cajón y lo metí en el interior de mi bota.

—Los D’Antonio estuvimos un tiempo protegidos.

—Todo gracias a mí —me recordó.

Los disparos se escuchaban cada vez más cerca.

—Un rey puede perder a su reina —habló—, pero siempre tiene más peones con los que jugar. La partida no finaliza hasta que el rey cae.

—Usas a tus hermanas como peones solo para tener el control de la mesa.



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En el texto hay: fanfic, microrelato, john wick

Editado: 23.05.2025

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