Bajo el manto de la tormenta

El objeto bajo el muelle.

El muelle crujía bajo sus pies mientras avanzaban hacia el extremo. El aire estaba impregnado de sal y un leve olor a madera húmeda. Sofía sentía cómo sus pasos resonaban demasiado fuerte en la quietud de la noche.

—¿Seguro que no fue solo una ola? —preguntó, intentando convencerse.

—Ese sonido no fue una ola —contestó Liam, con la mirada fija en el agua negra—. Fue algo sólido cayendo.

Dereck, que iba unos pasos por delante, se inclinó sobre el borde del muelle.

—No veo nada… —dijo, aunque su tono no transmitía seguridad.

Liam se agachó junto a él, señalando un punto donde la luna apenas iluminaba la superficie.

—Ahí. ¿Lo ves?

Sofía se acercó, y sus ojos tardaron unos segundos en enfocar. Un objeto metálico brillaba a medias bajo el agua, atrapado entre dos pilotes de madera.

—¿Qué es eso? —preguntó.

—No lo sé… —susurró Dereck, quitándose la chaqueta— pero voy a averiguarlo.

—¿Estás loco? El agua está helada —dijo Sofía, agarrándolo del brazo.

Él la miró con una mezcla de determinación y ternura.

—No será la primera vez que me sumerjo por algo importante.

Antes de que pudiera detenerlo, Dereck saltó al agua. Un fuerte chapoteo rompió el silencio y Sofía retrocedió instintivamente para no mojarse. Liam permanecía en cuclillas, observando sin apartar la vista.

Pasaron segundos largos hasta que Dereck emergió, respirando con fuerza. Traía el objeto en la mano: una caja metálica, oxidada pero intacta, del tamaño de un cuaderno.

—Dámela —dijo Liam, extendiendo la mano.

—Ni lo sueñes —replicó Dereck, subiéndose al muelle y escurriendo el agua—. Esto lo abriremos cuando estemos a salvo.

—¿A salvo de qué? —intervino Sofía, exasperada—. ¿De quién?

Los dos hombres se miraron, pero ninguno respondió.

—¡Basta de secretos! —exigió ella, plantándose frente a ellos—. Si esto tiene que ver con mi padre, quiero saberlo ahora.

Dereck suspiró, mirando la caja como si pesara más de lo que aparentaba.

—Dentro de esto… podría haber la prueba de que tu padre no murió como crees.

Sofía sintió un vértigo extraño, como si el muelle se moviera bajo sus pies.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que tal vez —intervino Liam— él no fue una víctima… sino parte de algo mucho más grande.

Antes de que Sofía pudiera procesar esas palabras, un sonido metálico de pasos sobre madera retumbó detrás de ellos.

No estaban solos.




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