Closer
Lunes por la mañana, una muy nublada. Luego de haber pasado un domingo muy pesado en la oficina y no poder mostrarle el resto del bosque a Bruno. Clara prometió que el lunes saliendo de la escuela lo harían.
Tomó de la mano rápidamente entrelazando sus dedos con los de él, bajaron toda velocidad las escaleras casi tirándose piso abajo y tomaron sus bultos saliendo corriendo deseándole una bonita mañana a Mery y disculpándose por no tomar su desayuno porque se les hacía tarde.
Al llegar al salón que les correspondía, la típica profesora mujer de la tercera edad con lentes de vestidos largos hasta los tobillos y tacones semi altos, no les permitió entrada a su clase. A regañadientes Clara soltó una maldición en contra de la señora y se encaminó al jardín trasero del instituto, Bruno no decía nada solo iba detrás de ella esperando pacientemente a que se le pasara el enojo contra la mujer mayor.
—Es que ¿quién se cree para no darnos paso a su clase? —espetó enfurecida.
—Clara, es la profesora —habló Bruno con obviedad.
—Lo sé, pero solo llegamos veinticinco minutos tarde no es para que nos deje sin su hora y pico que resta de sus dos horas de clase. ¡Dos horas!
—Cálmate, después pediremos los apuntes, ¿de acuerdo?
—Si —murmuró, tirando su bulto debajo de un árbol lo suficiente grande para cubrirlos del poco sol que salía detrás de las nubes grises que anunciaban lluvia, se acostó sobre el pasto recién cortado con su bulto en la cabeza simulando una almohada no muy cómoda.
Al ver la mueca de horror cuando su cabeza hizo contacto contra el objeto Bruno se sentó bajo el gran árbol de modo que su espalda chocara con el tronco y sus largas piernas extendidas, hizo unas palmadas en su regazo en señal a Clara para que pudiera tenderse sobre él.
—Gracias.
Ella se abrió paso entre sus piernas para sentarse y que su espalda quedara contra el abdomen de él. El contacto de cuerpo con cuerpo hizo que ambos se estremecieran.
—No me agradezcas. Yo no te he agradecido lo suficiente por confiar en mi como para mostrarme un gran secreto —sonrió—. Realmente me emocioné al verlo.
—No fue mucho porque solo nos quedamos en el invernadero ten por seguro que hoy te mostraré todo el lugar. Te lo prometo.
Sus parpados se cerraban poco a poco con cada parpadeo que daba, hacia lo posible por no quedarse dormida pues en cuanto comenzaran a caer del cielo gris las gotas de agua tendrían que correr a dentro del edificio. Se había quedado hasta muy tarde revisando toneladas de papeles en la oficina de su abuelo. No se había ido a dormir hasta después de las tres cuarenta y cinco de la mañana entre tanto papeleo que él tuvo que cargarla en brazos para llevarla hasta la cama.
Hizo un largo bostezo ante de cerrar los ojos y acurrucarse en Bruno tal acto al chico se le erizo la piel. Él la veía como si fuera la flor más hermosa que hubiera visto en todo el jardín. Le acarició el cabello con suma delicadeza con temor de que se despertara, la abrazó pasando sus fuerte brazos por la cintura acercándola más a él, cómodo, observando a la jovencita entre sus brazos inconscientemente se quedó dormido junto a ella.
El timbre de cambio de clases retumbó en las paredes del gran edificio alertando a Bruno que fue el primero en despertar por otro lado Clara se giró al del lado donde no sonaba tanto aquel ruido molesto.
—Cinco minutos más por favor —gruñón metiendo su cara debajo del brazo del chico para que me hiciera sombra en sus ojos.
—Mariposa, qué más quisiera yo que dormir todo el día, pero tenemos responsabilidades que cumplir —dijo ronco por la dormida.
Ella volví a gruñir, pero en vez de pararse e ir al aula respectiva, de aferró al cuerpo del chico con sus pequeños brazos rodeando en un abrazo.
—Sí, quieres que vaya a clases tendrás que llevarme en tu espalda —condiciono.
—Pero traes falda y no quiero que ningún cabrón te mire el culo.
—No tendría por qué hacerlo, además se propinar unos buenos puñetazos.
—De acuerdo, déjame pararme y te llevo —quejándose Clara hizo lo indicado por Bruno, ella quedó tendida boca arriba, alzó los brazos en señal de ayuda.
Una vez que se subió a su espalda con sus brazos y manos entrelazadas alrededor de su cuello y sus piernas en su cintura y recostó su cabeza en el hombro de él aún con los ojos cerrados, él la tomó los muslos para que no resbalarse y se cayera al suelo.
Después de varios, pero cómodos minutos en la espalda de Bruno la comodidad de Clara llegó a su fin una vez que el chico se agachó para dejar que sus pies tocaran el suelo.
—Has llegado a tu destino, Mariposa —la llamó.
—Gracias, excelente servicio.
—Cuando quieras, tengo que irme ¿te veo después?
—Claro.
Por inercia, plantó un beso en su frente y después se fue. Para Clara, las clases eran demasiado largas cuando no estaba Bruno y para el chico muy cortas cuando estaba con ella. Era hora del almuerzo luego de tres clases seguidas, una con el chico y dos sin la joven se verían en una de las mesas de fondo.
Las miradas caían sobre Clara, los murmullos no faltaron algunos eran demasiado insultantes hacia su persona, pero hizo caso omiso a los mismos. Luego Will, Fernando y Stefan llegaron con ellos y unos minutos después Luis se les unió. Pronto muchos cerraron la boca y se dedicaron a disfrutar de su comida.
—Chicos, tengo que irme —dijo Clara levantándose mirando su celular.
—¿Por qué? —la miraron expectantes.
—Es... —dio una mirada fugaz a Will—, mi tío Jake, el papá de Will quiere ver unos asuntos de la ya saben que. Los veo más tarde.
Bruno frunció el entrecejo.
—¿Mintió?
—Descuida, novato. Papá llegó el sábado, él le da clases a Clar sobre esos temas —aseguró Will.
El timbre sonó después y se todos se dispersaron, a excepción de Luis que siguió a Bruno hasta el aula.