Contado por Ian.
Los inviernos en Inverness siempre tienen algo mágico. La nieve cubre las colinas con un manto blanco, y el mundo parece detenerse, como si la vida nos concediera un respiro lleno de paz y tranquilidad. Desde la ventana de nuestra casa, observo cómo los copos caen lentamente, bailando con el viento.
—Papá, ven, ¡mira lo que hice! —escucho una voz que me devuelve al presente.
Me giro y veo a nuestra pequeña, Lily, con su nariz rojiza y una sonrisa que podría iluminar el día más gris. En sus manos sostiene un dibujo, una familia de tres personas de pie en una colina, con el cielo y las montañas de fondo. Annais aparece junto a mí, con el cabello dorado al viento, y en el centro está Lily, con su trenza deshecha y el vestido rosa con su gran lazo detrás,que tanto le gusta.
—Nos dibujaste en la colina, ¿eh? —le digo, sonriendo mientras me agacho a su altura.
—Sí —contesta ella—. Porque mamá dice que ahí empezó nuestra historia.
Miro a Annais, que está apoyada en el umbral de la puerta, con una taza de té entre las manos y esa expresión serena que tanto amo de ella. Me acerco a ella y le doy un beso en la frente.
—Siempre cuenta nuestra historia, ¿eh? —bromeo suavemente.
—Siempre —responde ella, mirándome con el mismo amor de aquel día en la colina—. Porque hay historias que nunca deberían olvidarse.
Nos quedamos en silencio, contemplando a Lily mientras corre hacia la chimenea para dejar su dibujo sobre la repisa. La vida nos ha dado todo lo que un día creímos perdido: amor, familia y un hogar donde siempre quisimos estar.
—Ven conmigo —digo, tomando la mano de Annais—. Quiero mostrarte algo.
La guío hasta la puerta, abriéndola y el aire frío nos recibe de golpe. La nieve cubre el jardín como un mar blanco y, más allá, las colinas de Inverness se extienden infinitas.
—¿Recuerdas cuando dijiste que querías crear nuevos recuerdos? —le pregunto.
—Lo recuerdo.
—Pues este es uno de ellos —respondo, envolviéndola en mis brazos mientras ambos miramos el paisaje—. Un recuerdo de todo lo que logramos juntos.
Annais apoya su cabeza en mi hombro, y por un momento, el mundo vuelve a ser solo nuestro. Detrás de nosotros, la risa de nuestra hija se mezcla con el sonido del fuego de la chimenea en del salón. El amor, al final, no es solo una historia de grandes momentos; también está en las pequeñas cosas, en una mirada, en una risa, en una tarde de invierno bajo el cielo de Escocia.
—Siempre te dije que estarías a salvo conmigo —murmuro suavemente.
—Y siempre lo estuve —responde ella.
Desde la puerta de nuestra casa, bajo el cielo de Inverness, entiendo que no hay mejor final que este; uno que, en realidad, es un nuevo comienzo.
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"Porque las mejores historias de amor no terminan nunca; solo encuentran nuevas formas de seguir latiendo."
Nuria Fernández .
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amor de juventud, reencuentro y nuevos comienzos, decisiones difíciles.
Editado: 13.01.2025