Durante toda mi niñez había deseado encontrar la otra punta de mi "hilo rojo" manteniendo muy presente aquella historia que mamá solía contarnos a mi hermana y a mí antes de dormir, creyendo que después de tanto tiempo la persona indicada llegaría y me haría vivir una historia de amor como las que solía ver en televisión pero después de un par de corazones rotos, sentimientos malgastados y relaciones fallidas dejé de creer en ella.
Comencé a aferrarme a la idea de que todo lo que veía era ficción, era mentira y al hecho de que ese hilo rojo realmente no existía, siendo una historia para aquellas almas ilusas que llegaban a creer que era cierta, pero todo cambió aquella noche.
Cuando bajo el cielo y las estrellas sus ojos encontraron los míos, nuestras manos se entrelazaron y nuestras respiraciones se volvieron una sola misma, con voz tenue y temblorosa, susurró a mi oído una pregunta que hasta la fecha mantengo rebotando en lo más profundo de mi ser:
—¿Y si los hilos del amor pudieran enredarse, cambiar de rumbo, romperse y volver a unirse?
No respondí pero algo en mí deseaba que mi hilo rojo estuviese conectado al mío.