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El aire en la sala era denso, cargado de esa energía extraña que a veces se siente cuando sabes que algo está a punto de cambiar. Lucas me había invitado a cenar para discutir algunos detalles del proyecto, pero, desde el principio, algo en su tono me había hecho dudar. Era una cena de negocios, sí... pero la manera en que lo había propuesto, el leve temblor en su voz, indicaba que podría ser algo más.
La mesa en el restaurante era elegante, perfectamente iluminada por una suave luz dorada. Las velas parpadeaban débilmente, creando sombras danzantes sobre los platos. El ambiente era íntimo, demasiado íntimo para una conversación puramente profesional. El aroma a vino tinto flotaba en el aire, mezclado con las notas de romero y carne asada, dándole a la noche un aire acogedor, casi tentador.
Lucas estaba sentado frente a mí, vestido impecablemente como siempre, pero algo en él era diferente. Su postura, más relajada, los pliegues suaves de su camisa, incluso la forma en que sus dedos acariciaban distraídamente el borde de su copa de vino. Había una calma inusual en él, algo que no había visto antes. La frialdad calculada que solía irradiar estaba ausente, y por primera vez, parecía humano, vulnerable.
Yo había llegado con la idea de mantener la distancia. Después de todo, este hombre no solo formaba parte de mi presente, sino que había sido una figura tormentosa en mi pasado. No podía olvidar lo que representaba: poder, control, secretos. Y sin embargo, esa noche, mientras me miraba a los ojos desde el otro lado de la mesa, no vi al Lucas impenetrable que conocía, sino a alguien más. Alguien que intentaba, de alguna manera, abrir una puerta que siempre había estado cerrada.
—¿Cómo está Mateo? —preguntó de repente, rompiendo el silencio. Su voz era baja, casi suave.
Me sorprendió su pregunta. Lucas nunca había mostrado interés personal en mi hijo, al menos no de manera directa. Era siempre formal, distante. Pero esta vez, había una sinceridad en sus palabras que me descolocó.
—Está bien —respondí, tratando de no mostrar demasiado mis emociones—. Siempre preguntando por todo, curiosidad infinita... como todos los niños de su edad.
Lucas asintió, sus ojos se suavizaron un poco. Parecía estar debatiéndose internamente sobre algo, como si cada palabra que pronunciaba estuviera cuidadosamente pensada antes de dejar sus labios. Y luego, de forma casi imperceptible, sus hombros se relajaron, como si se permitiera bajar la guardia.
—A veces... me pregunto cómo sería tener esa libertad —dijo, y me sorprendí al notar un matiz de tristeza en su voz—. Ser un niño otra vez, sin todas estas responsabilidades... sin todo este peso.
Lo miré, sorprendida. Lucas no era de los que compartían sus pensamientos, y mucho menos sus sentimientos. Estaba claro que algo lo estaba afectando, pero no sabía si era seguro preguntarle. Había algo en su mirada, en cómo sus ojos grises se oscurecían, que me decía que estaba lidiando con algo más grande de lo que dejaba ver.
—¿Por qué me invitaste a cenar? —pregunté finalmente, sintiendo la urgencia de cambiar el tema antes de que las cosas se volvieran más personales de lo que esperaba.
Lucas dejó la copa de vino sobre la mesa, sus dedos ahora entrelazados sobre la superficie de madera pulida. Sus ojos se encontraron con los míos, y por un segundo, pensé que iba a retractarse. Pero no lo hizo.
—Necesitaba un momento para respirar —confesó, su voz firme pero con una fragilidad que rara vez dejaba ver—. A veces, la vida se convierte en una prisión de expectativas. Todos te miran, esperando que lo tengas todo bajo control, que no cometas errores... Y simplemente... no puedes fallar.
Las palabras se quedaban flotando en el aire, cargadas de una intensidad que me tomó desprevenida. Vi en su mirada algo que rara vez había visto en Lucas: duda. Detrás de esa fachada impenetrable de hombre exitoso, frío y calculador, había alguien luchando contra demonios internos. Esa revelación me desarmó por completo.
—No tienes que hacerlo solo —dije, más en un impulso que en una decisión consciente. Al momento de decirlo, me di cuenta de lo vulnerables que mis palabras me hacían sonar, pero no pude evitarlo.
Lucas soltó una pequeña risa, seca, pero no cínica, más bien resignada. Desvió la mirada, como si no supiera cómo procesar esa oferta de ayuda.
—No todo el mundo está dispuesto a entender lo que significa cargar con ciertas cosas, Mía —murmuró—. A veces, es más fácil esconder los secretos bajo la alfombra y seguir adelante, esperando que nadie los note. Pero tarde o temprano, todo sale a la luz.
Su confesión me dejó sin palabras. No estaba segura de a qué se refería exactamente, pero había una gravedad en sus palabras que me hizo sentir que Lucas estaba revelando más de lo que él mismo era consciente. Como si, en ese preciso momento, hubiera olvidado por completo que estábamos cenando por un proyecto de trabajo, y se estuviera abriendo de manera más íntima de lo que alguna vez hubiera imaginado.
—¿Qué está pasando, Lucas? —pregunté con suavidad, mi voz apenas un susurro en la atmósfera cálida y cargada del restaurante.
Lucas se tensó por un segundo, su mirada volviendo a endurecerse. Parecía debatirse entre seguir hablando o volver a su caparazón impenetrable. Pasaron unos segundos que se sintieron eternos, hasta que finalmente suspiró y me miró a los ojos.
—Solo... es algo del pasado que está regresando —dijo, intentando restarle importancia, pero sabía que había más detrás de esas palabras.
Me quedé mirándolo, tratando de descifrar ese muro que volvía a erigirse entre nosotros. Por un instante había sentido que había roto esa barrera, que había visto una faceta de él que rara vez mostraba. Pero ahora, se estaba cerrando nuevamente, envolviéndose en la armadura que siempre llevaba puesta.
El resto de la cena transcurrió en una conversación más liviana, pero la tensión subyacente no desapareció. A pesar de que tratamos de mantener la charla en torno a los temas del proyecto, la distancia que él trataba de establecer solo hacía que mis dudas crecieran. No podía dejar de preguntarme qué secretos estaban escondidos bajo esa superficie tan controlada que siempre mostraba al mundo.
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Editado: 26.10.2024