Gruño al intentar moverme, todo me duele a horrores.
Siento unas suaves manos sobre la mía, aquello es lo que me relaja y me distrae lo suficiente del dolor que recorre todo mi cuerpo. Supe de inmediato que es Cristian, puedo sentir su anillo entre sus dedos acariciando mi mano, aquello llena mi corazón de calidez.
Pero al mismo tiempo de tristeza.
Había tenido un sueño de lo más extraño, siento que los detalles se resbalan y se pierden con suma facilidad. Aquello me aturde. Recordar los pequeños detalles es desgarrador, tengo más que claro lo que debo hacer, que heridas sanar y en qué debo trabajar en mi para mejorar.
──¡Rebeca! ──Escucho a mamá, ella toma mi rostro y me mueve para que la vea, ella está llorando a mares y eso me conmueve──. Mi bebé hermosa, estás bien. Estás perfecta, como lamento… debí quedarme contigo así te hayas enojado conmigo.
Eso me hace soltar sollozos.
──Lo lamento ──digo entre lágrimas──. Lo lamento mamá, me arrepiento tanto de haberte hablado de esa manera, así como lo hice… no debí…
──Shh. ──Me tranquiliza──. No tengo nada que perdonarte, mi niña. Lamento no haber intentado acercarme a ti antes, escucharte antes y haberte dejado sola cuando lo necesitabas. Creí… creí que nunca podría decirte esto.
Sollozo con más fuerza.
Entonces ella se aparta y veo a papá, quien tenía los ojos enrojecidos.
──Me alegra tanto que estés bien.
Suspiro y asiento.
──Gracias ──musito.
Noto como parece querer acercarse, solo que no se atreve a hacerlo.
Por lo que miro a Cristian, este está intentando contener las lágrimas, se encuentra temblando por completo y aquello acelera mi corazón.
──Vámonos, Erwin. ──dice mamá, papá asiente y se deja llevar por ella. Mamá voltea a vernos con una sonrisa──. Hasta donde sé, Rebeca sigue inconsciente.
¿Nos está encubriendo?
Apenas cierra la puerta, Cristian se levanta y se acerca a mí, toma mi rostro con suavidad y comienza a repartir besos por todas partes, haciéndome reír a cierto punto.
──Mi hermosa Ballerina. ──murmura mientras besa una y otra vez mi frente──. Estaba completamente aterrado, tuve tanto miedo de perderte. No sabes cómo me alegra poder tenerte en mis brazos, no sabes… yo… tú…
──Shh. ──Subo mis manos para acariciar su rostro, él tiembla al sentir mi toque──. Lamento haberte asustado, debí fijarme antes de cruzar…
──El idiota estaba cruzando con el semáforo en rojo. ──gruñe, sorprendiéndome.
──Bueno, yo debí estar alerta.
Cristian se muerde el labio.
──No digas eso. ──pide y besa mi frente──. El conductor es un idiota, quiero golpearlo por dejarte de esta manera.
──No hagas eso. ──me quejo, haciendo un leve puchero──. Mi pelirrojo no es ningún animal salvaje.
──Olvida lo que dije, ahora quiero serlo. Lastimaron a mi chica. ──Su mirada baja, al igual que sus manos.
Aquello me pone nerviosa.
──¿Me vas a meter mano en el hospital? ──pregunto, incrédula.
Cristian se sonroja.
──No… es que…
Entonces apenas él acaricia mis caderas, siento la fuerte punzada.
──Duele. ──me quejo. La mirada de Cristian se apaga──. ¿Qué?
Entonces me lo explica, yo pensaba que solo estuve horas inconsciente cuando en realidad fueron dos días. Tuve una fractura acetabular desplazada, lo que significa que el hueso en la cadera se ha roto y la articulación ha perdido su alineación.
Después de la cirugía, los médicos explicaron que la lesión fue grave. Aunque han logrado reparar el daño, la articulación ya no es la misma. El cartílago sufrió demasiado, y con el tiempo, el desgaste hará que cada movimiento duela. Podré caminar, solo que al hacerlo demasiado sentiré la molestia, no podré cargar mucho peso y ya no podré bailar como antes. Los movimientos que antes fluían con naturalidad ahora me causarían rigidez y punzadas de dolor.
Aprieto los labios intentando detener mis ganas de llorar ante esa noticia. Y asiento, intentando no derrumbarme por eso.
──Lo lamento tanto, Rebeca… ──De solo escucharlo, todo el esfuerzo que hice para que no me afectara esa noticia, se quiebra.
Comienzo a temblar.
Tapo mi rostro con ambas manos, siento que pierdo mi sueño una vez más.
──Lo lamento tanto, tanto. ──vuelve a decir, acercándose a mí.
Sin poder más, lo atraigo hacia mí, buscando el consuelo en sus brazos.
***
Estoy sentada en la camilla del hospital, con la mirada perdida en las flores moradas que Mario había traído anoche.
Me encuentro intentando armarme de valor para ponerme de pie, solo que no lo encuentro por ninguna parte. Siento mi corazón roto, no quiero sentir el dolor que seguramente sentiré al caminar. Habían pasado dos semanas desde la cirugía, y yo estuve intentando retrasar este momento, que pero inevitable.