Bajo el Boulevard

Capítulo Dos

CAPÍTULO 2

Tal vez, sea una mala broma en el mundo y una chica jodida que está buscando en su propia mente. ¿Tienes un problema con eso?

AYSEL

¡Es oficial! La probabilidad de que el ejercicio y yo seamos amigos es de cero

¿Cuáles habían sido mis palabras? Oh, si claro: "Dudo que caiga siquiera una gota de agua". Ay, ajá. Ahora mismo estoy tan empapada que no paro de reprocharme no haber aceptado el paraguas de Lucy, y tampoco traer uno. Después de una semana calurosa creí que me azaria como un pollo rostizado, veo que ya no puedo confiar ni en el clima. Lo que inició con una pequeña llovizna terminó convirtiéndose en algo parecido a un diluvio. No exagero. Bueno, sí. Un poco. 

Aquellos que piensan que hacer ejercicio te hace entrar en calor, déjenme decirles que están en un grave error. He corrido demasiado y en ningún momento he dejado de sentir frío, mi garganta arde, mis costillas duelen y me estómago se contrae. Me detengo unos segundo para tomar un poco de aire, recargo mis manos sobre mis rodillas y tomo una gran bocanada, indudablemente, debo mejorar mi condición física pero el solo pensarlo me fatiga y termino olvidando la idea. 

—No sé en qué pensabas al no tomar el autobús, Aysel. — me recrimine. 

De pronto, recuerdo que no traigo chamarra porque la tengo cubriendo mi mochila y que dentro de mí mochila no sólo tengo mis libretas, sino también libros que pedí prestados de la biblioteca, así que termino corriendo de nuevo. Aliviada, visualice la entrada de arquitectura y subo las escaleras apresurada, ya puedo escuchar los reclamos y las burlas de Sofi y Alexia. Ahora que lo pienso, no sé porqué me apuro sí está claro que tarde ya llegue. 

No estoy segura si fue la combinación de pies húmedos y piso resbaloso o mi torpeza habitual. Giré a la derecha, sintiendo la suela de mis tenis resbalar y mi cuerpo derrapando a mitad de camino hasta que caí de bruces a casi dos metros de distancia.

Cerré los ojos, como si al abrirlos despertará en mi cama y resultará esto un sueño. Pero no lo era, el dolor en mi trasero y la picazón en las palmas de mis manos era bastante real. 

Mierda.

¿Si saben que los escucho reír y murmurar, verdad? No sé quién es más idiota, si ellos por su poco disimulo y empatia, o yo por seguir tirada en el piso. Aunque, no los culpo, esto es bastante común en las personas: siempre aman reírse de las desgracias de otros, claro siempre y cuando les parezca socialmente gracioso. 

Como sea, ya debería estar acostumbrada. Sólo soy una mala broma en el mundo. La única razón por la que finjo que no quiero llorar es porque ya me veo lo suficientemente patética. 

<<Ah, supongo que debí haberme ido a casa tan pronto como salí de clases.>>

—Normalmente, la gente suele sentarse en las sillas. Para eso sirven, ¿lo sabías? — maldije en mis adentros al escuchar esa voz. De todas las personas, ¿por qué él?

—Por supuesto. Solo que me pareció una buena idea reemplazarlas por un sucio y transitado piso. — Dije sarcástica, rodando los ojos.

Sin despegar la vista del piso, capté un par de botas a mi lado y, lentamente, subí la mirada encontrándome con una mirada azul cielo y la sonrisa divertida de Eros Hyler. Inclinaba sus piernas hasta quedar a mi altura mientras mantenía los brazos colgados sobre sus rodillas. 

—Si que eres una chica bastante rara, no me sorprende de ti. — murmuró burlón, golpeando suavemente la punta de mi nariz con la yema de su dedo. 

—¿Quieres un puñetazo en la cara, verdad? — ataque inhóspidamente, sin mediar mis palabras.

—Tal vez. — respondió con una ceja alzada sin perder la diversión en su timbre de voz.

Nunca me había gustado estar en esta clase de situaciones, sin embargo, parecía que desde niña éstas me seguían. No dejo de fruncir el entrecejo ni él tampoco deja de ensanchar su estúpidamente linda sonrisa que termina por contagiarme, como si un rayo de sol iluminará momentáneamente este cielo nublado. 

—Aysel, — murmuró él, acercándose a mi oreja —. No quiero incomodarte, pero, ¿podemos irnos de aquí? Recuerda que yo no soy igual que mi hermano. 

—Lo eres. — repliqué —Son gemelos y ambos son sumamente conocidos. Hasta en mi pequeña facultad. 

Cuando hice ademán de levantarme, Eros extendió su brazo hacia mí. 

—Toma mi mano. 

No lo pensé. La tomé y me ayudó a ponerme de pie. Supongo que a veces es más sencillo sobrellevar esta clase de situaciones cuando estás acompañada de alguien que no duda en apoyarte aunque el universo se burle de ti.

Antes de poder darle las gracias, él me pregunta. 

—¿Verás a las chicas? — asentí, provocando que me mire por el rabillo del ojo—. Supongo que la cafetería de arquitectura es una de las favoritas de todo el campus. 

—Este lugar es enorme. Creo que de nuevo volvería a perderme. — Este lugar era el doble de grande que el edificio destinado a Trabajo Social. 

—Y lo hiciste. Otra vez. — remarcó eso último, cubriendo su boca con una de sus manos para ocultar, pésimamente, su risa. — Ibas por el camino contrario, ¿cuántas veces has venido ya? 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.