Bad Company

6. Revelación

 

Eran las tres de la madrugada y Sam estaba despierto. Sentado sobre la cama y observando como Ashley no paraba de removerse sobre su propio colchón mientras dejaba escapar leves quejidos en sueños. Preocupado por la agonía que parecía consumir a la rubia, se levantó y se acercó hasta ella con la intención de despertarla.

Ashley se aferraba fuertemente a las sábanas y bajo los párpados, sus ojos se movían de derecha a izquierda a gran velocidad. 

Sam se sentó sobre el borde de la cama y la zarandeó un poco por el hombro.

—Ashley. Despierta. 

La chica abrió los ojos espantada y se incorporó bruscamente. Su primer impulso fue empujar a la figura que se encontraba sentada sobre su cama, pero Sam la detuvo sujetándola de las manos. 

—Tranquila. Solo soy yo.

—Sam...

Él asintió dedicándole una sonrisa reconfortante al tiempo que liberaba su agarre.

—Era un sueño. Una pesadilla. ¿Estás bien?

—No. No lo estoy.

Ashley dejó caer su peso contra el cabecero y se abrazó a sus piernas con fuerza, temblando al recordar como el mismo par de ojos negros se dedicaba a torturarla noche tras noche. Había sido una ilusa al creer que finalmente le había ganado el pulso a aquella maldita pesadilla.

La chica desvió su mirada hacia la cama de Dean para darse cuenta de que se encontraba vacía. El cazador aún no había regresado de su encuentro con la morena del bar, y se sorprendió al sentirse molesta por este hecho. 

Un segundo suspiro escapó de sus labios mientras sacudía su cabeza. No entendía por qué pensaba en él siquiera. Debía mantener alejados ese tipo de pensamientos o acabaría por volverse loca.

Alargando su brazo intentó alcanzar los somníferos que descansaban sobre la mesita de noche, pero Sam se le adelantó.

—Esto no va a ayudarte, Ashley. Llevas semanas tomádolas. No es bueno para ti.

Ella soltó una amarga carcajada mientras trataba de alcanzar las pastillas que Sam le mostraba. No obstante, el cazador las lanzó sobre su propia cama para impedir que la chica pudiera hacerse con ellas.

—Nada ni nadie puede ayudarme. Así que como comprenderás tampoco me importa aquello que sea bueno o malo para mí.

—Pues a mí sí que me importa. Lo digo en serio. Déjame intentarlo. 

No era la primera vez que el cazador se ofrecía a escucharla. Lo había hecho en repetidas ocasiones durante las últimas semanas, pero la rubia siempre conseguía salirse por la tangente. Sin embargo, aquella vez, él no iba a dejar que esto sucediera de nuevo. Había llegado el momento de hacerle entender que ya no tenía porque seguir luchando contra sus demonios sola. Que ahora podía contar con ellos.

Ashley desvió su mirada por segunda vez. No podía evitar notar un nudo en la garganta y una gran opresión en el pecho. Hacía años que no tenía que lidiar con vínculos emocionales de ningún tipo, pero ahora éstos estaban arañando su interior buscando salir a flote y ella se había cansado de intentar hundirlos.

—No lo entiendes... 

—Prueba a contármelo.  

Los ojos de la rubia volvieron a fijar su vista en él. Se miraron sin decir nada durante unos segundos hasta que ella tomó aire y se rindió a la petición del cazador.  

—Es una larga historia. 

—Tenemos toda la noche. 

Ashley asintió con la cabeza al tiempo que se deslizaba hacia un lado del colchón para que Sam tomará lugar. Comprendiendo el gesto, él se acomodó también contra el cabezal de la cama girando su cuello para observar el perfil de la chica que había vuelto a perder la mirada en algún punto de la habitación.

—Solía tener una familia. Mi padre y mi hermano lo eran todo para mí. —Empezó a relatar Ashley  —. Llevábamos una vida normal. Lo más normal que puede ser dedicándote a esto. Teníamos un hogar, amigos. Incluso mi padre tenía un trabajo fijo con el que pagar las facturas. Nuestro pueblo era el más seguro de todo el Estado de Tennessee en cuanto a bichos sobrenaturales se refiere. Ellos se encargaban de que así fuera, y yo les ayudaba siempre en las investigaciones. Hasta que un día... Un día los perdí.

Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas que luchaban por salir. Sam tomó su mano intentando consolarla.

—Lo siento. 

—¿Sabes qué es lo peor de todo? Que durante todos estos años he intentado culpar a todo el mundo por sus muertes. Al demonio que nos sorprendió, A ti y a tu hermano por abrir las puertas del Infierno. Pero la verdad es que murieron por mi culpa. Porque yo era la encargada de buscar los casos. Así que fui yo quien les condujo a ese destino. Yo los maté.

—No digas eso. Sólo hiciste tu trabajo.

—No. Mi trabajo era cuidarles como ellos cuidaban de mí. Y les fallé.

—Ashley...

—Nada de lo que digas me hará sentir mejor. —Sam calló, comprendiéndola en el fondo. El también había estado en aquel oscuro lugar—. Sólo ha habido una razón por la que he seguido luchando todo este tiempo. Y ha sido acabar con todos los malditos demonios que se cruzaran por mi camino. Especialmente con la zorra que me los arrebató. Durante los últimos ocho años la busqué sin descanso hasta que hace un mes la encontré y le hice pagar por ello. La maté. Pero ella... 




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