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El aire en la habitación estaba cargado de una tensión tan palpable que casi podía sentirla en la piel. Me apoyé contra la mesa de la cocina, mis manos aferrándose al borde mientras trataba de mantener la calma. Lucas estaba allí, mirándome con esos ojos oscuros que siempre parecían ver más allá de lo que yo quería mostrar.
Habíamos pasado la noche cuidando de Mateo y ahora, con él descansando en su habitación, el silencio se había vuelto ensordecedor. Sabía que algo había cambiado entre nosotros, algo que ninguno de los dos parecía capaz de ignorar por más tiempo. Y eso me aterraba.
Lucas dio un paso hacia mí, su expresión era seria, casi dolorosa.
—Mia… —empezó, su voz grave y baja—, no puedo seguir fingiendo que todo esto no me afecta. Tú… tú me importas más de lo que debería.
Mi pecho se apretó al escuchar esas palabras, una mezcla de alivio y miedo se arremolinaba en mi interior. Quería escucharlas, sí, pero también tenía miedo de lo que significaban. Porque si aceptaba que Lucas sentía algo por mí, entonces tendría que enfrentar mis propios sentimientos. Y, para ser honesta, no estaba segura de estar lista para hacerlo.
—Lucas… —murmuré, sin saber muy bien qué decir.
Él se acercó más, cerrando la distancia entre nosotros hasta quedar a solo unos centímetros. Podía sentir el calor de su cuerpo, la intensidad de su mirada quemando cada una de mis barreras.
—Sé que no tiene sentido —continuó, con una nota de frustración en su voz—. Que no debería estar sintiendo esto, que hay demasiadas cosas que nos complican. Pero no puedo evitarlo, Mia. Desde que entraste en mi vida, todo ha cambiado. Tú has cambiado todo.
Sentí un nudo formarse en mi garganta. Había algo en su tono que me hacía querer creerle, algo que me impulsaba a dejarme caer en la calidez de sus palabras. Pero no podía ignorar el miedo que seguía latiendo en mi pecho.
—Lucas, no sé si esto es real —dije, con un hilo de voz—. ¿Y si solo es el momento, si solo es porque todo ha sido tan intenso últimamente? Yo… no quiero que esto sea solo un escape para ti, algo temporal que termine haciéndonos daño a ambos.
Sus ojos se suavizaron al escucharme, y pude ver la vulnerabilidad en ellos. Era la primera vez que lo veía así, tan expuesto, tan humano. Parecía un hombre que no solo estaba luchando contra el mundo, sino también contra sí mismo.
—No es temporal, Mia —replicó, con una firmeza que me sorprendió—. He pasado tanto tiempo tomando decisiones frías, calculadas. Siempre creyendo que sabía lo que quería, lo que necesitaba. Pero entonces llegaste tú y todo dejó de tener sentido, en el mejor de los sentidos.
Estiró una mano, acariciando suavemente mi mejilla. Su toque me hizo cerrar los ojos por un instante, dejándome llevar por la sensación de su piel contra la mía.
—Me hiciste cuestionar cada cosa que he hecho, cada decisión que tomé —confesó, con la voz entrecortada—. Y no voy a mentirte, me asusta tanto como a ti. Pero no puedo seguir pretendiendo que no me importas, que no deseo que estés en mi vida de una manera en la que nunca quise a nadie más.
Abrí los ojos, encontrándome con su mirada sincera. Podía ver el conflicto en él, la lucha interna entre lo que quería y lo que creía que debía hacer. Lo comprendía mejor de lo que él imaginaba, porque yo estaba en la misma situación. Sentía algo por él, algo profundo, pero había demasiadas dudas en mi mente. ¿Qué pasaría si nos equivocábamos? ¿Si esto solo complicaba más nuestras vidas?
—Lucas, tengo miedo —admití, casi en un susurro—. No quiero lastimarte, ni quiero lastimarme a mí misma. Sé que hay algo entre nosotros, pero también hay tanto caos a nuestro alrededor. No sé si sea justo intentarlo cuando ni siquiera puedo garantizarte que…
No terminé la frase. Lucas me tomó las manos, llevándolas a su pecho, donde podía sentir los latidos fuertes y constantes de su corazón.
—No puedo prometerte que todo será perfecto —dijo, su voz volviéndose suave—. Ni siquiera sé si puedo prometerte que no cometeré errores. Pero sí puedo decirte que estoy dispuesto a intentarlo, a estar aquí contigo, a luchar por esto. Porque lo que siento por ti no es algo que haya planeado, y, sin embargo, es lo más real que he sentido en mucho tiempo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharlo. Había tanta honestidad en sus palabras, tanto anhelo en su mirada. Parte de mí quería lanzarse sin pensar, tomar esa mano que él me extendía y dejarme llevar por el momento, olvidarme de todas las preocupaciones. Pero otra parte de mí, la parte herida, la que había sufrido demasiadas veces, no podía evitar preguntarse si sería capaz de soportar otra pérdida.
—Solo necesito tiempo —susurré, apartando la mirada—. Necesito tiempo para entender lo que realmente quiero.
Lucas asintió lentamente, sus dedos apretando los míos con un gesto que era a la vez reconfortante y triste.
—Tómate el tiempo que necesites —respondió, con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Pero quiero que sepas algo, Mia. No voy a rendirme, no voy a alejarme. Estaré aquí, siempre que me necesites.
Nos quedamos así, en ese momento agridulce, llenos de sentimientos sin resolver y promesas hechas con el corazón en la mano. Sabía que Lucas estaba dispuesto a esperar, pero también sabía que no podía hacerlo esperar para siempre. Tendría que encontrar la respuesta dentro de mí, enfrentar mis miedos y decidir si estaba dispuesta a correr el riesgo de amarlo.
Y aunque mi mente seguía llena de dudas, en el fondo, muy en el fondo, una parte de mí ya había tomado una decisión. Solo necesitaba el valor para admitirlo.
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Editado: 26.10.2024