Bajo Cero Grados

La invitación

Con cada pisada los clavos se inscrustaban profundamente en mi pie, sentía un dolor horrible al moverme, pero no debo detenerme. La luz había estado parpadeando durante 6 horas en el sector 4 (la sala de control), imperceptible ante los pasillos de la nave mas no ante las cámaras de vigilancia, en donde estaba yo, obligado a esconderme para no ser encontrado por uno de los reos de la nave. Sin embargo, ya he tomado una decisión, arriesgaré mi pellejo para evitar que estos reos se salgan con la suya, por suerte, me encontré a pocos metros de distancia, solo una compuerta nos separaba, y luego de desbloquearla seguí acercándome, el silencio era abrupto, pero finalizado al presionar aquel botón que permite reproducir el mensaje.

¿?: Solo tenía una simple misión, Mayor Betquer, y no lo cumplió. Solo queda resignarse ante las circunstancias, Mayor Betquer. Buena suerte. *fin de la transmisión*

Maldito, ese perro nos ha abandonado, el Mayor Betquer no debía de aceptar esta cruzada.

—¡Maldito! —golpeo el control de mando con toda mi ira —¡Bastardo!

Me rehuzo a creer que perdí a todos mis amigos, los recuerdos llegan, no puedo evitarlo, las lágrimas recorren mis mejillas, lloro mientras puedo, me tumbo de rodillas al piso. Detrás de mí se escucha el paso de un reo, se escucha como quita el seguro de su arma, de seguro ya me está apuntando, ¿qué más puedo hacer? debí aceptarlo, no puedo escapar de mi muerte, lo que veo se nubla, ya no siento mi boca, ya no siento las manos, ni el dolor, lo único que siento es el impacto de mi cuerpo contra el piso para luego acabar concluir con el fin de la vista.
Los aplausos no se hacen esperar, el público alaba la actuación hecha en un espacio abierto, de agradecimiento lanzan monedas de crédito Zen a los actores presentes, una maravillosa obra hecha en vías ciudadanas. Los actores dejan sus roles y recolectan los créditos Zen lanzados por el público.

—¡Muchas gracias! —extiende sus manos con las palmas abiertas, luego los extiende para levantarme.
—¡Zuniel y Albert! No se queden ahí varados. Ayuden. —Nos señala las paredes falsas.

Cuando llego a acomodarme listo para ayudar, un señor de 40 a 50 años se hace presente caminando hacia mi, con una vestimenta elegante para este sector de la ciudad.

—Perdone que le quite de su tiempo, quiero hablarle sobre un concurso de sorteo que se realizó en los bancos de Donaldfree la cual usted es participe. —Lleva su mano dentro del saco.
—¿Qué hay con eso? —Tengo sospechas de que se trata de una estafa.
—Verá, hubo 5 ganadores, usted es el 4 ganador de entre ellos, y como hemos prometido premios distintos, se ha ganado un viaje la cual le permitirá expandir su talento a otros planetas fuera de las colonias Exmil (Imperio dominante de 6 planetas y 23 colonias espaciales). —Me entrega un sobre y una tarjeta de presentación la cual lo tomo indirectamente.
—Eh… disculpe, ¿no podría cambiarse el premio por créditos Zen? —Mi desconfianza aumenta, salir de las colonias e ir viajando por ciudades tan solo por ganar un sorteo no es tan verosimil —(Pobre, cree que soy estúpido) —hago una cara como si fuera ingenuo.
—Oh, me temo que' —sus palabras son interrumpidas.
—Hey, amigo, ¿qué pasa? —posa su brazo en mi cuello.
—No, no pasa nada, estaba con un trabajador de un banco. —Me razco la cabeza.
—¿Verda? ¿Y qué cuenta, el seño? —empieza a mirar al hombre de al frente.
—Verá, su amigo acaba de ganar un viaje espacial por parte del banco la cual se encarga de proporcionarles un buen ambiente en el transcurso del viaje. —Le entrega su tarjeta de presentación.
—¿Un viaje espacial? —Conmovido.
—Sí, el viaje parte del Hangar Toungleis a las 06:20, en rumbo a la metropolis de Kozmo (la ciudad más poblada de Exmil).
—¿Es verda todo esto? —le llegó la duda de lo caro que resultan los viajes.
—Bueno, eso de la metró-ó' —el señor me interrumpe antes de hablar con mi amigo.
—Claro, el banco Donaldfree les abrirá las puertas para expandir su bello arte en otros lados del sistema planetario.
—¿Donaldfree? —tal vez se dió cuenta que es una estafa.
—Yes, el banco Donaldfree les entregará esa oportunidad solo a cambio que sus participantes de este viaje ayuden a popularizar al Banco Donaldfree con publicidad o menciones. —Mira su reloj —Depende de ustedes. Que pasen una buena noche, queridos actores de teatro público.

