¿TE ARREPIENTES?
Caminar cuesta arriba no era un problema para Bruno, por otro lado, Clara sufría de pereza, nunca le habían gustado las montañas, colinas o todo lo que tuviera que subir o bajar e incluso las escaleras la agotaban. El chico observaba en silencio lo que la pobre mujercita sufría al querer ir al mirador.
— ¿Quieres que te ayude? — preguntó.
— ¿Cómo me ayudarías? según tu — bufo tratando de seguirle el paso con zancadas.
— Te puedo llevar en mi espalda. — opino deteniéndose
Aunque Clara no se consideraba con sobre peso o una chica robusta sabía que no estaba en su peso ideal y tal vez el chico no la aguantaría así que optó por declinar su oferta.
— No, estoy bien.
— No es cierto.
— Sí que lo es.
— Estas sufriendo por querer ir al mirador, deja que te lleve que mi espalda. — continuó caminando al igual que Clara que iba unos pocos pasos más adelante.
— Te juro que estoy bien, he subido esto miles de veces ¿por qué no habría de hacerlo ahora?
— ¿Tienes miedo a tocarme?
— No..., pero me incomoda que las personas me toquen. — sin darse cuenta oculto su cara entre su cabello por la vergüenza de haber admitido esa estupidez para muchas personas.
— ¿Puedo saber la razón?
— Es algo complicado de explicar.
— Oh, comprendo.
— Tal vez, algún día, no sé te lo diga, solo que tendrás que darme tiempo, como te dije no soy buena en esto de los amigos. — le hizo recordar y se paró ante uno de sus pensamientos.
— ¿Pasa algo?
— Las únicas personas que había aceptado en mi círculo de convivencia entran los chicos y algunos de los jugadores del equipo.
— Y no entiendo por qué.
Se quedó en silencio, sentía como pies la estaban matando mientras se regañaba mentalmente por lo que iba a decir.
— De acuerdo este va a sonar raro, pero ya me cansé así que si la oferta de llevarme en tu espalda sigue en pie te lo digo.
Sin dudar Bruno se quitó su bulto de la espalda y se agacho para que Clara pudiera subir en él. La chica abrazó su torso con las piernas y sus brazos los paso alrededor del cuello de Anderson para no caerse al suelo. Anderson pasó su bulto por piernas de Clar y la tomó por las mismas lo cual hizo que la piel se le erizara y se tensara al contacto.
— ¿Estás cómoda? — interrogó.
— Si... solo esto es raro para mí. — dijo cerrando los ojos y tratando de respirar segura.
No faltaba mucho para llegar no obstante Bruno logró llegar rápido y clara se sentía bastante cómoda en su espalda, sus pies palpitaban del dolor lamento haber hecho ejercicio el día anterior definitivamente ya le había quedado claro que el ejercicio no era para ella.
— Mariposa, llegamos. — avisó y la chica bajó de su espalda con cuidado para luego sentarse en la banca en la que se habían encontrado días anteriores.
— Eso es raro.
— ¿Qué cosa?
— El hecho que me llames Mariposa y no Clara.
— ¿Tiene algo de malo? — se sentó a su lado.
— No, solo que Will es quien antes me llama así. —explicó.
— Bueno, ya será el más frecuente después de mí.
— Sí, eso creo.
— Que no se te olvide que me tienes que contar algo.
— ¿Que?
— ¿Por qué no aceptas a tener más amigos?
— Ah, eso, la verdad es complicada y difícil para mí explicarla porque sinceramente no es algo que me guste mucho recordar.
— Si prefieres mejor no me lo digas.
— Ya me trajiste aquí sobre ti y yo no rompo mi palabra.
— Bien.
— Solo diré las personas no siempre son lo que parecen.
— ¿Te traicionaron?
— Si
— ¿Alguien te ayudo?
— Sí, Will.
— ¿El alejo a esa persona de ti?
— Si... y debo agradecerle, esta persona muchas veces me drogo sin que yo me diera cuenta, un día... casi me tocan por su culpa, después me pidió perdón y se lo concedí. — contó sentándose en la banca.
El chico se quedó pensativo y perplejo ¿enserio le habían intentado tocar? Se preguntaba.
— ¿Y por qué seguías siendo su amiga? — alzó la voz.
— ¡No me grites! ¿¡crees que no sé qué estuvo mal estar perdonar su traición!? — exclamó molesta no hubo respuesta dejó que continuara — Si lo sé, pero estaba cegada por mis sentimientos de antes, yo pensaba que tal vez ella estaría igual de drogada que yo y por eso no me ayudaba, no creí que fuera una maldita perra con la que era su mejor amiga. Yo no era de esta manera, era diferente. Creía que el mundo era amor y paz, pero la realidad es que no es como nos lo pintan y tampoco nos ayudan comprenderlo, yo no sabía que existieran personas tan crueles.
— ¡No te estoy gritando! Que seas muy delicada no es mi problema y como tú lo dijiste hay miles de personas asquerosas en el mundo.
— ¡Cállate! No quiero escucharte.
— No quiero.
— Que te calles.
— ¿A sí?
— ¡Si!
— Pues tú eres muy ruidosa y ni te digo nada.
— Ya basta, sabía que venir aquí contigo no era una buena idea. — suspiro mirando el Río.
— ¿Te arrepientes? — pregunto temiendo de su respuesta.
Tomo aire y lo expulsó, pronto sacó de su bolsillo la cajetilla de cigarrillos junto al encendedor, tomó uno y después de encenderlo se lo llevó a los labios.
— Clara, te pregunte algo ¿te arrepientes de venir conmigo? — insistió.
Ella no habló se quedó callada, quería hablar, pero no podía, las palabras simplemente no salían de boca.
— Tu silencio habla por ti y dice de más, entiendo, entonces me voy. — Bruno tomó su bulto y se puso en los hombros, luego empezó a caminar como destino su casa y ella no lo detuvo, dejó que se fuera y solo lo vio alejarse.
Cuando no lo vio más pateó una piedra que cayó y hundió en el río, se percató de que había empezado a oscurecer así que tomó sus cosas y también se fue, directo a un bar cerca. El ambiente del lugar era pesado, parecía un lugar de mala muerte. Había hombres aproximadamente de dieciocho a sesenta años y grupos de chicas. Se sentó en el primer asiento de la barra que vio, un chico de unos veinte años cabello y ojos oscuros, vestía unos tejanos de mezclilla y una camiseta negra, en la misma tenía una pequeña ficha con su nombre escrito, pero no lograba distinguirlo. El chico se acercó a su lugar y ofreció sus servicios.