Bailando entre emociones

Capítulo 3

Pasaron los años, y las aulas del estudio de danza se convirtieron en el segundo hogar de Anna y Kael. Desde aquel primer día, en que el profesor los emparejó, algo se había formado entre ellos. Era una mezcla de confianza, amistad y un entendimiento que pocas veces necesitaba palabras. A veces, cuando los demás se marchaban después de clase, ellos se quedaban practicando un poco más, retándose a aprender nuevos pasos, perfeccionando coreografías o simplemente disfrutando del tiempo juntos.

Anna había crecido, pero seguía siendo la misma niña que miraba a Kael con admiración. Aunque ahora ambos eran adolescentes —Anna de quince y Kael de diecisiete—, la dinámica entre ellos no había cambiado mucho. Kael, con su porte más alto y seguro, siempre mantenía esa actitud serena que la tranquilizaba. A veces, Anna aún sentía esa mezcla de nervios y emoción cuando bailaba a su lado. No porque temiera fallar, sino porque sabía que, con Kael, el baile siempre era especial.

El estudio estaba casi vacío. El profesor les había permitido quedarse un poco más, ya que ambos estaban preparándose para su primera gala como pareja de baile oficial. El aire estaba cargado de nervios, pero también de expectativa.

—¿Tienes miedo? —preguntó Kael con voz tranquila.
Anna lo miró mientras se estiraba frente al espejo. Sabía que Kael también sentía la presión, aunque rara vez lo admitía.

—Un poco —respondió, encogiéndose de hombros—. Es nuestro primer concurso importante. No quiero arruinarlo.
Kael caminó hacia ella con la paz que siempre le había envidiado.

—No vas a arruinar nada. Hemos practicado suficiente, y además... siempre haces que todo salga bien —la observó en silencio, su sonrisa era pequeña, pero cálida.

Anna no pudo evitar notar el brillo en sus ojos, uno que no había visto antes. El Kael de 17 años no era solo su compañero de baile, el chico confiado con el que había compartido tantos ensayos. Había algo más en él, algo que le hacía sentir un calor extraño en las mejillas. La manera en que la observaba, con esa mezcla de seriedad y algo más suave, despertaba en ella una sensación que no sabía cómo interpretar.

—Gracias... —murmuró Anna y desvió la mirada por un segundo, tratando de ocultar el rubor que comenzaba a subirle al rostro—. Aunque a veces no estoy tan segura.

Kael se inclinó ligeramente hacia ella, con una cercanía que Anna no había sentido antes y tomó su manos, un gesto pequeño, pero que hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo.
Anna se quedó inmóvil, sorprendida de lo consciente que estaba de ese contacto, de cómo la simple cercanía de Kael parecía llenar el aire a su alrededor de una sensación que no entendía del todo. Le daba seguridad, sí, pero también la hacía más consciente de su propia respiración, del latido de su corazón que parecía acelerarse cuando Kalel quedaba a pocos centímetros de ella.

—Yo lo estoy —dijo Kael en voz baja, con un tono más serio esta vez—. Confío en ti.

Las palabras se quedaron flotando en el aire, cargadas de un significado que ambos sentían pero ninguno mencionaba. Anna levantó la vista lentamente, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Sus ojos se encontraron, y en esa fracción de segundo, la manera en que se miraban se volvió más profunda.

El silencio se mantuvo por unos instantes, y aunque la música seguía sonando en el fondo, Anna solo podía escuchar el latido de su propio corazón. Y aunque Kael no dijo nada más, en sus ojos había una promesa silenciosa, una promesa de que lo que tenían entre ellos iba más allá de los ensayos y los pasos de baile.




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