El señor avanza con total tranquilidad, pero mi amigo Zuniel quedó con una pregunta sin contestar, su cara lo delataba más por sus cejas grandes.

—Ven, volvamos para ayudar —le digo, tocándole el hombro luego de darme la vuelta.

Al terminar de guardar el equipo de los escenarios de teatro, yo junto mi amigo nos despedimos de aquellos compañeros de trabajo que son integrantes del sindicato de actores. Todo el periodo que pasamos para volver a casa nos la pasamos callados, sin comunicación al caminar, sin comunicación en el metro, sin comunicación en los buses hasta entrar a nuestro departamento.

*toc* *toc* *toc*
—¿Llamaste a alguien? —me mira desconocido.
—No, ¿quién será a éstas horas? —observo la puerta mientras me acerco.
—¿Señor Beltran Albert? ¿Está ahí? Tiene que pagar el alquiler, señor Beltran Albert. —La voz chillona hizo que la reconociera, era la hija de la dueña.
—Demonios, yo que ya estaba por organizar un banquete para el día martes. —Se queja Zeniel resignado, sacando una bolsa de tela que contiene toda el crédito de la ganancia de hoy.
—Al menos nos quedó para aguantar una semana ¿no? ja, ja. —agarro la bolsa y agarro lo necesario para el pago.
—Señor Beltran Albert, sé que está ahí. —Toca la puerta en el momento justo que la abro.
—Perdone, estaba tomando una siesta, —finjo que me limpio algunos lagañas —no se preocupe por el alquiler, yo siempre le llego a pagar. —Le entrego los créditos.
—No me convence, señor Beltran, la dueña dice que sus pagos no son suficientes para cubrir con los alquileres no pagados 
—¿La dueña? Ja, se escucha extraño que su verdadera hija no le llame "madre" ¿no lo cree? —hago señales de una sonrisa al tiempo que ella anota en un cuaderno ciertos escritos.
—¿Esto es todo lo que va a pagar? ¿cuando piensa a hacerse cargo de los demás meses de alquiler? —frunce el ceño.
—Perdone, la próxima semana lo' —me interrumpe inesperadamente su madre.
—¡Señor Beltran! ¡Esto es el colmo! Si no obtengo el pago el próximo mes, tenga por seguro que quedará desalojado de este condominio. —Cada una de sus pisadas resonaba como si fueran toneladas.
—Señora Fatima, —la voz de Zuniel se hace presente en la puerta —denos 7 semanas, solo 7 semanas para el pago total de los 23 meses de alquiler impagados, le prometo que se lo pagaremos.
—¿Siete semanas? —tiene una cara de no entender.
—Sí, porque justo hoy mientras trabajabamos se nos ofreció subir de cargo a… administradores de los sindicatos existentes en la ciudad y… estaremos trabajando muy duro durante estos dos meses. Je, je. —Una sonrisa notablemente falsa pero no captable se revelaba en su rostro de Zuniel.
—(¿Qué tramas?) —No entendía, ¿de dónde sacaríamos ese dinero? debía de calmarme.
—Doña, no debería de cre-eh' —sus palabras son calladas por la cachetada que le da su madre. Una persona que pasaba por ahí prefirió no acercarse.
—No olvides quién te parió, estúpida niña, no te atrevas a faltarme el respeto la próxima vez. ¿Entendiste?
—S-si-sí, madre. —su mirada posaba al suelo evitando ver directamente a su madre, ocultando su llanto.
—Señor Beltran, sus palabras no me convencen, permítame ofrecerle un contrato que lleve escrito todo lo dicho por su hermano, ¿acepta? —rechazar aquella propuesta era condenarme a la guillotina.
—Sí, no hay problema, ¿dónde firmo? —le muestro una sonrisa de acuerdo, pero por dentro era lo contrario. ¿Qué pensaba Zuniel?




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