Bailando Bajo La Lluvia

Capítulo 25

LA PROPUESTA

Bruno

Nervios. Eso era lo que sentía correr por mi cuerpo. No lograba entender cómo es que ya era jueves 9 de diciembre, parecía como si en un parpadeo me hubiera saltado dos días.

¡Maldición! Estaba muy, pero muy nervioso porque invitaría formalmente a Clara al baile. Hoy era mi oportunidad de preguntarle.

—¿Y qué tienes planeado para hoy? —me pregunto Will que estaba sentado en su sillón.

Había ido a su casa por ayuda, me costó mucho que aceptara hasta que le dije la razón.

—La verdad no sabía que podría llegar muy lejos, es muy difícil.

—Podrías decorar la habitación con flores y ponerle un cartel donde este escrita la pregunta.

—No, eso es muy común.

—A Clar no le gusta que le digan que es diferente, Novato.

—Lo sé, pero no quiero algo que se vea todos los días, quiero algo especial y mágico, algo que la represente.

—Mmm —lo pensó un segundo—. No entiendo porque esto es difícil, no debería de serlo. Ella no es exigente.

—Tal vez ella no sea exigente cuando se trata de sí misma, pero yo sí y más si se trata de ella.

—Que romántico, Anderson.

—Gracias, ahora sigamos pensando —seguí paseando por la sala, tratando de pensar y recordar—. ¿Un lugar que Mariposa ame?

—Espera, ya conocemos la respuesta a esa pregunta.

—¿Así? —pregunte confuso.

—Pero claro que sí. Anderson, ¿cuál es el mayor secreto de Clar?

—La mansión y toda su familia.

—¿Quiénes son sus padres?

—¿Sabes? Ahora que lo pienso nunca me dijo el nombre de sus padres.

—Los abuelos D'amico.

—Ahh, claro.

—¿Cuál es su parte favorita de la mansión?

—El bosque... encantado, Will, ¡eres un genio!

—Lo sé, muchos me lo dicen.

—Sí, sí, concentrémonos en cómo vamos a decorar, podríamos poner hacer el cartel y que Fernando y Stefan lo sostengan.

—Mmm, sí, me gusta, también podríamos poner globos rojos, azules y plateados de helio, sujetos al piso por algo.

—Eso sería grandioso, también podría comprarle algún detalle de joyería que pudiera ser a juego con el vestido que le pedí a tu madre.

—A Clar siempre le gustaron los anillos, se robaba los de la abuela siempre que podía —me contó mientras reía.

—Bueno ya tenemos algo en mente, el gran problema que tenemos ahora es quién diablos podría hacer la letra del cartel mi letra es un asco y la de Fernando y Stefan ni se diga.

—Yo sé de alguien que puede ayudarnos —dijo con una mirada traviesa.

***

—Vamos, Dal, ¿podrías ayudarnos?

Will le estaba rogando a Dalia desde hacía media hora que nos ayudará con la letra del cartel, pero al parecer Dalia estaba llena de trabajo en la cafetería. Mientras tanto yo hacía llamabas a locales de decoración y joyerías.

—Will, entiende que estoy muy ocupada, hoy llegue tarde y castigaron con lavar platos y quedarme hasta tarde a limpiar, seré la sirvienta durante mucho tiempo, no puedo hacerlo.

—Pero —quise ayudarle.

—Novato, déjalo así —intervino, pero me zafé de él.

—¿Y si te pago? —la soborné.

Dalia paró en seco su huida del rubio y lo miró con los ojos entre cerrados.

—Mmm, ¿de cuánto estamos hablando exactamente?

—Treinta y cinco dólares, ¿te parece bien?

—¿Oyó eso, supervisor? Aquí me pagarían el doble de lo que usted me paga por tan solo escribir un "¿puedo ir contigo al baile?" —dijo, burlándose—. Trato hecho, novato.

—¿Por qué todos tiene la manía de llamarme así?

—Sí, bueno, puede que eso haya sido culpa mía —dijo Will tomándome por el hombro.

—¿Por qué será que no me extraña?

—Bueno, denme treinta minutos que es mi hora de comida y los veo en las mesas del fondo, por mientras vayan a comprar la cartulina.

—Sí, señorita —dijo Will haciéndole una reverencia.

Nos encaminamos a una papelería no muy lejana y una señora nos atendió.

—¿En qué puedo ayudarles, caballeros?

—¿Tendrá cartulinas tamaño jumbo?

—Ehhh... —lo pensó por un segundo—. Creo que sí están en la parte de atrás, ya vuelvo.

Tardó al menos diez minutos en volver con ella en las manos.

—Aquí tienen, una cartulina jumbo. Cuídenla, es la última que queda.

—Gracias.

Volvimos a la cafetería y fuimos a la mesa que nos dijo Dalia. Ella estaba sentada con ¿la directora García? ¿Qué hacía ella allí?

—Buenas tardes, profesora.

—Ohh, chicos, buenas tardes.

—¿Que está haciendo aquí?

—Chicos, ella es mi madre, Marisa García —explico Dalia—. Solo vino a ver los bocadillos del banquete para fiestas.

—Baile, cariño, baile.

—Sí, eso.

—Bueno, ya tenemos la cartulina—alce mi brazo mostrando de dicho papel blanco.

—¿Traen marcadores de colores?

—Sí, tome una estuchera con ellos que tenía Mariposa en su bulto.

—¿No se lo pediste?

—Por supuesto que no. Ella sabe que no me gusta usarlos, por eso pedírselos sería muy extraño.

—Sí, sí, no me importa. Solo dame los materiales.

—Todos tuyos.

Le di todo lo que pidió, incluyendo lápiz y una goma para borrar. Si estuve buscando a alguien desde la mañana para que lo hiciera fue para que todo estuviera perfecto. No podía haber errores. No cuando se trataba de Mariposa.

—Lápiz.

—Lápiz.

Will estaba detrás de Dalia, ayudando con los marcadores que requería.

—Goma de borrar.

—Goma de borrar.

—Marcador.

—Marcador.

—¡Este no, el negro, Will!

—Oh, sí, disculpa. Me distraje. Toma.

—Gracias.

Bufo, quitándose el cabello de la cara. Yo estaba sentado bebiendo un jugo y supervisando la obra, a mi lado estaba García que solo observaba y no cooperaba, me molestaba la gente así.

—Así que, quieres invitar a la señorita D'amico al baile, ¿eh?




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