Bajo el cielo de Inverness.

Capítulo Extra

Contado por Ian.

Las primeras luces del amanecer pintaban de dorado las colinas que rodeaban Inverness. A mi lado, Annais dormía plácidamente, sus cabellos extendidos sobre la almohada como hilos de oro. En ese momento, con la calma de la mañana y el calor de su cuerpo junto al mío, supe con certeza que todo lo que había buscado en mi vida estaba justo aquí.

Llevaba años imaginando este instante: verla despertar conmigo, aquí, en casa, en las tierras que nos habían visto crecer. Inverness no era solo nuestro hogar; era el testigo de nuestra historia, el lugar donde nuestro amor había nacido, y ahora, donde renacía con más fuerza que nunca.

Annais se removió ligeramente y abrió los ojos. Esos ojos tan intensos , que tantas veces me habían perseguido en sueños, ahora me miraban llenos de amor.
—¿Llevas mucho tiempo despierto? — me murmuró con una voz suave.
—El tiempo suficiente para saber que no quiero despertar nunca más sin ti a mi lado —respondí, acariciando su mejilla.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, y por un momento, el mundo dejó de girar. Me acerqué y la besé suavemente, un beso lleno de ternura y pasión, porque el destino, a pesar de todo, nos había dado una segunda oportunidad.

—Hoy va a ser un buen día —dijo ella, estirándose perezosamente.
—¿Por qué lo dices?
—Porque estamos juntos —respondió, con esa complicidad que me volvía loco—. Y porque tenemos toda una vida por delante para crear nuevos recuerdos y vivir nuevas aventuras.

Esa frase me hizo recordar que, aunque el pasado había sido nuestro hilo conductor, el futuro era nuestro lienzo en blanco. Nos levantamos despacio, como si el tiempo nos perteneciera solo a nosotros. Bajamos a la cocina, donde el olor del café recién hecho y el sonido de la lluvia suave golpeando la ventana nos envolvieron en una paz agradable.

—Deberíamos salir hoy —sugerí—. Hace tiempo que no paseamos por el lago Ness.
Annais sonrió mientras me entregaba una taza de café.
—¿Sabes qué me gustaría? —preguntó—. Que me llevaras a aquella colina donde solíamos sentarnos de jóvenes. Donde todo empezó.

Su petición me hizo sonreír. Lo recordaba bien: la colina desde la que se veía todo el valle de Inverness, un lugar donde las estrellas parecían más cercanas y los sueños más posibles.

Horas después, estábamos allí. Annais llevaba un vestido sencillo que se movía con el viento, y yo no podía apartar la mirada de ella. Parecía parte del paisaje: tan natural, tan hermosa, como siempre...

—Es curioso cómo todo ha cambiado —dijo ella, mirando el horizonte—. Y, al mismo tiempo, cómo todo sigue igual.
Me acerqué y la tomé de la mano.
—Lo único que necesitaba para que todo tuviera sentido eras tú.

Annais me miró, y en sus ojos vi el reflejo de todo lo que habíamos sido y de todo lo que seríamos. Me arrodillé lentamente, sacando del bolsillo una pequeña caja de terciopelo que llevaba días guardada.
—Annais — le dije con voz firme, pero con el corazón latiéndome en la garganta—, siempre supe que eras mi destino, aunque me costara años volver a encontrarlo. ¿Quieres pasar el resto de tu vida conmigo?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y una sonrisa iluminó su rostro.
—Sí, Ian. Siempre sí.

La abracé con fuerza, y el viento pareció llevarse consigo todos los miedos, todas las dudas. Éramos dos personas que, después de años de caminos separados, finalmente encontrábamos nuestro lugar en el corazón del otro.

Desde lo alto de la colina, las tierras de Escocia se extendían infinitas, hermosas y llenas de vida, como nuestro futuro. Ese día, bajo el cielo de Inverness, supe que no había final más perfecto que este: un amor que el tiempo no pudo borrar, un amor que, finalmente, nos pertenecía por completo.

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Moraleja
"A veces, la vida nos lleva por caminos diferentes, pero el verdadero amor siempre encuentra la manera de regresar ."




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