El sol de la tarde iluminaba el estudio de danza, creando sombras largas en el suelo mientras Anna ajustaba su postura frente al espejo. Su mente estaba lejos, perdida en pensamientos que la atormentaban desde hacía días. Kael y ella habían dejado de ensayar juntos, y aunque trataba de convencerse de que había tomado la decisión correcta, el vacío que sentía era innegable.
El profesor se acercó a Anna, interrumpiendo sus pensamientos con una sonrisa.
—Anna, te presentaré a tu nuevo compañero de baile —dijo con un tono entusiasta—. Se llama Luca. Es nuevo en la academia, pero tiene un gran talento.
Anna asintió, sintiendo un leve nudo en el estómago. La idea de bailar con otra persona seguía siendo incómoda, pero sabía que no podía seguir aferrada al pasado. Si quería seguir avanzando como bailarina, tenía que adaptarse, aunque eso significara alejarse de Kael.
Luca era alto, de cabello castaño y una sonrisa confiada. Tenía una presencia que se hacía notar de inmediato. Su porte seguro y su expresión amigable le daban una aura de confianza.
—Hola, Anna —dijo Luca con una sonrisa—. He oído muchas cosas buenas de ti. Es un honor ser tu compañero de baile.
Anna sonrió tímidamente, intentando relajarse.
—Igualmente, Luca. Espero que podamos trabajar bien juntos.
El profesor les indicó que comenzaran con una secuencia sencilla para ver cómo se adaptaban el uno al otro. Luca tomó la mano de Anna con seguridad, y aunque sus movimientos eran precisos y su técnica impecable, Luca era talentoso, eso estaba claro, pero la conexión emocional que había tenido con Kael no estaba allí. Se preguntó si eso era bueno o malo.
A medida que avanzaban en los primeros pasos, Anna notaba la diferencia. Luca marcaba los movimientos con exactitud, pero sus manos no transmitían esa sensación de confianza y entendimiento que Kael siempre había logrado con ella. Era todo más técnico, más frío. Intentó no pensar en eso, se obligó a concentrarse en la coreografía y a aceptar que este era su nuevo camino.
Desde el otro extremo del estudio, Kael practicaba con su nueva compañera, pero sus ojos no dejaban de desviarse hacia Anna y Luca. Cada vez que los veía juntos, una mezcla de celos y tristeza lo invadía. Sabía que no tenía derecho a sentirse así, después de todo, había aceptado la decisión de Anna, pero ver a alguien más tomar su lugar era más difícil de lo que había imaginado.
Luca se movía con una confianza natural, su cuerpo parecía fluir con el ritmo de la música, y aunque Kael no quería admitirlo, era obvio que tenía talento. Sin embargo, algo dentro de él le decía que Anna no se sentía tan cómoda como intentaba aparentar.
Después de unos minutos de ensayo, el profesor los detuvo para darles algunas indicaciones.
—Muy bien, Luca. Tus movimientos son firmes y fluidos. Anna, trata de relajarte un poco más. Recuerda que, aunque la técnica es importante, el baile también debe sentirse —dijo guiñando un ojo.
Cuando la práctica terminó, Luca se acercó a Anna con una sonrisa fácil, aunque se notaba que había algo de curiosidad en su mirada.
—Has estado algo tensa hoy —comentó Luca, con un tono amable—. ¿Todo bien?
Anna sonrió, aunque era más una sonrisa de cortesía que una verdadera muestra de alivio.
—Sí, solo es cuestión de acostumbrarme. Estoy bien.
Luca asintió, aunque no parecía del todo convencido.
—No te preocupes, vamos a hacerlo bien. Solo necesitamos un poco más de práctica.
Kael, que se encontraba al otro lado de la sala recogiendo sus cosas, sintió una punzada de dolor al escuchar a Luca hablando con Anna. Sabía que lo que estaba experimentando era celos, pero también era consciente de que no podía hacer nada al respecto. Anna había tomado su decisión, y él tenía que respetarla, aunque eso significara mantenerse al margen.
Mientras Luca y Anna salían del estudio juntos, Kael los observaba en silencio. El peso de la distancia entre ellos se sentía más fuerte con cada día que pasaba, y aunque no lo dijera en voz alta, Kael sabía que, en algún lugar profundo, todavía albergaba la esperanza de que las cosas volvieran a ser como antes.
Pero ahora, con Luca en escena, Kael se preguntaba si ese deseo no era más que una ilusión.