Bailando entre emociones

Capítulo 20

La sala de espera del hospital estaba cargada de silencio, interrumpido solo por el sonido lejano de puertas automáticas y murmullos del personal médico. Kael estaba sentado junto a Anna, con su mano entrelazada con la de ella. No la había soltado desde el accidente, ni cuando la atendieron y corroboraron que se había quebrado. No tenía intenciones de hacerlo.
Anna permanecía en la camilla, con el brazo enyesado, y la cabeza apoyada en la almohada. El dolor físico había menguado un poco, pero el arrepentimiento era más pesado que nunca. Lo que había hecho en las últimas semanas la había llevado a transformar su vida por completo.
Anna cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con volver a brotar. Había pasado tanto tiempo tratando de ser fuerte, intentando hacer lo correcto para su carrera, que ahora se daba cuenta de que había perdido algo mucho más importante en el proceso.
—Perdón por tomar la peor decisión de mi vida—susurró finalmente—. Con esto que pasó, ya no podremos bailar juntos nunca más.
Kael la miró con ternura, su corazón le dolía al verla tan vulnerable. Sabía lo mucho que ella se exigía a sí misma, lo mucho que había intentado mantener la compostura, pero también su frase era un poco exagerada. Nada se estaba por terminar.
—No es así, Anna —dijo suavemente—. Sé que ha sido difícil, pero esto no es el final, ni para ti en el baile ni para nosotros que siempre hemos compartido tamtos otros momentos. Siempre podremos volver a lo que eramos, solo tienes que recuperarte.
Anna lo miró, sorprendida por sus palabras. Kael siempre con esa calma, le daba esperanza y alejaba sus temores. Tomó aire para contener la angustia, pero a pesar de querer sentirse segura, la duda quería atormentarla.

—¿Cómo puedes estar seguro? —preguntó con la voz rota—. Todo lo que hice fue alejarme de ti, como si no me importaras. Y ahora, ni siquiera puedo bailar. No soy más que... una idiota
Kael negó con la cabeza con una mirada firme pero con curiosidad a la vez.
—Anna, lo que hiciste fue tratar de protegerte. Lo entiendo. Pero... —hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. Lo que nunca entendí fue por qué sentías que tenías que alejarte. Siempre hemos sido un equipo, y te juro que nunca me sentí tan perdido como cuando dejaste de bailar conmigo.
Las palabras de Kael golpearon a Anna con fuerza. Sabía que había tomado la decisión de alejarse por miedo a lo que sentía, además de miedo a que esos sentimientos complicaran su carrera, o que él la viera como una muchacha de 17 años que se había enamorado de su compañero de 21 y que en cualquier segundo ese sentir podia desaparecer. Pero, en ese instante, se daba cuenta de que lo que más temía no era enamorarse de Kael, sino perderlo.
—Kael, —comenzó, con la voz temblorosa, buscando la fuerza para continuar—. Todo este tiempo... pensé que debía mantener la distancia, que si me permitía sentir algo más iba a arruinar la magia que teníamos en la pista de baile. —Anna hizo una pausa, sintiendo cómo el nudo en su garganta empezaba a deshacerse mientras las palabras comenzaban a fluir—. Pero me equivoqué. Lo que me hacía bailar de esa manera, lo que nos hacía únicos, no era solo la técnica o la práctica. Era lo que yo... lo que yo sentía por ti.
Kael la miró, su corazón latiendo con fuerza. Había esperado tanto tiempo para escuchar esas palabras, pero ahora que las escuchaba, no sabía cómo responder. Todo lo que sentía por ella, todo lo que había reprimido, parecía explotar en su pecho
—Anna, yo... —su voz temblaba ligeramente—. No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Yo estoy aquí, y siempre estaré, no solo como tu compañero de baile, ni como el adulto responsable que se supone que debo ser —Kael hizo una pausa, sonriendo—. Estoy aquí porque te aprecio más de lo que crees.

Anna se quedó en silencio, procesando lo que Kael acababa de decir y lo miró a los ojos, con intensidad hasta que la verdad la golpeó: Kael siempre la había visto más que como una compañera de baile o una amiga. Y todo ese tiempo no habían sido necesarias las palabras para confesarlo porque sus cuerpos habían comenzado a conectarse en la pista de una forma que iba más allá de la técnica, como si cada movimiento reflejara un lenguaje secreto que solo ellos compartían. La pasión con la que bailaban no era solo el resultado de años de práctica, sino de la creciente conexión emocional que sentían el uno por el otro, pero que cada uno había guardado en secreto por una razón que no tenía sentido.
Anna, no dejaba de pensar en las veces en que Kael la había tomado de la mano en medio de un paso complicado, o cuando la levantaba con una suavidad que la hacía sentirse segura, Anna había empezado a notar que su piel quemaba en cada mirada, en cada respiración compartida. La chispa que los hacía destacar en la pista era la misma que encendía su día a día. Se veía en la manera en que sus miradas se encontraban en los ensayos, en la forma en que Kael parecía siempre saber lo que necesitaba antes de que ella lo pidiera. Había momentos fuera del escenario en los que esa chispa también se manifestaba, en cada sonrisa cómplice, en los silencios que compartían con la misma comodidad que las palabras.
Anna se lamentó por haberse escapado de la verdad que tuvo siempre delante de sus ojos. La conexión que había crecido en cada paso, en cada ensayo, en cada instante que pasaban juntos no era solo profesional, era personal, y había sido así durante más tiempo del que ella se había permitido admitir. Y ahora, en ese hospital, sentía que el peso de esa verdad no la aplastaba, sino que la liberaba. No había nada caótico en lo que sentían el uno por el otro, porque siempre había estado allí, en la pista y en su vida cotidiana, esperando a ser reconocido.
Por eso, Debía seguir siendo sincera.




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