— ¡Oye!— la niña enfurecida gritó desde la puerta del salón. Se adentró con pasos fuertes y los dientes apretados. — Déjalo en paz, niño tonto. — dejó caer su libreta y libro sobre su banco, haciendo un estruendo que estremeció a Marcel.
El niño más grande la miró con ojos bien abiertos, una pequeña niña en falda de flores y con muchas agallas lo miraba retadoramente y con sus manitas puestas sobre su cadera en una pose bastante segura le incitaba a burlarse.
— Vete, niñita, ve a jugar con tu muñecas o te haré llorar. — le respondió el niño más grande.
La pequeña entrecerró los ojos, furiosa. Con fuerza, le dio un pisotón al niño y este comenzó a sollozar y sujetar su pie adolorido.
— Vete tú, antes de que te pise el otro pie. — le advirtió.
El niño la miró por unos segundos hasta que tomó sus cosas y se fue cojeando del salón. La pequeña niña lo siguió con la mirada hasta que no lo pudo ver más. Se dio la vuelta para observar a su mejor amigo.
— Marcel... ¿Estás bien? Te estaba molestando otra vez. — su expresión cambió de enojo, a preocupación. Detestaba que los más grandes molestaran a los más pequeños, le parecía muy injusto y no lo soportaba. Siempre había sido una niña que se defendía y que defendía a los demás.
— M-me estaba preguntando algo. — cohibido, Marcel ocultó su rostro mientras recogía su mochila y sus cosas.
— ¡Mentiroso!— le dijo la niña. — Me cae gordo, ese tonto. — se enfurruñó y tomó también sus cosas que había dejado caer en el banco, antes. —Mi mamá nos va a llevar hoy a FunLand ¿Vendrás?
Marcel asintió con una sonrisa, primero debía pedirle permiso a su mamá, aunque estaba seguro que lo dejaría, de todas formas era viernes, y podía hacer la tarea al llegar o al día siguiente. Ambos salieron del salón mientras la niña hablaba y hablaba sobre lo que había hecho en la clase de arte, también le enseñó sus manos llenas de pintura acrílica y dijo que había dejado su dibujo secando en el taller, pero que el lunes se lo enseñaría.
Ambos niños caminaron hasta su casa, mientras hablaban y reían. A Marcel ya se le había pasado el mal momento, solía ser molestado constantemente, sobre todo por los niños de cursos más arriba, él no podía entender por qué, jamás había hecho algo que pudiera molestarlos, no se metía con nadie ni hablaba mal de nadie, simplemente lo molestaban por placer. Marcel estaba ya un poco acostumbrado a aguantar burlas, bromas, empujones, incluso que a veces lo hicieran tropezarse. Nunca se defendía, al ser más pequeño, temía que los niños más grandes le pegaran, él no podría defenderse de eso. Aunque Kenzie siempre intentaba defenderlo, como había hecho antes, no solo a él, siempre que veía a un niño mayor molestando a uno más pequeño, ella siempre se entrometía, Marcel temía que un día le hicieran daño a su amiga.
Ambos se despidieron y Marcel cruzó la calle para ir a su casa. El niño dejó su mochila en el sillón y corrió a saludar a su madre quién estaba en la lavandería, metiendo la última tanda de ropa. La abrazó fuertemente y la mujer le dio un tierno beso en la cabeza, le preguntó cómo le había ido, Marcel omitió aquél detalle del niño molestándolo, como lo hacía siempre, y le contó que Mackenzie lo había invitado a ir a FunLand esa tarde. Lilianne le sonrió a su hijo y le dio el permiso, haciéndole prometer que haría caso a Ingrid, mamá de Kenzie y que se portaría bien. Marcel aseguró contento que sería obediente y salió de su casa para ir corriendo a tocar la puerta de la casa de enfrente. Lilianne corrió tras él gritándole que mirara la calle antes de cruzar.
Ingrid abrió la puerta y Marcel la saludó educadamente, la mujer le dejó pasar y le indicó que Mackenzie estaba arriba en su habitación. Ingrid y Lilianne se miraron y se rieron.
— No te preocupes, regresaremos temprano. — le gritó desde su puerta.
Lilianne le respondió y cada una entró en su respectiva casa.
Marcel tocó la puerta de la habitación de Kenzie y ésta le abrió rápidamente, lo jaló consigo haciéndolo entrar y Marcel se sentó en la cama mientras Mackenzie se acercaba a su espejo para terminar de cepillarse el cabello y quitarse un poco de pintura que se le había embarrado.
Marcel la observó en silencio, Kenzie siempre le había parecido una niña muy bonita, aunque se la pasara diciéndole a su madre que las niñas le daban asco, Kenzie era diferente para él, Kenzie era la única niña que le parecía linda.
Kenzie había cambiado su linda falda por un pantalón rosado, pues su mamá le había dicho que no la iba a dejar subir a los juegos con falda.
La mamá de la niña subió para avisarles que era hora de irse, los dos niños bajaron corriendo las escaleras mientras reían sobre quién de los dos iba a juntar más tickets. Subieron a la camioneta y cantaron durante todo el camino. Marcel no pudo pedir una amiga mucho mejor que Kenzie, ella lo era todo para él.