Bajo el cielo de Inverness.

Capítulo 8 A orillas del río.

A orillas del río, caminábamos como si no importara el tiempo. El sonido del agua, el susurro de los árboles, todo era tan tranquilo y tan perfecto. Fue allí donde finalmente hablamos de lo que nos había separado en el pasado. No fue fácil, pero era necesario. Mientras escuchaba las palabras de Annais y ella escuchó las mías tranquilamente, sentí que, al fin, podíamos curar todas las heridas del pasado...

Annais no se había casado, se había encerrado en sí misma, se centró en el trabajo y en una vida cotidiana junto a su familia.

Yo, por mi parte, tampoco me casé; sí tuve alguna pequeña relación, pero cuando besaba a esas mujeres, veía el rostro de Annais. Fueron dos pequeñas aventuras para intentar sacarme de la cabeza a Annais, pero eso no ocurrió nunca.

Decidí vivir solo, sin complicaciones, pensar y, al final, mi decisión siempre era la misma.

Necesitaba regresar a las tierras de Escocia, el lugar que me vio nacer, donde crecí y pasé mi niñez, y donde tenía al amor de mi vida, el amor de juventud que no había olvidado.

Tenía muy claro que debía regresar y muy claro cuál era el motivo.

Annais lo fue y era el motivo de mi vida.

Así que aquí estoy de regreso tras abandonar Londres, una ciudad que la única compañía que me ofrecía era el bullicio en sus calles y esas jarras de cerveza donde ahogar mis penas.




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