SI TÚ QUIERES
Llevaba cuarenta y cinco minutos en la sala de espera de la profesora García, quien estaba ocupada en una junta importante con la mesa directiva para planificar donde se llevaría a cabo el baile de diciembre. Muchos decían que se haría en una hacienda pública de Senfil otros que en la misma institución y otra parte que en una mansión de un alumno que aún no se desconocía nombre. No había nada confirmado solo rumores, sin embargo, todos pedían o mas bien exigían una respuesta pues ya querían ver que se pondrían para esa importante ocasión.
—No sabes cuanto lo siento, cariño —García se disculpó saliendo de la sala de juntas con su secretaria y los de la mesa directiva— Pasa a mi oficina, por favor en un momento estaré contigo —le indico a Clara quien sin decir una palabra se levantó y entró donde se volvió a sentar en una de las sillas.
La profesora entró unos minutos después con pequeñas gotas de sudor en su frente.
—Una disculpa, nena me salió la junta de sorpresa y no podía posponerla todos están desesperados ir lo del baile.
—No se preocupe, entiendo, directora.
—Entonces, Clara ¿de qué quiere hablar conmigo? —sacó un pañuelo de su cajón derecho y secó el sudor.
—Del mismo baile de diciembre...
—Oh, tú también estás emocionada por eso, debo admitir que me alegra y sorprende porque principalmente tú no eres de ese tipo de chicas que les gustan los bailes escolares —río.
—Sabe perfectamente a lo que me refiero, directora —usó un tono era igualmente autoritario.
—Ha, por su puesto, debí suponer que hay cosas que no cambian —acomodó unos papeles de su escritorio.
—Usted mejor que nadie en esta institución sabe que no voy a permitir que contemple la mansión como lugar de su ridículo baile, mi casa no es un tonto salon de fiesta que puede usar cuando se le antoje.
—Señorita D'amico, con usted no hicimos el contrato —le recordó con una sonrisa falsa.
—Sí, tiene razón, pero ellos ya no están aquí y la única que queda soy yo, si usted con los chicos del staff llegan a poner un solo pie frente a mi propiedad daré marcha con el papeleo legal para romper el maldito contrato que esconde en su escritorio —amenazó.
—No puede hacer eso, Clara.
—Por supuesto que sí, ¿acaso tiene miedo?
—No haga perder la paciencia y la cordura. Mientras nuestro contrato no esté vencido podemos hacer uso de la casa —una sonrisa maliciosa se asomó por su rostro.
—Usted ya perdió la cordura, por favor y le recuerdo que solo la pueden usar con autorización de los propietarios —decretó y color de la profesora se fue— ¿Cree que no me lo he leído?
—De ser así ¿por qué no lo rompió antes?
—Porque antes usted no hacía uso de ella y porque yo era menor de edad no podía hacer uso del dinero, pero ahora sí que puedo y haré lo imposible por impedir que haga uso de mi casa.
— Deje de amenazarme, ya hablaré con la mesa directiva para decirles que no se hará baile en su amada casa.
— Así que ya habían concordado que sería ahí, ¿¡cómo puede ser tan sin vergüenza!? La contemplaron sin mi consentimiento — la chica al igual que en otras ocasiones estaba llena de furia y se levantó de la silla dando un empujón al escritorio— Sabe lo que pasó, sabe porqué deje la escuela, ¡conoce todas las razones y aun así se atrevió a contemplar mi casa! ¿qué mierda pasa con usted?
Con los ojos húmedos salió de la oficina dando un portazo. Con la cabeza baja empujaba quien se me tiene en su camino, no quería que la vieran llorar, sin embargo, nunca falta la persona que te quiera ver destruido hasta tú extinción.
—Miren, —una chica alta, preciosa, ojos verdes, piel morena y cabellos negro la señalo— al parecer a alguien ya la botaron con la basura que es —se burló en su cara.
Todos los presentes pusieron sus ojos en lo que estaba ocurriendo formando un círculo alrededor de las dos jóvenes, hubo algunas risas y uno que otro susurro. Clara secó sus azulados ojos y se paró frente a ella.
—Escucha —empezó a hablar de una manera pacífica— Si yo quisiera no estarías aquí plantada, ser bonita no te da el derecho a burlarte de una persona a la cual ni siquiera conoces, lamento mucho que tengas que hacerlo para hacerte notar, Hannah.
La chica se puso inquieta y tensa al escuchar su nombre siendo pronunciado por la joven.
—Sabes mi... nombre —pronunció tratando de mantener su compostura.
—Claro que lo sé, que eso no te sorprenda y mejor no hables de temas que no conoces, es un consejo que te va a servir mucho en la vida.
—No necesito de tus estúpidos consejos, ahorratelos y sí sé de lo que hablo, toda la escuela lo hace e incluso los profesores, no entiendo cómo es que sigues aquí. Si yo fuera García ya te hubiera expulsado junto a los chicos del equipo de rugby por ser tan...
—¡Cállate! —gritó.— A ellos... no los metas porque no tienen nada que ver en esto.
—Ah, pero claro ¿cómo no me di cuenta antes? —ironizó— Ellos te defienden a ti y tú a ellos, y a parte de todo le haces esos favores, por dios, Clara dime una cosa.
—¿Qué?
—¿No te sientes sucia al tener relaciones con todos ellos? Digo, imagino que si.
Estaba a punto de meterle un puñetazo en su hermoso rostro, pero recordó lo que había platicado con su psicólogo la semana pasada.
—Mi vida privada no te incumbe, así como tampoco mi vida sexual, te sugiero que cierres tu hermosa boquita no me gustaría verla sangrar.
—¿Y ahora quien montó el escándalo? —la ironía de Will se hizo presente haciéndose espacio para entrar en primera fila al círculo, su equipo iba junto a él— Clar...
—No hagas nada que aquí no sucedió absolutamente nada.
—Hannah ¿qué haces aquí con ella? —pregunto molesto, la idea de que la vecina envidiosa de Fernando estuviera cerca de su mejor amiga no le agradaba mucho.