Bailando entre emociones

Capítulo 22

El sol apenas caía por el horizonte cuando Anna y Kael llegaron al teatro. Afuera, el bullicio de la ciudad contrastaba con el silencio tenso que reinaba en los pasillos del lugar. Solo unas horas los separaban de la nueva competencia a la que se habían preparado luego de que Anna estuviera lista para regresar a los escenarios. Todo lo que habian trabajado juntos se pondría a prueba. Pero, más allá de los jueces, más allá del público, lo que realmente estaba en juego era algo mucho más personal: su conexión, su amor y la promesa de bailar como nunca antes lo habían hecho.
Anna ajustó la manga de su vestido con su brazo recuperado. Aún podía sentir una ligera molestia al moverse, pero nada que pudiera detenerla. Había llegado lejos, no solo en su danza, sino en su viaje emocional. Las semanas de rehabilitación habían sido intensas, no solo por el esfuerzo físico, sino por la tormenta de sentimientos que había estado reprimiendo. Cada vez que recordaba el accidente, las dudas, la distancia que ella misma había creado, sentía una punzada de arrepentimiento. Sin embargo, la promesa de volver a bailar juntos le daba fuerza.
—¿Estás lista? —Kael rompió el silencio mientras se acercaba.
Anna asintió, respirando profundamente. Su mirada se encontró con la de él, llena de determinación y una promesa implícita. Se habían preparado para este momento no solo con ensayos, sino con la entrega de sus corazones. Habían luchado contra miedos, dudas, y finalmente, habían llegado al mismo punto: listos para renacer.
Kael le ofreció su mano.
—Vamos a mostrarles lo que significa realmente bailar juntos.
.......
El telón se alzó lentamente, revelando el gran escenario iluminado solo por una tenue luz dorada que creaba una atmósfera íntima, casi como si el mundo entero se hubiera detenido para ellos. Anna y Kael se encontraban en el centro de la pista, tomados de la mano.
Kael se acercó a Anna, con sus ojos fijos en los de ella, y suavemente deslizó su mano por su espalda hasta que encontró su lugar en su cintura. El contacto era delicado, pero lleno de intención. Anna respondió apoyando su mano sobre su hombro y la música comenzó.

Era un tango, una melodía llena de pasión y fuerza, que les daba el ritmo perfecto para expresar todo lo que llevaban dentro. Desde el primer compás, sus cuerpos parecían ser dos mitades de un todo que encajaban a la perfección. La conexión entre ellos no necesitaba palabras, era un amor sincero que se sentía en el aire.
Un suave compás envolvía la pista. Anna dio el primer paso, siguiendo a Kael mientras la guiaba con precisión Los movimientos eran seguros, precisos, pero llenos de una intensidad que solo Anna podía descifrar. Sus manos la guiaban con delicadeza, con la misma ternura con la que la había cuidado después del accidente. Por su parte ella respondía con la misma pasión, dejando que cada giro, cada levantamiento, fuera una confesión muda de su amor por él.
En un momento Kael hizo girar con suavidad, manteniendo su mano firmemente en la de ella. El giro era fluido, pero lo que más destacaba no era el movimiento en sí, sino la forma en que sus miradas permanecían conectadas. Anna lo miraba con una mezcla de confianza y amor, mientras Kael no apartaba los ojos de los suyos, como si en cada paso, estuviera reafirmando su promesa de estar siempre a su lado.
A medida que el baile continuaba, Anna sintió cómo su corazón latía al compás de la música, pero también al ritmo del amor que sentía por Kael. En un momento, él la atrajo hacia sí, dejando su rostro cerca del de ella, y por un segundo, el mundo pareció detenerse. El público desapareció, los jueces desaparecieron. Solo estaban ellos dos, con los corazones abiertos, expresando todo lo que sentían.
El público, ajeno a su historia personal, podía sentir la profundidad de cada mirada, de cada caricia sutil que compartían durante la coreografía. La danza se había convertido en una conversación entre sus cuerpos. Un diálogo donde no había espacio para el miedo o el arrepentimiento, solo para el amor, el deseo y la entrega mutua.
A medida que la música crecía en intensidad, también lo hacía el fuego que ardía entre ellos. Los ojos de Kael estaban fijos en los de Anna, y en ese intercambio, era como si le prometiera que nunca la dejaría caer de nuevo, ni en el baile ni en la vida.

Anna respondió con una sonrisa que iluminó su rostro y reflejaba la seguridad que había encontrado en él. Sabía que, aunque el baile terminara, lo que compartían no lo haría.
El clímax de la coreografía llegó, y con él, un último giro que llevó a Anna a caer en los brazos de Kael. El teatro estalló en aplausos, pero para ellos dos, ese momento fue privado. Mientras se miraban, apenas podían escuchar los vítores. La mirada de Kael, intensa y llena de orgullo, se encontró con la de Anna, que ahora estaba inundada de lágrimas. Lágrimas que no eran de tristeza, sino de pura felicidad.
Kael, aún sosteniéndola con fuerza, levantó una mano hacia el rostro de Anna, limpiando delicadamente las lágrimas que rodaban por su mejilla. Sus dedos trazaron el contorno de su rostro con una ternura que la hizo sentir segura, amada. Anna cerró los ojos por un instante, dejándose llevar por el calor del momento, por la sensación de que estaban completamente solos, a pesar de la multitud que los aclamaba.
Cuando Anna abrió los ojos, Kael ya estaba más cerca, y en el brillo de su mirada, pudo ver la promesa de algo más profundo. Sus rostros estaban a centímetros de distancia, y la distancia que alguna vez existió entre ellos parecía una memoria lejana. Con una suavidad casi imperceptible, Kael inclinó su cabeza hacia ella, y Anna lo recibió con los ojos entrecerrados, dejando que el momento los envolviera.
Sus labios se encontraron en un beso suave, cargado de todo lo que habían callado durante tanto tiempo. El beso no fue apresurado, ni intenso, sino lento, tierno, como si fuera la culminación de todo lo que habían pasado juntos. Anna sintió que, en ese instante, todo lo que alguna vez la había asustado desaparecía, reemplazado por una calidez que solo Kael le podía dar. El público seguía aplaudiendo, pero el sonido era solo un eco lejano. Para ellos dos, el mundo se había reducido a ese beso, a la certeza de que lo que compartían no se limitaba a la pista de baile.
Cuando sus labios finalmente se separaron, Kael la miró con una sonrisa que irradiaba puro amor.




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