Benjamin
Abigail se queda inmóvil, sus ojos reflejan una mezcla de sorpresa y algo que podría ser desilusión. No quiero detenerme a descifrarlo. No puedo. Me siento un poco culpable por haber sido tan frío con ella, pero la verdad es que no sé cómo ser de otra manera. La amabilidad no es algo que me venga naturalmente, menos cuando estoy atrapado en una situación que no pedí.
Mientras la observo, intento justificar mi dureza. No puedo permitir que desarrolle algún tipo de apego hacia mí. No sería justo para ella, ni para mí. Mi corazón no está libre; no lo ha estado desde aquella noche.
Pienso en la mujer que conocí hace años, la que se adueñó de mi alma con una sola mirada a través de un antifaz. No sé su nombre, no conozco más de ella que lo que compartimos en esas horas fugaces, eso fue suficiente para marcarme. Su risa suave, la forma en que me miraba como si el mundo se desvaneciera a su alrededor, y la timidez que apenas ocultaba su valentía.
Esa noche fue todo. Supe que era su primera vez, y aunque debería haberme alejado, no pude. Me perdí en ella. Antes de que se fuera, le di un brazalete, algo simple, sin embargo, significativo, un recuerdo de lo que habíamos compartido. Ella, en un gesto que todavía me desconcierta, me dio su collar en forma de corazón. "Algo para que no me olvides", susurró antes de desaparecer entre la multitud.
No necesitaba el collar para recordarla. Desde entonces, no he dejado de pensar en ella. Cada decisión que tomo, cada paso que doy, está de alguna manera influido por el deseo de encontrarla de nuevo. No importa cuánto tiempo haya pasado, ella es la única que tiene mi corazón, aunque solo sea un recuerdo.
Abigail se mueve ligeramente, sacándome de mis pensamientos. Puedo ver en su rostro que mis palabras la han afectado. Quizás incluso la han herido. Es mejor así. Necesita saber desde el principio que este matrimonio no significa nada para mí más allá de lo que exige el contrato. No puedo permitirme que sea más.
Ella parece contrariada, no dice nada. Solo baja la mirada por un momento, como si estuviera procesando todo. La culpa se retuerce en mi pecho nuevamente, la aplasto rápidamente. No hay espacio para la compasión aquí. Esto es un arreglo, una transacción. Nada más.
Es mejor que piense que soy frío, distante. Así mantendremos las cosas claras. No puedo darle lo que necesita o lo que podría llegar a buscar en este año. Y no quiero que se enamore de alguien que no puede devolverle el sentimiento.
Mientras la miro, me convenzo de que mantener esta distancia es lo correcto, incluso si eso significa cargar con la sombra de mi dureza. Porque, al final del día, mi corazón ya no me pertenece. Es de ella, la mujer con el antifaz, la que dejó una marca que nadie más podrá borrar.
Abigail se cruza de brazos y me mira con una sonrisa divertida, esa que no encaja del todo en la tensión que aún flota entre nosotros. Hay algo en su expresión que me desconcierta, como si supiera algo que yo no. Pero antes de que pueda decir nada, ella rompe el silencio con una voz ligera, casi despreocupada.
—Por cierto, Benjamin, puedes quedarte tranquilo. —hace una pausa y ladea la cabeza, estudiándome. —Jamás pensé en el amor, y mucho menos en matrimonio. Ni siquiera estaba en mis planes casarme. Así que no tienes que preocuparte por esas cosas sentimentales.
No puedo evitar fruncir ligeramente el ceño, aunque mantengo mi expresión neutral. Su tono es tan casual que me descoloca. Pero ella sigue, sin notar o sin importarle mi desconcierto.
»Eso sí, tenemos que dejar algo claro. —su sonrisa se mantiene, pero su tono se vuelve más firme. —Cada uno puede hacer lo que quiera con su vida sexual, siempre y cuando no dejemos en ridículo al otro. Mi apellido es importante. Soy una O’Brien, la hija de un juez famoso, y no puedo permitirme ningún escándalo.
Por dentro, me quedo perplejo. ¿Vida sexual con libertad? ¿Eso es lo que ella espera de este… "matrimonio"? Trato de no mostrar mi desconcierto, aunque algo dentro de mí se revuelve. No sé qué es exactamente lo que me molesta. Tal vez sea la ligereza con la que lo dice o la manera en que deja claro que no le importa lo que haga mientras no afecte su imagen. No puedo evitar preguntarme si esto es algo que realmente quiere o si es solo una fachada.
—Entendido. —respondo al fin, con un tono seco, tratando de dejar claro que lo he procesado pero sin comprometerme demasiado.
Por dentro, pienso en lo que acaba de decir. Tiene razón en que su apellido está en juego, lo que ella no sabe es que también lo está mi carrera. Si alguien descubre que este matrimonio es un arreglo, todo lo que he construido podría venirse abajo.
Ella parece satisfecha con mi respuesta y se sienta en el sofá con la misma actitud relajada. Me cruzo de brazos, observándola. Hay algo en esta mujer que me intriga, algo que no puedo descifrar. Decido saciar mi curiosidad, al menos un poco.
—¿No ves televisión o sigues redes sociales? —pregunto, intentando sonar casual. Es extraño que no me reconozca, aunque agradezco que no lo haga. Solo que no puedo evitar preguntarme cómo es posible.
Ella se ríe, una risa breve y ligera.
—No. De donde yo vengo, la televisión es lo último en lo que alguien piensa. Mi vida gira alrededor de la historia y las momias. Así que, si eres una especie de celebridad, lo siento, no tengo idea de quién eres. —se encoge de hombros.
Su respuesta me toma por sorpresa, logro mantener mi rostro sereno. Por dentro, estoy desconcertado. ¿Momias? ¿Historia? Esta mujer es un enigma, y no puedo evitar encontrarla… peculiar. No en el mal sentido, no obstante definitivamente inesperada. Asiento, esbozando una leve sonrisa que no llega a ser cálida, pero al menos es cortés.
—Interesante. —murmuro, más para mí mismo que para ella.
Por ahora, parece que mi secreto está a salvo. Y, aunque no lo quiera admitir, su indiferencia hacia mi identidad me resulta casi refrescante. Ella no espera nada de mí más allá de lo que este contrato exige. Pero aun así, no puedo sacudirme la sensación de que Abigail O’Brien será mucho más difícil de ignorar de lo que pensé al principio.
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Editado: 21.12.2024