Las modelos se presentaron y al llegar el turno de Marina, todas las futuras maquilladoras exhalaron eufóricas.
Era la hija de la misma Paola Amanecer y eso no lo ocultaba Marina.
— Estoy encantada de estar aquí un año más con ustedes. — Habló Marina sonriendo y acabando por poner sus ojos en Abril. — Espero que nos llevemos bien y disfrutemos todas juntas.
— Buenas palabras. — La aplaudió la profesora y Marina sonrió.
— Gracias, señora Karla. — Contestó Marina, cuando tocaron a la puerta del aula.
— Adelante. — Habló la profesora Karla, la puerta se abrió y todas observaron a un repartidor que traía un ramo de flores de hibiscus rojas, el significado de aquella flor era la eternidad y la abundancia inagotable, también traía un paquete.
— ¿La señorita Abril Días? — Preguntó el repartidor y la profesora miró a sus alumnas, levantándose Abril.
— Soy yo. — Respondió Abril, sus ojos se fueron a las flores y el repartidor se le acercó.
— Es para usted, por favor, podrías... — Informó el hombre y ante de terminar de hacerlo, Abril se puso a estornudar.
— Lo, lo siento, soy alérgica a las flores. — Abril se apartó estornudando y Marina se acercó agarrando las hibiscus rojas, pudiendo ver la tarjeta de la familia García.
— Harris. — Gruñó Marina, mientras que Abril seguía estornudando por culpa de las flores.
— Harris está acosando a la hermana de Jimena. — Habló más tarde Marina con su madre, en el despacho de la Academia.
— ¿Y qué quieres que haga? — Contestó la señora Paola. — Tu hermano es mayor para saber lo que tiene que hacer y no tener a su madre detrás.
— ¿Segura? — Protestó Marina sentándose y su madre levantó la mirada de los informes. — Abril es alérgica a las flores y él le regala un ramo de hibiscus rojas.
— Es una buena decisión el ramo que mi hijo eligió, eternidad y abundancia. — Asintió la dueña y directora de la Academia Amanecer.
— Veo que ni me prestas atención. — Maldijo Marina dando un suspiro. — Se ha empeñado en Abril.
— Él piensa en Melissa.
— Esto no es solo por Melissa, es también por él. — Contestó Marina que gruñó. — Si quiere un nuevo amor que se lance sobre Reina que tiene ya las brazos bien abiertos.
— No digas eso. — Protestó Paola negando. — Es una mujer artificial.
— No decías eso hace un tiempo. — Le echó en cara Marina a su madre y Paola sonrió a su hija.
— No la conocía bien. — Respondió, mirando los papeles frente a ella y pasando las hojas.
— Pues mamá, ella cree que se casará con Harris García. — La informó Marina dejándose de caer en el espalda de la silla.
— Es un idiota. — Escupía Ana a su prima Abril, mientras las dos sabían las escaleras que daban a la casa.
— Es mejor no prestarle mayor atención. — Dijo Abril, preocupada de que su prima perdiera su trabajo.
— Abril. — La llamó Ana una vez que se pararon frente a la puerta. — Seguirá molestando, conozco a Harris.
— ¿Crees que debería comprarme un spray de pimienta? — Preguntó Abril y Ana se rió.
— No creo que sea para tanto. — Contestó Ana abriendo la puerta y saliendo de su interior un olor a flores. — Tal vez sí deberías. — Pronunció Ana echando una mirada por el salón comedor de su casa, viéndolo invadido por muchos ramos de flores de hibiscus rojas.
Abril empezó a estornudar, teniendo que alejarse corriendo de allí.
Harris sonrió mirando a Ana que irrumpió en su despacho, trayendo en sus manos un ramo de hibiscus que lanzó al escritorio.
— Eres un completo... — Ana calló a ser agarrada por su esposo Sebastián. — Si amabas a Jimena debería de saber que su hermana es alérgica al polen de las flores.
— Señor García... — Se disculpaba la secretaría que no pudo detener a Ana.
— Corazoncito. — Sebastián intentaba calmar a su recién esposa.
— ¿Es alérgica a las flores? — Preguntó Harris que se levantó. — La, la casa. — Señaló a Sebastián con el dedo.
— Ya hemos visto la casa. — Gruñó Ana, que se soltó de su esposo mirándolo con rabia, para después marcharse del despacho.
— Tenías que haberme contado que Abril era alérgica a las flores. — Acusó Harris a su asistente, dando un profundo suspiro para sentarse luego en su cómodo asiento.
— No, si ahora seré yo el único culpable. — Habló Sebastián preocupado por el enfado de Ana. — Seguro que me tocará dormir en el sofá.
— Míralo por el lado bueno, estás más cerca de la puerta. — Comentó Harris dejándose de caer en el espaldar de su asiento.
Cuando Ana se sentó en la mesa de su trabajo, agarró su teléfono móvil llamando a su prima.
— ¿Estás mejor? — Le preguntó Ana nada más contestar Abril.
— Estoy bien. — Respondió Abril, teniendo congestión nasal y picor en la garganta.
— No te escucho muy bien, ¿quieres que me marche del trabajo? — Le preguntó Ana preocupada a su prima, su tía Dolores confiaba en ella para que a su hija no le pasara nada en la gran ciudad.
— No hace falta. — Se negó Abril llevándose la mano a la garganta. — Buscaré donde pasar la noche.
— Mi Abril. — Suspiró Ana dirigiendo su mirada para el despacho del presidente. — Lo lamento.
— Ya dije que no pasa nada. — La calmó Abril colocándose el casco de la moto. — Te aviso.
— Sí, por favor. — Pidió Ana antes de que Abril colgara la llamada.
— Al final lograrás que te echen del trabajo. — Habló una compañera de trabajo a Ana y ella gruñó.