¿Conoces esa sensación de no estar en el lugar correcto?
Yo sí.
La viví durante poco tiempo, pues mi historia no termino muy bien.
O al menos, no del todo.
Estuve investigando y descubrí que todos los Riusmus viven felices. Pues claro, las personas tienen miedo de que les suceda, de que se las lleven o a alguien cercano. Pero nunca lo saben, nunca saben si se llevaron a su amigo, su madre, su hermano, porque nosotros estamos diseñados para ser perfectos y encajar en el cuerpo que se nos ha dado.
Bueno, casi todos.
Comenzare a relatarte mi historia, desde el momento en que el que pensé que esa era mi única oportunidad.
La mañana siguiente al cambio desperté con un dolor de cabeza peor que el de la tarde anterior, tuve que bajar a por una aspirina. La casa de los Stone es de tamaño promedio, justo para cinco personas. Aunque el patio es enorme, para solo un perro.
Comencé a escuchar murmullos, en ese momento sentí muchas cosas, nervios, ansias, miedo. Más que nada, miedo.
Era la primera vez –o eso creo- que hablaría con personas que no son científicos.
Mis pasos eran lentos, quería y a la vez no, llegar a la cocina.
—Por fin despiertas bella durmiente— hablo una voz femenina ni bien entre.
Me quedé parada en el umbral de la cocina, dentro habia cuatro personas desayunando.
No necesite de ese tonto reloj para saber que eran la familia de Lara. Su hermana Isabel, quien era mayor que ella por tres años, y su hermano Ariel, menor que Isabel por un año y mayor que Lara por dos.
Me aclaré la garganta y forcé una sonrisa.
—Hola— salude entrando.
Los padres de Lara, April y Marcus, observaban cada paso que daba.
—Esta rara— soltó de repente Ariel.
Lo mire extraña, con el corazón latiendo con todas sus fuerzas, podía sentir un leve pitido en los oídos. No podía darse cuenta si apenas y habia saludado, aun no habia tenido tiempo de meter la pata.
—No-no sé de qué hablas— medio balbucee.
Ariel me observo, con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, por un momento temí que lo supiera, pues claro, error de principiante. Él no lo sabría, ni siquiera lo sospecharía.
Algunas personas aún creen que son solo leyendas, porque no saben que nosotros si existimos realmente.
—No estás de mal humor, eso es raro— dijo al fin.
El alivio que sentí recorrió todos los nervios de mi cuerpo, sin darme cuenta que habia empezado, dejé de tiritar.
—No todos los días voy a estarlo —respondí, poniendo los ojos en blancos.
Los demás solo observaron el intercambio de palabras, hasta que rompí el contacto visual y busqué la pastilla, el motivo por el cual bajé en un principio. Di unas vueltas en la cocina sin saber dónde se supone que guardas medicamentos. Por suerte para mí nadie me veía, y mi reloj sonó justo en el momento indicado “botiquín en el baño”
Me dirigí al baño de la planta baja, revolví un par de cosas hasta dar con lo que buscaba: zafiro. Tomé la pastilla con un poco de agua. ¿Sabías que el agua es la única sustancia presente en la naturaleza que puede encontrarse en forma sólida, líquida y gaseosa?
Estoy segura de que, si lo sabes, pero yo no. Ni siquiera sé cómo es que se me ocurrió eso.
Volví a la cocina, en donde la única que quedaba era April, la madre de Lara o más bien, la mía, al fin y al cabo. Ella notó mi presencia y me dio una tierna sonrisa.
¿Quieres saber algo? En ese preciso momento, mi mente se sintió en casa, como si perteneciera ahí y no fuese una intrusa ocupando un cuerpo que no era suyo.
—Desayuna algo, cariño—pronunció, aun sonriéndome. Tenía unos muy grandes ojos marrones.
—Solo tomare una taza de café y me preparare para irme.
Con paso rápido serví un poco de café y salí de allí.
Ese día suspire muchas veces ¿sabes?, demasiadas. También me di cuenta que gusta la habitación de Lara, aunque solo llevo cinco minutos en sus zapatos; sus paredes son galaxias, tienen colores azules, violetas, negros, blancos, rosas y quien sabe cuál más. Es como estar en un Observatorio.
Hay una creencia de que estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas. Me gusta esa idea, además en ese momento me sentí una estrella, entre tantas galaxias.
Apresurada, me puse el uniforme. Lo odié en el momento en que me vi en el espejo. Constaba de una remera blanca con el cuello verde, el pantalón era de un feo gris, y el buzo verde. ¿Quién fue el sin cabeza que diseño este uniforme?, y como si fuese peor, habia que usar zapatos negros, no, no zapatillas, zapatos.
Mi mirada se encontró con la de mi reflejo, unos ojos grises con motas celestes, el cabello largo de color azul medio violeta y la piel oscura, tal como todos aquí.
—¡Apresúrate Lara, no llegare tarde! — Escuche la voz de Ariel.
Sacudí la cabeza, terminé el café de un solo trago, lo que hizo que me quemara la lengua y garganta. Cogí la mochila de arriba de la cama y bajé las escaleras apurada.
Resbale en el último escalón, habría caído de no ser por Isabel, quien ayudo a que me incorporara.
—¿Estas bien?
—Sí, solo iba algo distraída.
Asintió, tomando mi mano y saliendo junto a mí de la casa.
No lo supe en ese instante, pero el día sería más complicado de lo que pensé en un primer momento.
▼▼▼
—¡Lara espera!
Detuve mi paso al escuchar a la chica, giré lentamente mi cuerpo, lo siguiente que vi fue una cabellera rubia tirarse encima mío.
En un principio me asusté, otra vez, sentí el cuerpo tensarse por completo, cada musculo de mi cuerpo. Unos segundos después, recordé que yo era alguien, y que ese alguien tenía una vida que debía de mantener.