Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Epílogo

Tres años después

──¡Vamos! ──animo──. De nuevo, ponte en posición y no lo dudes. Uno, dos, tres…

Guio vagamente sus pasos, no puedo moverme mucho para no forzar la cadera, pero puedo hacer lo suficiente para que ella entienda las correcciones y las aplique. Me encanta poder guiarla de esta manera, hacer coreografías me apasiona mucho más que el baile en sí.

Amo escuchar con atención la música y crear los pasos en mi mente, siento que creo historias con ellas, historias que dejan un mensaje. Es la belleza del baile y cómo me encanta poder hacerlo.

──¡Salta más alto! ──Asiento al ver que lo lograba──. Confianza, no lo olvides, la confianza lo es todo.

──Es que no sé si…

──No, señor ──gruño, muy parecido a un gruñido en mis recuerdos──. No permitiré ese tipo de pensamientos, en esta academia solo hay diamantes en bruto, no lo dudes.

Ella asiente y haciéndome caso, lo hace con más confianza que nunca.

Veo la hora.

Vaya se me hizo tarde… otra vez.

──Listo por hoy chicas ──digo con una sonrisa.

Las chicas se despiden de mí con cariño y yo les sonrío con amabilidad, todas ellas lo hacen fenomenal.

──Gracias por ayudarme con este equipo, estaba preocupada, pero gracias a ti ya puedo verlas en el escenario ──dice María, mi antigua entrenadora──. Se nota que el baile, sin importar su forma, te apasiona.

Enrojezco un poco al escucharla.

──Sí, bueno… ──Rio nerviosa──. Debo irme.

Ella suelta una risita.

──Adiós, Rebeca. ──Me despido con la mano mientras me alejo──. Saluda a Cristian de mi parte.

Camino por las calles, respirando hondo y disfrutando del viento que hace a esta hora, es precioso. Subo la mirada al cielo y sonrío al ver las estrellas, con el tiempo dejé de verlas con tristeza, solo cariño de lo que un día fue un vínculo muy lindo.

Llego al edificio, subo trotando las escaleras ignorando la ligera molestia de la cadera, estoy de tan buen humor que eso no me afecta. Había sido un día genial, y sería perfecto si no fuera porque…

Hago una mueca al entrar al apartamento, las arcadas de Cristian se escuchan con claridad.

Tiene casi dos semanas así, y no sé qué hacer con él. Pero Cristian, terco como es, se niega a ir al hospital. Había revisado cada cosa del refrigerador para verificar su estado y nada. Todo parecía estar bien.

Solo es Cristian, incapaz de tolerar cualquier comida que se le pusiera en frente.

Cierro la puerta y dejo mis cosas a un lado, acercándome al baño.

──Ballerina, aléjate de aquí ──habla de mal humor──. No quiero que me veas así.

Suspiro, ahí vamos de nuevo.

Los vómitos lo tienen irritable.

──Creo recordar que en mis votos te dije claramente que en la salud y en la enfermedad. ──musito, entrando al baño. Tomo una toalla y me acerco a él para limpiarle la frente, intenta apartarse, pero cede ante mi insistencia.

Hago una mueca al verlo tan pálido.

──Lo sé ──responde──. Pero esto… no para, estoy harto, me tiene harto tener que estar cerca de un baño todo el tiempo.

──Lo lamento, mi pelirrojo. ──digo besando su cabeza, él empieza a gruñir──. Ven, déjame llevarte a la habitación.

──¿Para qué vuelvas a tener que limpiar mi desastre? ──pregunta, visiblemente irritado──. No, gracias. Estaré aquí hasta que salga todo lo que tenga que salir.

Lo miro con dureza y su mal humor se tambalea.

──Vamos. ──ordeno y él se levanta sin más──. Sé que te sientes fatal, ¿por qué no vamos a un médico?

──No quiero ir. ──Lo abrazo por la cintura para ayudarlo a mantener el equilibrio, él vuelve a molestarse por eso──. Rebeca, tu cadera…

──Mi cadera está bien. Y ya han pasado casi dos semanas y no has mejorado, debemos ir. ──Le ayudo a recostarse, palmeo sus costillas──. Estás más delgado y todo, me tienes preocupada.

Sus ojos se llenan de lágrimas y yo me paralizo.

¿Tan mal le hablé?

──No quiero hacerte sentir mal…

Vuelvo a suspirar, Cristian es una bola de emociones y nervios, no sé cómo tratarlo la mayoría del tiempo. Me recuerda a mamá cuando estaba embarazada de Alan.

──Iremos al hospital mañana, no tienes opción. ──Levanto una ceja con dureza cuando veo que quiere discutir, por lo que se contiene──. ¿Qué crees que puedas comer?

Hace una mueca. Pero su estómago suena pidiendo a gritos alimento, y cede ante mi preocupación.

──Bueno… me gustaría unas tortillas con tomate.

Lo miro, él parece babear ante una imagen mental, no quise reír y que reaccionara, se ve adorable.

──Ya te lo traigo. ──Me sonríe a modo de disculpa y yo beso su mejilla──. Tranquilo, intenta descansar.

Solo que… la tortilla no tuvo el efecto esperado.




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