Anna se había dado cuenta que Kael le hacía falta, más de lo que estaba dispuesta a admitir. El miedo a ser rechazada, a que él no la viera como ella lo veía a él, la había paralizado. Pero ahora, entendía que, incluso si el miedo la consumía, perderlo de verdad sería mucho peor.
Al día siguiente, el aire en el estudio era denso con la inminencia de la competencia. Anna y Luca practicaban con seriedad, pero ella sabía que estaba forzando cada movimiento. No importaba cuánto lo intentara, Kael seguía ocupando su mente. Los recuerdos de los ensayos con él, de cómo sus cuerpos encajaban a la perfección, la atormentaban a cada paso.
En medio de un giro fallido, Anna finalmente se detuvo, soltando un suspiro frustrado.
—No puedo seguir así —murmuró, más para sí misma que para Luca.
—¿Ya tomaste una decision? —Luca se acercó, con los brazos cruzados.
—Sí —confesó, su voz temblorosa—. Kael me hace falta. No solo como compañero de baile...
Luca asintió lentamente, como si ya hubiera anticipado esa respuesta. La tensión entre ellos no había sido solo sobre el baile. Era algo mucho más profundo, y Luca lo había visto desde el principio.
—Sabes que eso se nota, ¿verdad? —dijo suavemente—. He visto cómo lo miras cuando estamos en el estudio.
Anna bajó la mirada, avergonzada por su propia debilidad. Había intentado escapar de sus sentimientos, pero todo lo que había logrado era alejarse de la persona que más le importaba.
—Lo siento, Luca. He intentado seguir adelante, pero... no puedo fingir más. Kael significa mucho para mí. Él hace que el baile tenga sentido. Con él, todo es diferente.
Luca sonrió levemente, resignado a la verdad que había estado ante ellos todo el tiempo.
—No tienes que disculparte, Anna. Sé lo que hay entre ustedes dos. No es algo que yo pueda reemplazar. —Hizo una pausa antes de continuar—. La competencia está a la vuelta de la esquina, y terminaremos lo que empezamos. Pero después... necesitarás ser honesta con él.
Desde el momento en que Anna decidió cambiar de pareja de baile, Kael sintió cómo una parte de él se había quedado estancada en el pasado. En un principio, trató de convencerse de que era lo mejor para ambos, de que el baile debía seguir siendo su prioridad, pero conforme pasaban los días, el vacío que sentía al no tenerla a su lado crecía.
Había estado practicando con su nueva compañera, haciendo todo lo posible por concentrarse, pero cada vez que pasaba junto a Anna en el estudio, sus ojos buscaban los de ella, pero Anna rara vez le devolvía la mirada. El silencio hablaba más que cualquier palabra, y Kael empezaba a temer que hubiera decidido dejarlo atrás, no solo en la pista de baile, sino también en su vida.
Sin embargo, a pesar de la distancia, Kael sabía que no solo su propio rendimiento no estaba bien, sino el de Anna también. La veía en cada paso, en cada movimiento que intentaba ejecutar junto a Luca: su cuerpo estaba ahí, pero su alma no. No era la misma Anna que solía bailar con él. El brillo que antes la acompañaba se había apagado.
Esa tarde, Kael recogía sus cosas después de un largo ensayo. Su compañera había sido paciente, aunque él sabía que no estaba realmente presente en esos ensayos. Anna lo estaba consumiendo, incluso cuando no estaba cerca. Y aunque había tratado de mantener una actitud profesional, el dolor de no tenerla a su lado era evidente.
Kael observaba desde la distancia cómo Anna se preparaba para salir del estudio. La duda lo corroía. ¿Debía acercarse? Habían pasado semanas desde que realmente hablaron, desde que compartieron algo más allá de la cortesía profesional.
Decidió no quedarse callado y rápidamente se acercó justo cuando ella se disponía a marcharse. Anna lo vio venir, y por un momento, sus ojos reflejaron algo que él no pudo descifrar: ¿culpa? ¿Alivio?
—Anna... —dijo suavemente cuando ella estuvo lo suficientemente cerca.