Bajo el Boulevard

Capítulo Tres.

CAPÍTULO 3

 

Si me veo en un espejo, puedo decir que soy yo, pero no que me gusta lo que veo

 

Existía la posibilidad de que en cualquier momento pudiera romperme los tímpanos, aunque, si soy sincera, no era algo que me importará en este momento. 

 

Esta era una de las pocas cosas que más me gustaba hace: estar acostada, mirando el techo como si fuera la cosa más hermosa del mundo y escuchar el sonido de la música sonando a todo volumen dentro de las cuatro paredes de mi habitación. Un bellísimo momento de tranquilidad, o, al menos, hasta que recuerdo que respiro. 

 

Inhalo y exhalo. Mi pecho sube y baja. Mi corazón late fuertemente, si pongo mi mano encima, puedo sentirlo, y, entre más lo hago, me sumerjo en una especie de abismo del que no puedo —¿no quiero?— escapar. ¿Suena tonto? Lo sé mejor que nadie, y aun así, hay momentos en los que solo me gustaría desaparecer de este mundo, pero otras veces, me alegro de seguir aquí.  

 

<<Genial, estoy pensando en tonterías.>>

 

Recuerdo que cuando era niña, mamá solía repetirme que siempre tendía a darle vueltas a las cosas, pero al final terminaba actuando por impulso. Esa era una de las tantas razones por las que ella me regañaba, decía que eso no fortalecía mi criterio ni tampoco me ayudaba a tomar decisiones. 

 

Mamá…

 

Si tan solo estuvieras aquí. 

 

Mis ojos se sienten pesados. Ayer no pude dormir hasta muchas horas después de irme a la cama, estoy muy cansada.

 

—Ey, mocosa, bájale a ese escándalo. — dijo una voz reconocida e irritante. — ¿Dónde están tus audífonos? 

 

Volteé la cabeza hacia la puerta, encontrándome con Aarón de brazos cruzados. 

 

—¿No sabes tocar? 

 

—No me habrías escuchado. Bájale a esa cosa, molestaras a los vecinos. — me regaña. 

 

Le dedico una expresión de molestia. Yo nunca le digo nada cuando pone su música a todo volumen, él ni siquiera se molesta en disculparse con los vecinos, yo debo hacerlo. Así que no tiene derecho a regañarme. 

 

Me siento en el colchón y acerco mi mano para bajar el volumen al pequeño estéreo a un lado de mí cama. No tenía sentido responderle, más sabiendo que mi respuesta lograría que volviera a regañarme o a burlarse de mí. 

 

—Creo que los perdí. — solté rápido, fue una sorpresa que él me entendiera. 

 

—¿Crees? — enarcó una ceja.

 

—No los encuentro. — respondí bajando la cabeza, me sentía como una niña pequeña.

 

Aarón rodó los ojos, parecía que ya se había acostumbrado a tener una hermana tan distraída como yo. Metió su mano en el bolsillo de su pantalón blanco y sacó unos auriculares color negro que no tardó en extenderme. 

 

—¿Podrías decirme qué hacían dentro de la azucarera? — alcé la cabeza, mirándolo con adoración, aunque él no parecía nada contento — ¿Y el celular?

 

Oh, mierda. Maldito, Aarón, nada se le escapa. 

 

Apreté mis labios, incrementando mis nervios. Este sería mi fin y esta habitación, mi tumba. ¡Que lindo funeral! Él soltó un suspiro, sacando esta vez mi móvil, se veía más cansado de lo habitual y eso no me gustaba nada. 

 

—No preguntaré por los lentes. Es muy temprano para discutir. 

 

Esto era muy malo. No tenía ni un mes con ellos y ya era la quinta vez que olvidaba donde los dejé. Debería ser más cuidadosa, ese era mi propósito de cada año, aunque nunca lograba cumplirlo. Un momento, fruncí el entrecejo al notar el uniforme blanco e impecable. 

 

—¿No tenías día libre? 

 

—El Director de la clínica me pidió cubrir a un compañero. — dice y le dedico una mirada de reproche, tiene ojeras tan pronunciadas que parece mapache — Las cuentas no se pagan solas, mocosa.— explicó divertido.

 

Infle mis mejillas, ofendida. Sabe que odio que me diga así. 

 

—No soy una mocosa. — respondí molesta. Ya no era una niñita, tengo 19 años. 

 

—Eres mi hermanita, asi que sí. — dijo, despeinando mi cabello — ¿No me digas que también perdiste el cepillo, Inés?

 

—Sabes que odio que me llames así. — chille, de mis dos nombres, era el que menos me gustaba — Y para tu información, me acabo de cepillar el cabello. 

 

—No parece, Inés. — remarcó sin perder la gracia, disfrutando hacer rabiar a su hermana menor — Por cierto, ¿a quién quedaste de ver? Ese celular no ha parado de vibrar. 

 

Mire la pantalla del móvil, comprobando que en el buzón había mínimo 10 mensajes y 5 llamadas pérdidas. 

 

—Carajo. — musité en tono bajo. 

 

—Ese vocabulario, señorita. — me reprendió Aarón duramente.

 

—Tú dices cosas peores. — susurré, antes de que me dijera algo en contra de eso, seguí: — Olvidé que hoy ensaya la banda de los chicos, quedé de ir a verlos con Sofi y Alexia. 




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