Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo XXXVI

Voy junto a Frank con algo de nervios a la clase de electrónica, el profesor nos pidió ir para mostrarles la plataforma ya culminada. Hemos hecho esto toda la mañana, explicando salón por salón cómo se usará y cómo funciona.

Mi mirada se dirige a Cristian, que me sonríe con completa ternura. Solo que la sonrisa desaparece cuando el mismo rubio tonto de siempre le susurra algo, no sé qué fue, pero Mario también lo escuchó y le dio una patada que lo tiró de la silla.

Ay, Dios.

──Ochoa, a dirección.

Si me dieran una moneda por cada vez que escucho eso…

Abro mi boca dispuesta a pelear, pero Mario pega un salto y se levanta.

──Me voy, no preocuparse. ──me dice y yo hago una mueca──. Profesor, ¿cómo quiere el café? Traje uno que tiene canela, noté que es su favorito.

El profesor le ve con mala cara por unos segundos, pero se rinde.

──Dos de azúcar.

──Genial. ──Mario me mira──. Luego iré al apartamento para que me expliques. ──Se acerca y murmura──. Te pido que no hagas eso, ya lo permití el otro día, pero no lo hagas más.

──Ochoa.

──Voy, voy. ──Sacude mi cabello y se va.

Se va bastante animado, parece emocionado por tomar café.

Frank se dedica a realizar el resto de la presentación, y yo tomo apuntes de lo más importantes mientras él habla. El profesor de vez en cuando me hace una pregunta para que hable, y lo hago sin importar lo cohibida que me siento.

Una vez listo, Frank se acerca para recoger, me contengo de poner mala cara cuando le dice que hay que ajustar algunos detalles todavía. Al salir de la clase de electrónica, veo a Mason a lo lejos. Contengo el aire para prepararme para la incomodidad, pero no. Al verme, desvía la mirada de inmediato y sigue su camino.

──Ese chico es muy raro ──dice Frank.

Tengo que darle la razón.

Ya en nuestro salón mientras hacemos las correcciones, noto que su mirada se enfoca en mi pecho, haciéndome sentir incómoda.

Pienso en ignorarlo, pero pasan los segundos y sigue haciéndolo, forzándome a preguntarle directamente.

──¿Qué tanto me ves allí? ──pregunto, dejando ver mi incomodidad.

Él se sonroja al percatarse.

──Lo lamento ──balbucea, nervioso──. Esa no era mi intención, no te estaba viendo…

──No lo digas por favor ──suplico──. Si no era eso, ¿qué veías con tanta atención?

──Es que he notado que dejaste de usar tu collar, me quedé viendo allí porque no sabía cómo preguntártelo, lo lamento.

Siento una punzada en el pecho ante sus palabras, había pasado una semana desde que dejé de usarlo y aún siento ese vacío al no tenerlo conmigo.

──Ah. ──Suspiro──. Sí… lo dejé en casa.

──Oh, ¿lo olvidaste?

──No, yo… ──Quiero mentir, pero estoy demasiado cansada de esconder mis pensamientos──, ya no lo usaré.

──¿Por qué no? Era una cruz muy bonita, te sentaba bien. Veía como la sostenías mucho con cariño.

¿De verdad hacia eso? No lo había notado.

──Es que a mis padres no les gusta, no comparten esa… creencia.

Se queda en silencio al escucharme, de seguro pensando en lo absurdo que suenan mis palabras.

──¿Y qué si no les gusta? ──pregunta.

Lo miro, sorprendida.

──¿Cómo dices?

──Rebeca, eres una adulta ya, claramente tendrás tus propias visiones del mundo.

──No lo entiendes…

──Tal vez no lo haga, pero, ¿no lo usas porque no quieres? ¿O no lo usas porque quieres su aprobación?

──Eso que importa ──mascullo en voz baja.

──Importa y mucho. ──dice con firmeza, tomando mi mano con suavidad──. Porque tú debes vivir tu vida como a ti te plazca, claro, dentro de todo lo saludable. Pero debes ser independiente, no vivir por y para ellos siguiendo ciegamente todo lo que te imponen. ¿Qué harás el día que ellos no estén? Si sigues así, cuando no estén, no sabrás quién eres, que te gusta o en lo que crees que es correcto o no. No cometas ese error.

──Pero…

──Mira, nunca me has contado que es lo que pasa con tus padres, me hago a una idea por lo que he visto de ti en tres años ──comenta──. Solo te digo que debes ser firme con lo que crees correcto, antes de que sea demasiado tarde. Porque eso puede afectar tu relación, aunque no lo creas.

──¿Mi relación?

──Sí ──afirma──. Llega un momento donde debemos priorizarnos, Rebeca. Suena egoísta, pero necesario. Nadie está viviendo por ti y la vida no te dará una segunda oportunidad.

Esa conversación se repite en mi mente en una especie de bucle en lo que quedó del día. Estoy al borde de la locura, ya no sabía si ser yo misma o ser quien ellos quieren que sea.

Porque me han dicho toda la vida que debo respetar lo que dicen mis padres, seguir lo que me indiquen. Pero, ¿ser quien ellos quieren… me hace feliz?




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