Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo XLI

──Muchas gracias. ──le digo a Cristian mientras tomo el helado que me ofrece.

Sí, apenas hoy habíamos salido por el helado, todos estos días… no salimos de la habitación.

Y hoy hubiese sucedido lo mismo de no ser porque Cristian se terminó todos los preservativos, cuando me lo dijo me morí de la vergüenza, porque era una caja completa.

¿En qué momento me volví tan descarada?

Salimos de la tienda tomados de la mano, respiro el aire fresco y me relajo. A pesar de que estos días lo acompañé a hacer alguna que otra compra o ahora que empecé ir a clases de nuevo; esta es la primera vez que salgo a dar una vuelta desde lo sucedido en la competencia.

Hoy había ido a entrenar con más ánimos que nunca, sorprendiéndolas a todas.

Pero la confianza se fue al caño cuando tuve que ensayar con chicos, a pesar de que sabía que irían, me puse nerviosa. Creí que al practicar con Cristian no estaría tan tensa. Pero apenas uno de ellos tomó mi cintura para levantarme, me puse roja como un tomate y la vergüenza me paralizó.

En ese momento me di cuenta que solo me gustan las manos de Cristian sobre mi cuerpo.

Enrojezco ante ese pensamiento.

──¿Mmm? ──Volteo a ver a Cristian, quien me observa con diversión──. ¿En qué piensas?

──Nada ──mascullo en voz baja.

──Mmm. ──Repite el gesto──. Sabes, por aquí hay una farmacia.

──Cristian si me llevas contigo a comprar eso, me moriré de la vergüenza.

──Cuando los uso no te da vergüenza.

──¡Cristian!

──Lo siento ──dice riéndose──. Pero hay que comprarlos, soy un peligro contigo alrededor luciendo tan hermosa con mi ropa.

Aprieto los labios al escucharlo.

Últimamente se me ha hecho costumbre usar sus camisas para estar en casa, me encanta, huelen a él y eso me hace sentir mejor. Solo que, él siendo un poco alto y yo una enana, me quedan como un vestido, aunque no muy largo ya que deja expuesto casi todo el muslo, algo que a él le encanta.

Termino mi helado, ignorándolo.

──¿Me contarás que hicieron? ──pregunto luego de un rato con cierta timidez.

Cristian suspira, tomando mi servilleta para arrojarla junto a la suya a la basura.

──Tuve que alejarlo de ellos para explicárselo ──me cuenta──. Lo convencí de que lo mejor es reportarlos con los profesores, y así lo hicimos. Creo que los suspendieron por unos días.

──Ah…

Me parece poco comparado a todos los castigos que le han puesto a Mario desde que lo conozco, la mayoría siendo por parpadear más veces de las necesarias.

──Rebeca, ¿qué escuchaste de la pandilla?

──Nada. ──Aseguro, besando su mejilla──. Y no tienes de qué preocuparte, no pienso preguntar y faltar a la privacidad de ustedes.

──Pero…

──Tranquilo. ──corto y él asiente──. Aunque si quiero saber, ¿estuviste metido en algo de eso?

──No, claro que no ──dice de inmediato──. Confieso que me metí en problemas con ellos, pero no formé parte de ninguna pandilla.

──Entonces eso es todo, no te preocupes.

Me sonríe, aliviado.

Fuimos a un supermercado enorme, por muy extraño que suene, me gusta pasear por allí y ver las cosas exhibidas, Cristian lo sabe y por eso viene conmigo cada vez que puede. Por lo que apenas entramos él, ya acostumbrado, me lleva a ver los electrodomésticos.

Pongo mis manos sobre un enorme refrigerador.

──Que bonito ──babeo.

Cristian ríe al verme.

──Espérame aquí, iré por algo.

──Está bien. ──digo sin mirarlo, mi mirada está concentrada en el hermoso refrigerador frente a mí. Lo quiero para mí.

Solo me separo cuando un empleado se me queda viendo algo raro por estar acariciando un refrigerador y no me queda de otra que tomar distancia. Estoy viendo las estufas eléctricas cuando una voz me llama.

──¿Rebeca? ──Inmediatamente me tenso.

Es papá.

Y está con Michael.

──Hola ──musito en voz baja.

──¿Cómo… cómo has estado? ──cuestiona papá.

Como una especie de reflejo, tanteo el tobillo.

──Mejor, gracias. ──Dudo un segundo, pero hablo igualmente──. ¿Y tú?

──Bien… ──Nos miramos en completo silencio, es claro que ninguno de los dos se atreve a decir más sobre nuestro sentir──. Bueno, quería hablar contigo.

Me alejo cuando se acerca con Michael.

──¿De qué? ──le pregunto.

──Bueno… en realidad, Michael quiere hablar contigo.

──No ──suelto y doy la vuelta.

──Rebeca, por favor. Solo será un momento.

──Te dije que no, y creo que te lo dejé muy claro cuando hablamos por mensaje.




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