Bailando entre emociones

Capítulo 8

Anna y Kael regresaron a la rutina de entrenamiento. Tras su victoria, la academia estaba más atenta que nunca a su progreso, y la presión para mantener el nivel de excelencia crecía con cada ensayo, lo que era bueno para Anna, ya que le servía de excusa para esconder lo que sentía por Kael. Pero en cambio, Kael notaba que Anna no estaba siendo sincera cuando bailaba. La chispa, que se encendía al bailar, ya no estaba. Anna parecia distante y solo buscaba la perfección, lo que generaba una sensación de frustración y tensión. Kalel no entendía el motivo, pero quería averiguarlo.
—¿Salimos a tomar algo? —propuso mientras recogía sus cosas del vestuario.
Anna sonrió ligeramente. Sabía que Kael necesitaba ese respiro, por lo que no podía negarse.
—Me parece bien. Hace mucho que no salimos a relajarnos.
Caminaban juntos por la calle, disfrutando del aire fresco del final de la tarde. El sol estaba empezando a ponerse, bañando las calles en una luz dorada que hacía que el ambiente se sintiera menos agitado. A pesar del cansancio que ambos llevaban encima, estar fuera del estudio les hacía sentirse más ligeros.
—Hace tiempo que no veníamos aquí —dijo Anna cuando llegaron a una pequeña heladería que solían frecuentar de niños.
—Sí te parece bien, podemos entrar —respondió Kael. Volver a ese hábito le hacía creer que Anna podía disfrutar de un paseo como cuando era pequeña y así se mostraría como era, ya que a pesar de haber notado el cambio en ella, no se animaba a preguntarle qué le ocurría. Esperaba que lo expresara como solía hacerlo si algo le preocupaba.
Ambos pidieron sus helados, y mientras se sentaban en una de las mesas afuera, Anna se dio cuenta de lo diferente que se sentía estar con Kael en ese entorno. No había presión por hacer los pasos correctos, ni la cercanía física que, en el estudio, la había llenado de una mezcla de confusión y pudor. Aquí, simplemente disfrutaban de la compañía del otro, por lo que se animó a hacerle una invitación para entender mejor qué tipo de relación podían tener. Si solo amigos y pareja de baile. O algo más.
—Kael, este fin de semana hay un festival de verano en el parque. ¿Te gustaría venir?

Kael la miró, en silencio. Él tambien tenía sus dudas y necesitaba saber qué tipo de invitación le estaba haciendo, por eso se animó a soltar una mentira para ver si podía descubrir si de verdad Anna quería hacer algo diferente para pasar tiempo juntos más allá de los ensayos.
—No lo sé,... tenemos mucho que ensayar.
Anna sacudió la cabeza, y a pesar de haberle dolido esa respuesta, ya que había pensado que aceptaría fácil por el paseo de ese día, se animó a insistir.
—No todo es ensayo. A veces necesitamos desconectar para volvernos más fuertes. Además, ya sabes que el verano siempre fue nuestra época favorita.
Kael pensó por un momento y, finalmente, sonrió. Le había gustado que no se rindiera con la invitación.
—Tienes razón. ¡Vamos al festival!
El festival de verano llegó con su típica energía vibrante. Las luces decoraban el parque, las risas llenaban el aire, y la música animada creaba un ambiente relajado. Anna y Kael caminaban entre la multitud, disfrutando de una sensación de normalidad que no habían tenido en mucho tiempo.
El parque estaba lleno de vida. Familias, parejas y grupos de amigos caminaban entre los juegos y puestos de comida, y en el centro del parque, un pequeño escenario improvisado daba lugar a una banda local que tocaba canciones veraniegas.
—¿Te acuerdas de la primera vez que bailamos en un festival como este? —preguntó Anna con nostálgica. Ella ya con 16 años y Kael de 18, parecía una época lejana recordar ese día.
—Lo recuerdo perfectamente. Confieso que n5e de empezar estaba nervioso.
Ambos se rieron, caminando por el parque mientras disfrutaban de un helado y de la compañía del otro. Por un momento, parecía que todas las tensiones de las últimas semanas se desvanecían. Anna se veía más relajada y eso a Kael le daba, en parte, una sensación de alivio, solo debía descubrir por qué cuando bailaba, Anna parecía cerrarse, y no se expresaba con sinceridad.
—Vamos a los juegos —Anna señaló una serie de puestos—. ¿Te animas?
Kael asintió y la siguió hasta donde había un juego de aros.
—Estoy segura de que puedo ganarte en esto —dijo, tomando un aro y lo lanzó confiada.

Kael se rió mientras Anna fallaba el tiro por poco.
—No lo parece —Tomó un aro y lo lanzó con precisión, haciendo que cayera perfectamente sobre la botella.
Anna frunció el ceño en una fingida frustración.
—¿Sabes? Eres bueno en esto, pero no tan bueno en todo —bromeó, empujándolo suavemente con el hombro.
Pasaron los siguientes minutos jugando y riendo, olvidando por un rato las sensaciones extrañas que habían nublado sus ensayos. Anna se sentía como si hubiera retrocedido en el tiempo, a los días en que todo lo que importaba era disfrutar del momento juntos y no buscar la perfección en el baile.
El sonido de la música seguía sonando de fondo, y ambos se sintieron tentados a moverse al ritmo de la melodía.
—¿Te parece si bailamos? —preguntó Kalel, señalando el pequeño espacio frente al escenario donde algunas parejas improvisaban pasos al compás de la música.
Anna lo miró con dudas. Bailar era lo que siempre habían hecho juntos, pero esta vez parecía diferente. La pista no era formal, no había reglas ni jurados. Era solo diversión. Pero a la vez parecía algo más íntimo que la hacía ruborizarse.
—¿Bailar aquí? —preguntó Anna, con un deje de preocupación en la voz. Su corazón latía con fuerza ante la invitación, una mezcla de sorpresa y nerviosismo la invadía. Sabía que aceptar significaba volver a enfrentarse a los sentimientos que había estado intentando reprimir. No quería que esos sentimientos volviesen a florecer, no cuando había tratado de mantenerlos bajo control—. ¿De verdad quieres hacerlo?
—¿Por qué no? —respondió Kael, con una sonrisa tranquila. Sin dudarlo, tomó suavemente su mano, sus dedos entrelazándose de manera natural. La guió hacia el centro de la pequeña pista improvisada—. Vamos a divertirnos por una vez, sin preocuparnos por ser perfectos.
Antes de que Anna pudiera reaccionar o poner alguna excusa, Kael ya la estaba moviendo al compás de la música. El calor de su mano transmitía una seguridad que desarmaba cualquier resistencia en Anna, y poco a poco, se dejó llevar.




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