Abigail
El salón de baile se llena de luces y murmullos. El aire es denso, como si todo lo que está a punto de suceder estuviera contenido en un único suspiro. Me acerco al espejo grande del vestíbulo, el vestido ajustado a mi cuerpo y el antifaz dorado ocultando la mitad de mi rostro. Mis dedos juegan con el brazalete que nunca he dejado de usar, ese brazalete que me regaló un desconocido hace cuatro años, la noche en que me enamoré por primera y última vez.
—Ese brazalete… —la voz de Benjamin suena a mis espaldas, profunda, temblorosa. Me vuelvo y lo encuentro ahí, con su mirada intensa clavada en mi muñeca.
—¿Qué pasa con él? —pregunto, mi voz no tan firme como me gustaría.
Benjamin avanza un paso, y mi corazón late con fuerza. Ha dejado de usar su antifaz, y en su rostro veo algo que nunca había visto antes: vulnerabilidad.
—Eres tú, Abigail —dice en un susurro. —La mujer de aquella noche.
Mi garganta se seca, y lo miro fijamente, esperando que me lo niegue, que me diga que estoy soñando. Pero sus ojos no mienten. Recuerdo esa noche, la forma en que bailamos, los secretos que susurramos al oído, el regalo de este brazalete antes de que se marchara sin revelar su nombre.
—¿Yo? —la palabra se quiebra en mis labios. —¿Y tú… eras él?
—Sí. —su voz tiembla. Da un paso más, como si estuviera a punto de tocarme, pero se detiene a unos centímetros de distancia.
El peso de la verdad me aplasta. Lo he estado buscando durante cuatro años, pensando en él en cada momento de soledad, y ahora… es Benjamin. El mismo Benjamin con quien me casé por necesidad, el hombre que me ha ocultado sus propias intenciones, incluso ahora.
—¡No puede ser! —La rabia y la confusión se mezclan en mi pecho. —¿Y tu gran secreto? Eres candidato a gobernador, y yo no tenía idea. ¡Jugaste conmigo desde el principio!
—No fue así —protesta, su mirada suplicante. —Yo tampoco sabía quién eras. No hasta ahora.
—¿Y eso qué cambia? —mis manos tiemblan, pero no es miedo, es indignación. —Has estado jugando a ser mi esposo perfecto mientras ocultabas algo tan importante. ¿Cómo se supone que deba confiar en ti, Benjamin?
—Abigail… —se lleva una mano al cabello, desordenándolo, y veo el remordimiento en sus ojos. —Nada de esto fue parte del plan. Ni tú, ni lo que siento ahora.
Siento las lágrimas acumulándose, pero las contengo. No quiero llorar delante de él.
—Lo que siento ahora —repito, con un toque de amargura. —¿Y qué sientes? ¿Remordimiento porque estoy atrapada en tu red? Porque yo, Benjamin, todavía no sé si eres el hombre que conocí aquella noche… o solo un político más, escondiendo su verdad.
Sus ojos me buscan desesperadamente, pero yo doy un paso atrás, rompiendo la distancia.
»No sé si puedo perdonarte —musito en voz baja. —No sé si puedo seguir amando a alguien que ha sido un misterio desde el primer día.
Él extiende una mano, pero yo la esquivo, dejando que el silencio se extienda entre nosotros. Un silencio que, por ahora, lo dice todo.
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Editado: 19.11.2024