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La lluvia golpeaba con fuerza los cristales de la ventana, creando un murmullo constante que parecía intentar ahogar los latidos acelerados de mi corazón. La oficina, normalmente un refugio de productividad, se sentía vacía y cargada de electricidad. Lucas y yo estábamos a solas, y la tensión que había estado acumulándose entre nosotros era tan palpable que casi podía tocarla. Habíamos estado navegando en un mar de miradas furtivas y palabras a medio decir, pero ahora, esa atmósfera se había vuelto insoportable.
El día había sido especialmente difícil. Cada tarea parecía un recordatorio de lo complicado que se había vuelto todo. La rutina que alguna vez fue reconfortante ahora se sentía como una trampa. Había momentos en que pensaba que podría olvidar la atracción que crecía entre nosotros, pero cada vez que Lucas sonreía o me miraba con ese brillo intenso en sus ojos, todo se desmoronaba.
—Mia —dijo, rompiendo el silencio. Su voz sonaba grave, como si cada palabra estuviera cargada de peso—. ¿Por qué todo se ha vuelto tan complicado?
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo ante su pregunta. No era solo la lluvia lo que me había dejado fría; era la realidad que habíamos ignorado. Mi mirada se deslizó hacia el escritorio, donde el bolígrafo que tenía entre mis dedos se convirtió en un objeto de fascinación. Las palabras no salían. ¿Cómo explicarle que el abismo entre nuestra relación profesional y lo que comenzaba a ser algo más se había vuelto inminente?
—No lo sé —respondí al fin, sintiendo que mi vulnerabilidad se apoderaba de mí—. Todo parece haber cambiado, y no sé cómo manejarlo.
La luz del atardecer se filtraba a través de la ventana, lanzando sombras sobre su rostro, acentuando la seriedad de su expresión. La forma en que me miraba, como si estuviera intentando descubrir un secreto oculto, me hacía sentir expuesta. La presión en mi pecho aumentó, y el aire se volvió denso. Ambos sabíamos que había algo más, pero hablarlo significaba arriesgar lo poco que teníamos.
Y entonces, sin previo aviso, Lucas se inclinó un poco más hacia mí. Fue un movimiento tan sutil, pero en el instante en que nuestras miradas se encontraron, el mundo exterior se desvaneció. El tiempo pareció detenerse. En ese momento, todas las barreras que habíamos levantado entre nosotros comenzaron a desmoronarse. Mi mente se nubló, y el pensamiento racional se evaporó. Lo que comenzó como un beso suave, casi tímido, rápidamente se volvió una explosión de emociones reprimidas.
Su labios eran cálidos, firmes, y cuando finalmente se encontraron con los míos, todo el peso de nuestra atracción reprimida estalló. Era como si un volcán que había estado latente finalmente hubiera entrado en erupción. Cada caricia, cada susurro de nuestros labios, hablaba más de lo que las palabras podrían expresar. Pero la realidad se impuso de inmediato, y nos separamos tan pronto como nos habíamos encontrado, jadeando como si hubiéramos estado bajo el agua y finalmente emergido a la superficie.
—Esto… no debería haber pasado —musité, mi voz temblorosa. La confusión y el miedo se entrelazaban en mi pecho.
Lucas se apartó un paso, su expresión un mosaico de asombro y frustración. —No sé qué significará esto para nosotros, para nuestra relación profesional… —dijo, y su voz se quebró en el último suspiro, como si le costara aceptar la magnitud de lo que había sucedido.
—Yo tampoco —admití, sintiéndome atrapada entre el deseo ardiente y la lógica aplastante de nuestra situación. —¿Qué hacemos ahora?
La atmósfera en la oficina se volvió aún más tensa. Los ecos de nuestras respiraciones se mezclaban con el sonido de la lluvia, creando un paisaje sonoro que reflejaba nuestro caos interno. Miré a Lucas y vi el tormento en su rostro, la batalla entre lo que quería y lo que sabía que debía hacer. La confusión se cernía sobre nosotros como una niebla espesa, y cada segundo que pasaba hacía que el peso de nuestra decisión se volviera más insoportable.
—Debemos aclarar esto, Mia —dijo finalmente, su voz tan suave como el viento que soplaba afuera.
Asentí lentamente, sintiendo que cada palabra pesaba como una piedra en mi corazón. A medida que nos separábamos, el frío de la distancia regresaba, recordándome que habíamos cruzado una línea, y que no había marcha atrás. Pero, por otro lado, había una chispa de esperanza que me llenaba de valentía. Habíamos dejado caer nuestras máscaras, y aunque no sabíamos qué significaba eso, era un paso hacia algo nuevo.
Lucas miraba hacia la ventana, como si buscara respuestas en la lluvia. En ese momento, comprendí que estábamos al borde de algo importante, algo que podría cambiar nuestras vidas y nuestra relación. Pero la incertidumbre se cernía sobre nosotros, y no teníamos claro si debíamos seguir adelante o retroceder.
—Si vamos a seguir adelante con esto, debemos ser honestos —dijo Lucas, sus ojos volviendo a encontrar los míos. —No puedo seguir ignorando lo que siento por ti.
Mis latidos se aceleraron. Había tanto que decir, pero las palabras se sentían insuficientes. Sabía que nuestro mundo profesional podría volverse un caos, pero en el fondo, había una parte de mí que ansiaba explorar lo que sentía. No sabía cómo se vería nuestra relación, pero estaba lista para descubrirlo, aunque significara enfrentar desafíos inimaginables.
—Yo también siento lo mismo —respondí, y esta vez, mi voz era más firme, más decidida. —Pero necesitamos encontrar un equilibrio. No podemos dejar que esto afecte nuestro trabajo.
Lucas asintió lentamente, su mirada firme. —Prometamos que, sin importar lo que pase, lo hablaremos. No quiero que esto se convierta en un secreto, algo que nos consuma desde adentro.
Con cada palabra, sentía que las barreras que habíamos levantado comenzaban a desvanecerse. Era el primer paso hacia una nueva relación, llena de riesgos, pero también de oportunidades. Estábamos en una encrucijada, y aunque el futuro se veía incierto, había una chispa de esperanza en el aire, una posibilidad de que nuestra conexión se convirtiera en algo hermoso, si estábamos dispuestos a luchar por ello.
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Editado: 26.10.2024