Suspiro, abrazando mis piernas, sentada en la tapa del inodoro echándome hacia atrás para no caerme de forma patética.
Vine a visitar a mi abuela, solo que no contaba con que toda la familia estaría aquí, la ansiedad que sentí me desbordó por completo. Aunque no estaban haciendo nada, algo dentro de mí, se encontraba inquieta. Y eso sumando a que papá le echó una que otra mirada a mi collar.
──Esto es ridículo ──me digo a mí misma──. Nadie me está haciendo nada malo.
Con eso en mente, logro calmarme. Tomo una respiración y salgo del baño.
Al estar con menos frecuencia por aquí… el ambiente no es tan hostil como lo sentía antes. Y, aunque muy pocos hablan o mencionan a Cristian, algunos de mis tíos se han mostrado más receptivos. Creando una especie de bandos, los que quieren darse la oportunidad de conocerlo y los que no.
Los que quieren conocerlo dicen que debe ser bueno si me cuida como lo hace, pero los que no… opinan igual que mis padres. Que alguien tan minucioso con las palabras o reservado no puede ser bueno.
Cuando llego donde están todos, me siento al lado de uno de uno de mis tíos. Quien se ha mostrado más cariñoso de un tiempo para acá, hasta queriendo visitarme, algo que me llena de felicidad.
──Rebeca, entonces, ¿vas a participar en una competencia? ──pregunta él, tendiéndome un dulce que tomo gustosa.
──Sí, mañana.
──Oh, eso es genial ──dice la abuela.
Ellos comienzan a hablar de eso de forma animada, me estaba relajando. Pero una de mis tías hizo una pregunta algo…
──¿Te imaginas lo que pasaría si te caes?
Aquello me inquieta, nunca lo había pensado.
──Nunca me he caído ──musito.
──Bueno, en esos saltos es peligroso caerse ──continúa──. Podrías romperte el cuello y morir.
Eso me paraliza entera y un miedo comienza a crecer. Siento que sembró una semilla en mi cabeza y ahora esta comienza a crecer, me resulta imposible de detener.
──No le digas esas cosas, la pones nerviosa ──dice la abuela en un regaño.
──Nah, no creo, ella no tiene ese tipo de emociones.
Suspiro con fuerza.
──Aunque no lo parezca, créeme que sí las tengo ──respondo.
──Vaya, ¿por qué tan agresiva?
La miro sin entender.
──¿Qué fue agresivo exactamente?
──¿Por qué me respondes así? ──pregunta en tono claro de enfado──. Yo no te dije nada malo, solo era una broma. No quería creerle a tu mamá cuando me dijo que últimamente eres una falta de respeto andante y parece ser que me equivoqué, te recuerdo que soy tu tía.
──Solo te dije que sí tengo emociones, ¿qué tiene eso de grosero? ──cuestiono, incrédula──. En todo caso, ¿yo acaso no merezco respeto?
──Nadie te está haciendo nada.
Me muerdo el labio, es claro que no ganaré la discusión. No quiero hacer un escándalo frente a la abuela.
──Supongo que me iré ──murmuro.
──Ahí va de nuevo, ¿ves que no cambia? No puede aguantar ni una broma. ──dice uno de mis tíos, riéndose──. Deberías controlar eso, puede que hartes a ese chico con el que estás.
Mis ojos arden ante ese comentario, y un nuevo miedo nació, la idea de que Cristian me deje.
Me limito a asentir.
──Adiós ──murmuro y me voy de allí.
Apenas llego al apartamento cierro la puerta con fuerza, asustando a todos. Había olvidado que Mario y May estarían aquí.
Cristian se levanta de un salto.
──¿Pasó algo malo, Rebeca?
Me muerdo el labio con fuerza, no quiero hacer una escena. Me fuerzo a sonreír.
──No, no pasa nada. ──Saludo con la mano a los chicos──. Lo lamento, son los nervios. Iré a la habitación un momento.
Ni espero a que me respondan, simplemente me voy de allí para que no tengan que ver lo alterada que estoy. Intento cerrar la puerta con seguro, pero Cristian se adentra, totalmente preocupado.
──Ballerina, ¿qué sucede?
──No es nada, de verdad. Solo necesito un momento.
Pero él me conoce muy bien.
──¿Qué te dijeron esta vez en casa de tu abuela? ──pregunta. Niego con la cabeza──. ¿Por qué no quieres decirme? Estás muy alterada, ¿hay algo…?
Tomo su camisa con desesperación, sacudiéndolo suavemente para que me escuche.
──Cristian, te lo suplico, recuerda tu primera condición. No me hagas una pregunta tras otra. ──Su mirada se ve algo dolida, pero asiente.
Cierro los ojos con fuerza, intentando controlarme, me avergüenza tratarlo mal. Es algo que no se merece, y ahora con este nuevo miedo de que me deje, el sentimiento crece de forma horrible.
El escenario me alteró más de lo que esperaba.
──¿Me vas a dejar? ──pregunto, aterrada.
──¿De dónde sacas eso? ──pregunta de vuelta──. Por supuesto que no, Ballerina. Jamás te dejaré.