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3.- La oveja.

Luego de aquel encuentro, Kenzie no dejaba de comerse la cabeza. Estaba segura que ese era Marcel, aunque se viera tan diferente. Había podido notar sus brazos cubiertos por tatuajes, y no llevaba sus usuales lentes, y su cabello estaba desordenado pero lindo al mismo tiempo, por un momento pensó que se había confundido, pero cuando vio sus ojos, ahora sin cristales cubriéndolos, se dio cuenta que ese era Marcel, pero no el Marcel que ella había conocido, si no, uno nuevo, uno diferente. 

¿Acaso él no la había reconocido a ella? No consideraba haber cambiado mucho, si acaso, su cabello estaba más largo y ya no llevaba flequillo, e inclusive, estaba un poquito más alta. Sin embargo, había sido fiel a sí misma, manteniendo su gusto por los colores claros y pastel, las flores y los animales pequeñitos. Su madre le había dicho varias veces que su cuerpo había cambiado, pero que siempre seguiría teniendo esa alma de niña, y aquello no le molestaba, le gustaba. 

Había estado pensando seriamente en visitar la casa de enfrente, tenía ganas de saludar a la madre de Marcel, pero no estaba muy segura, desaparecer y aparecer de pronto en la vida de las personas no era la cosa más amable, y le daba un poco de pena. Se debatió varios minutos sentada en el sofá, hasta que finalmente se levantó de allí. Sabía que Marcel no estaría por allí, puesto que vio lo que pagaba en la tienda, que era mucha cerveza, dedujo que no regresaría hasta bien entrada la noche. Sin perder más tiempo y valor, salió de su casa y cruzó la calle.

Los nervios bailaron en su vientre cuando presionó el timbre y esperó que la puerta se abriera. Estaba consiente que la señora Lilianne siempre la había visto como una hija, y recordaba lo bien que ella y su madre se llevaban, pero, había pasado mucho tiempo ¿Le habría guardado rencor por abandonar a su hijo Marcel? 

La puerta se abrió mientras Kenzie se martirizaba con sus pensamientos. Una mujer de cabello marrón y pocas canas se asomó. Mackenzie le sonrió tímidamente y la mujer la examinó para terminar dándose cuenta que la jovencita frente a ella era la dulce Mackenzie. Lilianne separó los labios sorprendida antes de atraer a Kenzie en un abrazo.

— ¡Cariño! No sabía que habías vuelto ¿Cómo estás? Mírate, que grande eres. Pasa, pasa. 

Lilianne se apartó para dejar entrar a la chica, quien cohibida, dio sus primeros pasos dentro de la casa que hace años no visitaba. Recordó que solía quedarse a pijamadas con Marcel, ambos levantaban un fuerte en la sala con ayuda del sofá y algunas sillas del comedor, Lilianne les hacía algunas botanas y se quedaban allí toda la noche mirando películas o contando historias hasta que se quedaban dormidos. Se sentía apenada por haber tenido que dejar todo aquello atrás, habían sido buenos años.

Suspiró melancólica y Lilianne la invitó a pasar a la cocina para beber algo. 

— Tu madre me dijo que vendrías pronto, pero no sabía cuando. Me alegra mucho que te hayas acordado de pasar por aquí.—le dijo la mujer, con una sonrisa que le hacía achicar sus ojos. 

Mackenzie le sonrió de regreso.

— La mitad del tiempo que viví aquí, la pasé en esta casa.— dijo con un tono de broma, aunque era cierto, ella y Marcel pasaban tanto tiempo juntos que vivió la mitad del tiempo en su casa y la otra mitad allí. 

— Qué mala suerte, Marcel se fue hace una hora. Estoy segura que le habría encantado volver a verte.— la mujer parecía realmente triste de que su hijo no estuviera allí. 

Si ella supiera...

Mackenzie se mordió el labio y asintió. Siendo sincera, ella no estaba muy segura de que Marcel sintiera alegría al verla. Se seguía preguntando sobre su reacción en la tienda, y entre más lo pensaba, más le dolía su indiferencia. 

—Él me preguntó mucho por ti, te extrañó mucho...— no tanto, al parecer.— Estoy segura que te resultará raro verlo.— Lilianne rió un poco.— Cambió un poquito, pero sigue siendo mi muchacho.

Mackenzie solo asintió a lo que Lilianne le decía, pues ya había visto a Marcel, y sí, vaya sorpresa se había llevado, todos esos tatuajes, esa ropa, ese aire de ser ahora un poco superficial, vaya, una persona completamente opuesta al Marcel que conoció y quería tanto. 

— Podría intentar llamarle, aunque dudo que me conteste. Está en una fiesta... ya sabes cómo son, no están al pendiente del teléfono.—se disculpó.

— ¡Oh, no, Lilianne! No te preocupes, ya se dará la ocasión.— le sonrió con sinceridad, no quería contarle a la mujer lo que había pasado una hora atrás.

Mackenzie y Lilianne continuaron hablando de varios temas triviales sin fijarse en la hora, Kenzie le contó algunas cosas que hizo mientras estuvo lejos. La plática iba amena hasta que ambas escucharon la puerta principal abrirse y unas risas. Lilianne sonrió al reconocer la voz de Marcel, mientras Kenzie no pudo evitar sentirse nerviosa ¿Cómo reaccionaría Marcel al verla frente a su madre? ¿Sería grosero? ¿La ignoraría? ¿O simplemente haría como que no ocurrió nada? 



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En el texto hay: reencuentro, cambios, viejos amigos

Editado: 25.08.2019

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