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Me desperté esa mañana con una extraña sensación de pesadez, como si mis pensamientos hubieran seguido trabajando mientras dormía, atrapados en un bucle infinito de dudas y deseos. La lluvia había cesado durante la noche, pero el aire seguía cargado de humedad, como si la tormenta se hubiera quedado atrapada dentro de mí. Me senté en la cama, apretando el edredón con las manos, tratando de encontrar claridad en el caos que se había convertido mi vida desde el momento en que Lucas me besó.
El recuerdo de sus labios sobre los míos seguía fresco en mi mente, una sensación que me estremecía con cada repetición. Era como si aquel beso hubiera abierto una puerta que no estaba segura de querer cruzar. Lucas había llegado a mi vida sin previo aviso, cambiando la forma en que veía las cosas, sacudiendo las estructuras en las que siempre me había apoyado. Nunca había sido impulsiva, y siempre me había enorgullecido de mantener el control… hasta que él apareció.
Sin embargo, no podía ignorar lo que sucedía ahora con el regreso de Gabriel. El sonido de su nombre resonaba en mi mente como un eco del pasado, un recordatorio de promesas rotas y corazones dañados. Habíamos compartido tantas cosas, y el dolor de su partida me había dejado una herida que creía cerrada, pero que ahora parecía volver a abrirse. Su regreso me había tomado por sorpresa, y no estaba segura de cómo manejar la incertidumbre de tenerlo de vuelta en mi vida. ¿Podría confiar en él de nuevo, después de todo lo que pasó?
A pesar de las dudas que me acosaban, había algo en Lucas que me atraía irremediablemente, una fuerza que no podía explicar con lógica. Era como si con él, el mundo se sintiera más… real. Había una intensidad en sus ojos, una franqueza en su voz, que me obligaba a ser honesta conmigo misma, a cuestionar lo que realmente quería. Antes de él, mi vida había seguido un guion predecible, pero con Lucas, cada día era una aventura nueva, una prueba constante.
Me levanté de la cama, mi reflejo en el espejo me devolvía la mirada con una mezcla de confusión y curiosidad. ¿Qué estaba haciendo? ¿Era una locura siquiera pensar en involucrarme con alguien como Lucas cuando mi pasado seguía rondando como un fantasma? Me preguntaba si estaba cometiendo un error, si me estaba precipitando hacia algo que no tenía un final feliz. Pero en el fondo sabía que parte de mí ansiaba ese riesgo, ansiaba sentir algo real y profundo.
A lo largo del día, no podía evitar pensar en él. Cada tarea en la oficina, cada llamada que contestaba, parecía teñida con el recuerdo de su beso, con la forma en que su voz había temblado cuando admitió lo que sentía por mí. Pero el regreso de Gabriel lo complicaba todo. Cuando me llamó para decirme que estaba de vuelta en la ciudad, mi corazón se agitó con un nerviosismo que no había sentido en años. No sabía lo que él esperaba de mí, ni siquiera sabía lo que yo esperaba de él.
Lucas, en cambio, había irrumpido en mi vida con una honestidad desarmante. No me prometía nada, no intentaba controlarme ni manipular mis decisiones. Era diferente a Gabriel en ese sentido; con él, había una libertad que nunca sentí antes. Y, sin embargo, esa libertad también venía acompañada de un miedo. El miedo de que, si me dejaba llevar por lo que sentía por Lucas, terminaría por perderme a mí misma.
No sabía cómo decirle a Lucas lo que estaba pasando, cómo explicarle que Gabriel seguía siendo una sombra en mi vida, una pieza de un rompecabezas que ya no encajaba, pero que aún seguía ahí, molestándome con su presencia. Era injusto para él, lo sabía. Pero también era injusto para mí misma pretender que no estaba dividida entre lo que alguna vez fue y lo que podría ser.
Esa tarde, mientras regresaba a casa, la ansiedad me consumía. Necesitaba claridad, necesitaba tomar una decisión, pero cuanto más intentaba razonar mis sentimientos, más enredada me sentía. Lucas me había mostrado una versión de mí misma que no conocía; una Mia que era capaz de arriesgarse, de ser valiente, de dejar atrás las expectativas de los demás. Y era precisamente eso lo que me aterraba.
Cuando llegué, vi su coche estacionado frente a mi edificio. Mi corazón se aceleró al verlo salir del vehículo, su expresión seria y sus ojos buscándome a través de la distancia. Al acercarme, sentí cómo la barrera invisible que había construido en mi mente empezaba a desmoronarse.
—Mia —dijo, su voz suave pero firme—. Necesitamos hablar.
Asentí, incapaz de encontrar palabras que pudieran expresar lo que sentía. Mientras caminábamos hacia el parque cercano, mis pensamientos eran un torbellino. ¿Qué le diría? ¿Podría ser sincera con él sin herirlo, sin herirme a mí misma?
Nos sentamos en una banca, el sonido lejano del tráfico y el murmullo del viento llenaban el silencio entre nosotros. Sentí su mirada fija en mí, esperando. Me obligué a respirar profundamente y finalmente lo miré a los ojos.
—Lucas… estoy confundida —admití, mi voz apenas un susurro—. Todo esto… lo que siento por ti, lo que está pasando con Gabriel… es demasiado.
—¿Gabriel? —La sorpresa en su rostro fue evidente, y su mandíbula se tensó.
—Sí, ha regresado, y no sé qué es lo que quiere. No sé qué es lo que quiero yo. Pero tú… —tragué saliva, tratando de reunir el coraje para ser completamente honesta—. Tú me has hecho cuestionar muchas cosas. Me has hecho ver la vida de una forma diferente, y no sé si eso es algo bueno o si simplemente me estoy dejando llevar por algo que no tiene futuro.
Lucas me miró, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación y dolor. —No te estoy pidiendo que elijas ahora mismo, Mia. Solo quiero que sepas que estoy aquí, sin importar lo que pase. No quiero presionarte, pero tampoco quiero perderte.
Su sinceridad me dejó sin aliento. Las dudas seguían ahí, pero también lo estaba la posibilidad de algo nuevo, algo real. Me di cuenta de que, por más complicado que fuera mi pasado, Lucas había encendido una chispa en mi vida que no estaba lista para apagar.
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Editado: 26.10.2024