REGLAS
Caminar por el pueblo con los aires fríos que avisaban que la primera nevada se acercaba no era la mejor opción para nadie. Senfil siempre había sido un pueblo extraño en el sentido del clima que se mantenía, pues las lluvias eran abundantes casi todo el año a excepción del verano que eran cuando disminuían un poco. Era muy temprano por la mañana, había discutido con su padre cuando llegó en la noche después de su salida con Hannah con la cual solo hablaron, pero el tiempo se les había ido entre risas, algunas anécdotas y momentos incómodos cuando ella le preguntaba sobre la relación que está teniendo con Clara, algo que no le gustó mucho de su parte, lo que él tuviera con la rubia no era de su incumbencia. Guillermo, su padre lo había reprendido por no haber llegado a la hora de la cena, que según era muy importante que el estuviera presente para que por fin se integrará al manejo de su empresa, una acción que odiaba, para Bruno la empresa familiar no era importante para su vida, aun sabiendo que dependía de ella, nunca le habían llamado la atención los negocios a pesar que todos en su familia se mantenía a base de ellos y acuerdos de los mismos.
El caminar sin un rumbo fijo lo hacía despejarse de sus pensamientos, alejarse un poco de quién era y pensar en otras cosas que le gustaran. Le gustaba ponerse los auriculares a escuchar música o audio libros de Edgar Allan, su autor preferido, o tal vez caminar había una biblioteca donde tuviera la suficiente paz para mantenerlo atrapado en los capítulos, páginas, párrafos y letras de los libros que se encontraba por casualidad. Tomar su café con leche por las mañanas pensando en cuál será su próximo libro y misterio por resolver. Siempre había sido una persona imaginativa, le gustaba ver más allá de lo que se veía a diario.
Al parar un segundo a descansar por sus pies que ya se lo exigían se dio cuenta que estaba en la parte más alejada de Senfil, una parte en la cual abundan los árboles y casa de las personas con el dinero suficiente o más para comprar terrenos sumamente extendidos. De igual manera eran las casas más bellas parecían sacadas de cuentos de hadas, algunas tenían una forma victoriana otras más rústicas al igual que modernas. Nunca había entrado a recorrer todas las casas, sin embargo, esa mañana quería olvidarse hasta del nombre de su familia. Como en cada parada de bus había unos Scooters eléctricos lo cueles para poder utilizarlos y tener las llaves para liberarlos de las cadenas y candados tenías que pagar cinco dólares, ¿que si no había robos? Absolutamente no, era uno de los pueblos más seguros, muy extraña vez sucedía.
Tomo el primer scooter que vio y se montó sobre él ya que esos tenían un asiento. Oprimió el botón de encendido y entró a la primera calle de pinos frondosos que desfilaban su rico aroma. Después de diez minutos paró el scooter en una casa muy hermosa mansión de piedra y madera que, tenía árboles de Sauce llorón en los costados de la fachada. Todas las "casa" por no decir mansiones o castillos tenían un letrero con el apellido de la familia perteneciente, pero esa mansión era la excepción no había nada lo que le pareció raro, aun así, continuó su recorrido. Freno de repente al ver a Clara caminando como si la vida no valiera, estaba en medio de calle, no había conocido a chica más loca en su vida. ¿quién arriesgaría su vida de esa manera? ¡Ella! ¡Solo ella podría hacer eso! Pensaba al igual que se preguntaba qué es lo que hacía en ese lugar.
—¡Hey! Mariposa —saludo acercándose.
—¿Anderson? ¿Qué haces acá? —frunció el ceño, no pensaba que recurriera por esas calles.
—Viene a distraerme.
—¿Y justamente tenía que ser aquí? —alzó las cejas.
—¿Te molesta que esté en este lugar?
—No.... solo que es raro verte en este tipo de sitio —respondió con simpleza.
—Lo mismo digo.
Se quedaron unos minutos en silencio hasta que el decidió romperlo.
—¿Quieres ir a desayunar o a tomar... algo? Hay una cafetería aquí cerca, pero si quieres puedes ir en el scooter...
—Tranquilo, yo tengo el mío propio. —señaló un objeto color negro con detalles azul, rojos y gris, al otro lado de la calle.
—Ah, de acuerdo, yo voy adelante y tú me sigues.
—Mejor hagamos una carrera —propuso acercándose a su transporte —, se dónde queda la cafetería así que no te preocupes por mí.
—¿Cuál será el premio?
—No pensaba en tener uno, pero será lo que el otro quiera.
—¿Lo que sea? —dudo
—Lo que sea —afirmó asintiendo.
—Acepto —espero a que Clara llegará con su transporte a su lado y dejo que contará para salir de ese lugar con dirección a su destino.
—Tres..., dos..., ¡uno!
Rápidamente Clara tomó la delantera, giro su cabeza y se burló del chico que iba detrás de ella con una gran carcajada, él la miró con una sonrisa nunca la había escuchado reírse siempre estaba seria y borde, está vez era diferente ella se reía ¡se reía! Era increíble ver como su humor cambiaba en segundos, incluso llegó a pensar que era bipolar algo que aún pensaba, pero tenía que confirmarlo solo que esperaría el momento justo para hacerlo. Intento sobre pasarla y lo logró ahora era Anderson quien se burlaba algo que no le gustó a Clara pues de un momento a otro se encontraba a su lado y le mostró la lengua un acto que le hizo reír sin percatarse de los topes haciendo que cayera se desviara y luego de unos minutos volvió al camino, no obstante, no encontró a Clara por ningún lado así que mientras llegaba a la cafetería iba viendo por todos lados por si llegaba a encontrarla. Cuando llegó se llevo una sorpresa, Clara estaba ahí, sentada en la mesa afuera con el menú en las manos y los pies sobre la otra silla, no desvió la vista del menú y hablo.
—Qué bueno que llegas, tengo hambre y quiero unos panes tostados con... mantequilla, mermelada de fresa, crema de cacahuete y miel oh, y nos waffles, por favor.