La lluvia seguía cayendo cuando Sofía llevó la caja a la mesa del comedor. La dejó allí, sobre el mantel bordado que había heredado de su abuela. Durante varios minutos, solo la miró, como si abrirla fuera una decisión irreversible.
El sonido de las gotas golpeando el techo era casi hipnótico. Afuera, las luces de la calle parecían borrosas a través de los cristales empañados. Dentro, la caja estaba seca, intacta… como si hubiera esperado pacientemente todos esos años para volver a sus manos.
- No es más que madera - murmuró para sí misma.- Y un montón de papeles viejos.
Pero no era cierto, y lo sabía. Esa caja contenía una parte de ella que había decidido enterrar.
Se sentó, apoyó los codos sobre la mesa y, con un suspiro largo, levantó la tapa. El aroma a papel envejecido y tinta desvanecida se mezcló con algo más tenue: el perfume que solía usar en aquellos días, ahora reducido a un eco lejano.
Lo primero que vio fue una fotografía. Ella y Dereck, sentados en un muelle, con los pies colgando sobre el agua. Él llevaba una camiseta blanca y la miraba como si estuviera diciendo algo que la hacía reír. Sofía recordó perfectamente el momento.
- El verano del lago… - susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
Sacó la foto y, debajo, encontró una entrada de cine arrugada. “20 de julio, 2014, Función 7:45 pm”. Sonrió sin querer. Fue la noche en que se quedaron hablando tres horas afuera del teatro, sin importar que lloviera.
Entonces apareció una hoja doblada en cuatro, escrita a mano. La reconoció al instante: la letra de Dereck. Dudó unos segundos antes de desplegarla.
"Sofi, si algún día lees esto, espero que recuerdes que no todo en la vida tiene que ser resuelto, que hay cosas que solo se sienten. Y tú… eres una de esas cosas que no quiero entender, solo vivir."
Ella cerró los ojos. La voz de Dereck parecía pronunciar esas palabras en su cabeza. Sintió un leve temblor en las manos y dejó la carta a un lado.
En ese momento, un golpe suave en la puerta la hizo levantar la vista. Por un segundo pensó que sería el viento… pero luego escuchó su voz.
- Sofía… ¿puedo pasar?
Era Dereck. Otra vez.
Ella se quedó quieta, mirando la caja abierta, consciente de que si él entraba y la veía, el muro que había construido podría resquebrajarse.
- La puerta está abierta - respondió finalmente.
Dereck entró, esta vez con una sudadera seca y el cabello aún húmedo. Se detuvo al ver la caja.
- La abriste.
- Sí - dijo ella, sin intentar ocultarlo.
Se acercó y, con cuidado, tomó una de las fotos.
- No recordaba esta - comentó, mirándola con una mezcla de nostalgia y tristeza.- Fue el día que intentaste enseñarme a nadar… y terminé casi ahogándome.
Sofía rió suavemente.
- Tú exageras. Solo tragaste medio litro de agua.
- Y tú te reíste durante media hora - replicó él, sonriendo por primera vez esa noche.
Hubo un silencio breve. Dereck dejó la foto sobre la mesa y la miró directamente.
- ¿Por qué guardaste todo esto?
- Porque… - Sofía buscó las palabras - porque había cosas que no quería perder, aunque ya no formaran parte de mi vida.
- ¿Y yo? - preguntó él, con la voz baja.- ¿También me guardaste de esa forma?
Ella sintió que el aire se volvía más denso. Bajó la mirada hacia la caja.
- A veces creo que sí… otras veces, que no debería haberlo hecho.
Dereck apoyó las manos en la mesa, inclinándose un poco hacia ella.
- No vine para reabrir heridas, Sofía. Vine porque… hay cosas que dejé sin decir.
- Y yo no sé si quiero escucharlas - dijo ella, pero su voz carecía de firmeza.
- No tienes que decidirlo ahora - respondió él.- Solo… déjame quedarme un momento.
Sofía no contestó. En cambio, tomó otra carta de la caja y la puso frente a él.
- Léela. Es tuya.
Dereck la reconoció al instante. La tomó y sonrió apenas.
- La escribí una noche en que no podía dormir. Pensaba en ti.
Y comenzó a leerla en voz alta. Su voz llenó la habitación con un tono cálido y melancólico, y Sofía sintió que cada palabra golpeaba contra una puerta cerrada dentro de ella.
Cuando terminó, la dejó sobre la mesa, junto a las otras.
- Yo tampoco olvidé, Sofía.
Ella lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, no supo si quería alejarlo… o acercarse más.