Bailando Bajo La Lluvia

Capítulo 26 parte 1

EL BAILE

BRUNO

Viernes, 10 de diciembre, me sorprendía cómo es que el tiempo volaba sin que me diera cuenta. Era simplemente increíble.

Cuando volvimos a casa, le di la "sorpresa" a Clara, se sorprendió realmente al ver cómo había quedado el lugar, el cartel había sido lo mejor porque Dalia le había dibujado unas mariposas azules, había un total de cincuenta globos azul y dorados extendidos por todo el espacio, las hojas de la jacaranda habían servido de camino y las demás hojas de glicinas como decoración extra.

Mery preparó galletas de mantequilla y chispas de chocolate, y nadie pudo quejarse a la hora de la cena. Todo había salido bien, pero ahora debíamos prepararnos para lo que se venía.

—Joven Anderson —me llamo Mery, con el uniforme de Mariposa en las manos.

—Solo dime Bruno, Mery —le repetí por octava vez.

—Discúlpeme, joven Bruno —le dio una reprobatoria, pero ella la ignoró y susurró: —. El vestido de la señorita Clara está listo para cuando de la orden de subirlo.

—Tráiganlo cuando estemos por llegar, quiero darle la sorpresa cuanto antes.

—Sí, señor.

—Mery.

—¡Por favor, pronto ustedes dos serán señor y señora Anderson D'amico! No puede culpar a una anciana por desear que ese momento llegue pronto.

—Pero aún no lo somos.

—Mi intuición maternal sabe lo que dice, joven Bruno —dicho eso, se retiró.

—¿Era Mery? —escuche preguntar a Mariposa detrás de mí.

—Sí, vino a dejar tu uniforme —le mostré cuando me giré a verla.

—Gracias, no tardo en salir.

Tomo su ropa y de nuevo se metió al cuarto de baño, era un alivio que no logró escuchar nuestra conversación. Si ella se llegaba a enterar de mi otra sorpresa me iba a desmayar, porque era muy común que a mí se me fueran por la borda las sorpresas.

—Bru, vámonos —Mariposa me sacó de mis pensamientos—. Estamos agarrando la manía de llegar tarde a clases y muchos de los profesores están empezando a mal pensar de nosotros.

—¿A qué te refieres? —fruncí el ceño.

—Creen que estamos haciendo... el amor.

Agacho la cabeza y un color rojo tiñó su cara por completo, al parecer a ella le daba pena hablar del tema.

—¿Por qué te avergüenza decirlo?

—Ehhh, no... yo... no... —tartamudeo.

—Hey, tranquila —ríe, tomando su mentón—. No tienes porqué sentirte avergonzada de decir que tú y yo podríamos hacer el amor.

Me regaló una sonrisa tímida y muy tierna de su parte. Inhale profundamente su perfume puro, aunque este ya no se mezclaba con el olor a cigarro al menos, muy pocas veces lo sentía. También empecé a notar mucho más el bajo consumo de alimento de Mariposa, eso me estaba preocupando demasiado, ya había perdido cuatro kilos, por lo menos, desde que había llegado.

—¿No vas a desayunar? —le pregunté.

—Am... no. Comeré allá.

—Está bien, pero te hice algo que no podrás rechazar.

—¿Qué es?

Me fui al comedor y volví con un termo transparente del personaje animado Olaf de Frozen.

—¡Un batido de chocolate!

Ella volvió a sonreír ¡Dios! Jamás me cansaría de ser la razón por la que hiciera ese gesto.

—Vaya, vaya. Gracias, Bru.

—No hay porqué, Mariposa.

Llegamos a la escuela y afortunadamente, no nos dieron un citatorio para en la tarde por haber llegado tarde, otra vez, por la razón de que el baile era esa noche y la gran mayoría debería estar presente.

Al final de los extraescolares, fue un empate entre ella de tercero y cuarto nivel con los de quinto y sexto, no hubo muchos que se alegraron con la noticia, pero, aún así, todo fue de maravilla. La profesora Zulema estaba encantada, aunque preferiría ser el único lugar, se conformaba con el resultado.

—¡Atención, atención todo el mundo! —exclamó Hannah a través del micrófono, subida en una silla—. Hagan una fila para llevar sus boletos del baile de diciembre, ¡gouuuuuuuu!

Con ayuda de sus amigas se bajó y comenzó a repartir las entradas a todos los que empezaban a formar en la fila.

—Ya regreso, iré a buscar las entradas.

Mariposa asintió con la cabeza, estaba ocupada hablando con Stefan. Me metí a la cola como pude y no voy a mentir, me cole una o dos veces para llegar más rápido al final.

—Hola, Hannah —salude a la morena.

—Hola, Brunis.

—Dame... seis tickets, por favor.

—Claro —empezó a cortar los papelitos—. Por cierto, felicitaciones por hacer formal tu relación con... Clara.

—Oh, gracias. Yo... quiero que sepas que nunca quise...

—Brunis, está bien. Tu y yo salimos como... amigos.

—Sí, pero ese día después del supermercado...

—Yo...—se aclaró la garganta— yo confundí tus señales de amistad con algo más. Ahora lo entiendo y tú no tienes porqué disculparte, ¿sí? —me entregó los tickets.

—Está bien, gracias.

De alguna manera, el hablar con Hannah sobre lo que había pasado, me hizo quitarme un peso de encima que ni siquiera sabía que cargaba. Tal vez, mi subconsciente sabía que me había quedado desconcertado con su pequeño beso inesperado.

Volvimos a clases, y cada vez el tiempo se hacía más largo y agobiante. A ella le tocaba finanzas y a mí una clase diferente, la verdad a había aprender su horario al pie de la letra, sin embargo, el mío no.

—¿Te veo en la salida?

—Si.

—Está bien —tome su mano y le dio un beso en el dorso—. Adiós.

—¿Sabes? Nunca me ha gustado que digas "adiós" es como si nunca nos volveríamos a ver.

—Uff, de acuerdo —revire los ojos divertido—, hasta luego, Mariposa.

—Eso suena mejor.

—Nos vemos.

Ella entró al aula y tuve que retirarme antes de que los diez minutos de cambio de clase terminarán.

—¡Hey, amigo! —me saludo Luis.

—Hola.

—¿Cómo te ha ido últimamente? —me pregunto sospechoso.




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