Abigail
Estoy sentada al borde del mesón de la cocina, mis pies descalzos colgando mientras mis pensamientos vuelven una y otra vez a las palabras de Benjamin la noche anterior. Todo había parecido tan perfecto, tan mágico por un instante. Por un momento, en sus brazos, había sentido algo que no experimentaba desde aquella única noche en Egipto. Cerré los ojos y casi creí que era él, el hombre que me marcó para siempre. La forma en que Benjamin me sostuvo, cómo me besó, por un instante me hizo olvidar lo que realmente somos.
Benjamin siempre encuentra la manera de arruinarlo todo. Tiene esa habilidad innata de destruir cualquier momento con solo hablar. No solo sus actos son despreciables, sino que sus palabras… esas frases cargadas de desprecio que lanza con tanta facilidad, tienen el poder de hacerte sentir insignificante, como si no valieras nada. Nunca había conocido a alguien con tanta capacidad para hacerte desear desaparecer con un simple comentario.
No quiero volver a sentirme así. No quiero permitir que Benjamin me convierta en alguien que no reconozco, alguien débil, alguien que acepta humillaciones solo por cumplir un contrato ridículo. Por eso estoy aquí, esperando a que salga de su dormitorio. Sé que pasará por la cocina como cada mañana, en busca de su desayuno: un café negro con dos tostadas, siempre lo mismo. Después desaparecerá por todo el día, ocupando su tiempo en reuniones y escapando de esta casa y de mí.
Mis ojos se detienen en las maletas que están a un lado de la cocina. Las empecé temprano esta mañana, cuando todavía estaba oscuro y el peso de la decisión me mantenía despierta. La decisión está tomada. Me voy. Volveré a Egipto, a mi hogar, a las pirámides, al desierto y al aire cálido que siempre me ha dado una sensación de libertad que aquí no tengo.
Dejaré esta casa, este matrimonio falso, esta humillación constante. Que Nora y Grace se queden con todo. Que disfruten de la herencia que tanto ansían. Ya no me importa. No vale la pena soportar esta vida, esta carga, por algo tan vacío como un legado que ni siquiera quiero. La herencia de un hombre que apenas conocí, un padre que, aunque me dio la vida, también me abandonó en muchos sentidos.
No soy como Nora y Grace. No puedo quedarme aquí luchando por algo que no significa nada para mí, mientras mi dignidad se desmorona con cada día que pasa al lado de Benjamin. Pensé que podría soportarlo, que el sacrificio valdría la pena, no obstante, anoche fue la gota que derramó el vaso. Benjamin me hizo sentir miserable, como si mi valor se redujera a ser una pieza más en su mundo, una que puede mover o desechar a su antojo.
Escucho pasos en el pasillo, y mi corazón se acelera. Es él. Está a punto de entrar. Respiro hondo, tratando de calmarme, porque sé que este será el último momento en que lo vea. No me detendré. No cambiaré de opinión. Ya no puedo soportar más.
Miro las maletas una vez más, listas para acompañarme a casa. No tengo nada más que decirle, y nada que él pueda decir cambiará lo que siento. No soy una mujer que acepte menos de lo que merece, y lo que merezco está lejos de aquí, lejos de Benjamin y de todo lo que representa.
Benjamin entra a la cocina, y su presencia llena el espacio como una tormenta. Se detiene en seco al verme sentada en el mesón, con las piernas cruzadas y la pastilla en mi mano. Sus ojos se fijan en mí, y la tensión en su cuerpo es palpable.
—Abigail. —susurra, su tono firme, pero antes de que pueda continuar, lo interrumpo.
—Aquí tienes lo que querías. —respondo con una sonrisa fría, levantando la pastilla para que la vea claramente. Bajo su atenta mirada, tomo un vaso de agua y, de un solo trago, me la paso.
Lo observo por un segundo, sosteniendo su mirada, antes de sonreírle cálidamente, sin rencores, aunque por dentro mi orgullo grita.
»Ya está. Todo solucionado. —saco la sortija de bodas de mi dedo y la dejo sobre el mesón con un suave clic. A su lado, coloco un sobre con los papeles de divorcio. —Aquí están los papeles. Ya los firmé. Solo falta tu firma. —mi voz es tranquila, pero cargada de determinación.
Benjamin camina hacia el mesón, quedándose del otro lado, sus ojos fijos en mí. Su expresión se endurece mientras toma el sobre.
—Si firmo esto, perderás todo —dictamina, su tono frío como una daga.
Lo miro sin pestañear. —No me importa. —cruzo los brazos frente a mi pecho, desafiándolo. —De todos modos, nunca quise la herencia. Todo esto fue una venganza para que Nora y Grace se quedaran sin nada.
Benjamin guarda silencio por un momento, como si estuviera procesando mis palabras. Luego, deja el sobre en el mesón y me mira, su expresión cambiando ligeramente.
—Anoche no pensé… —comienza, pero lo corto antes de que termine.
—No importa —digo, con una sonrisa que no llega a mis ojos. —Fue solo una noche. Como con cualquier otro hombre. No hay nada que disculpar. —mis palabras son directas, pero mi corazón late con fuerza, odiando la vulnerabilidad que trato de ocultar.
Él tensa la mandíbula, pero antes de que pueda replicar, señalo las maletas al lado de la cocina.
»Firma, así puedo irme de una vez. —es entonces cuando Benjamin niega lentamente con la cabeza.
—No voy a darte el divorcio. —anuncia con frialdad.
La perplejidad me golpea, pero no dejo que se note en mi rostro. Mi mente intenta procesar lo que acaba de decir. ¿No me dará el divorcio? ¿Qué demonios significa esto?
»No solo me casé para ayudarte, Abigail. También lo hice por conveniencia propia. —su tono es frío, calculador, y con cada palabra siento cómo mi rabia crece.
—¿Conveniencia? —pienso, sin decirlo en voz alta, mientras él continúa.
—Un divorcio no es conveniente para mí en este momento. —toma los papeles de divorcio y, sin dudarlo, los rompe delante de mis ojos.
Mi boca se abre para soltar una blasfemia de insultos que tengo acumulados, pero antes de que pueda articular palabra, el timbre de la mansión suena. Benjamin ni siquiera me mira; simplemente sale de la cocina, pasando por el comedor y la sala. Lo sigo de cerca, furiosa, insistiendo en que firme, pero él no dice nada.
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Editado: 21.12.2024