[…] Nos felicitó, nos agradeció y no pidió perdón. Consiguió mejores trabajos que los anteriores; luego de un tiempo nos dimos cuenta que el dinero nos alcanzaba para salir a algunos lugares y conseguir mejores cosas. Mi madre había estado acaparando el dinero de la casa. Haciéndonos vivir al ras, entre pobreza y clase media. Luego de unos meses empezó a sonreír y a traer mujeres a la casa. Siempre las presentaba y nos mandaba al parque o algo por una hora o dos. Fue cuando él nos enseñó a no amar. Amar era malo, era dolor, era retroceso, era destrucción.[…]
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Editado: 02.09.2018