🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌🌌
La ausencia de Mia me estaba desgarrando, mucho más de lo que podría haber imaginado. Cada vez que intentaba concentrarme en la empresa, sentía que estaba tratando de construir un castillo de arena en medio de una tormenta. Todo se desmoronaba y no importaba cuánto esfuerzo pusiera, nada lograba distraerme del vacío que había dejado su partida.
Me sentaba en mi oficina, frente a papeles que deberían preocuparme, con reuniones que demandaban toda mi atención, pero mi mente siempre volvía a ella. La forma en que cerró la puerta esa última vez, con una calma que solo escondía el dolor. Dolía pensar que la había perdido, y más aún, saber que yo mismo lo había causado.
El negocio había tomado un rumbo difícil. Sabía que la empresa estaba al borde del colapso, pero no podía encontrar la motivación para luchar como antes. Cada decisión que tomaba parecía equivocada, y la presión de los socios se intensificaba con cada día que pasaba. Ellos querían respuestas, querían que encontrara una solución, pero todo lo que yo quería era encontrar la forma de enmendar lo que había roto con Mia.
—Lucas, ¿me estás escuchando? —La voz de uno de mis socios, enojada y cargada de frustración, me sacó de mi ensoñación. Estábamos en medio de otra junta en la que apenas podía mantener la fachada de normalidad.
—Sí, claro —respondí automáticamente, aunque sabía que no podía engañar a nadie. Mis pensamientos estaban tan dispersos que probablemente no había escuchado ni la mitad de lo que se había discutido en la última hora.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? Porque la compañía no puede esperar a que te recuperes de lo que sea que te está pasando. Necesitamos acciones, no excusas. —Su mirada era dura, y podía sentir la desaprobación en cada palabra.
El aire en la sala se volvió más pesado. Sentí la tensión en los músculos de mi mandíbula mientras forzaba una respuesta.
—Estoy trabajando en ello —dije, intentando sonar firme, pero incluso a mí me sonó vacío.
La verdad era que la empresa se estaba desmoronando de la misma manera que lo estaba haciendo mi vida personal. Sin Mia, nada parecía tener sentido, y cada día que pasaba sin ella se convertía en un recordatorio doloroso de mi fracaso, no solo como hombre de negocios, sino también como persona. Las noches eran aún peores. Me encontraba solo en mi apartamento, con una copa de whisky que no lograba adormecer la ansiedad. Cerraba los ojos e inevitablemente recordaba su risa, el brillo en sus ojos cuando discutíamos cualquier cosa, desde lo más trivial hasta lo más profundo. Nunca había conocido a alguien que me hiciera cuestionar tanto mis decisiones. Que me hiciera querer ser mejor.
Apoyé la frente en el cristal de la ventana, mirando hacia la ciudad, que parecía tan viva y distante al mismo tiempo. Me preguntaba si ella también me extrañaba, si pensaba en mí aunque fuera un poco, o si ya había decidido borrarme completamente de su vida. Quería creer que todavía había una posibilidad, que podía enmendar las cosas, pero cada vez que lo intentaba, recordaba el dolor en sus ojos cuando le pedí una oportunidad y ella me rechazó. Y la verdad era que no podía culparla. Le fallé, y de la peor forma posible. Había puesto en peligro lo que más importaba para ella.
Volví a mi escritorio y me hundí en la silla, mirando los informes que me esperaban. Las cifras rojas no mentían; si no lograba centrarme, la empresa no sobreviviría al final del trimestre. Pero, ¿cómo centrarme cuando todo lo que realmente quería estaba fuera de mi alcance? Traté de recordar por qué había comenzado en el negocio en primer lugar, cuál había sido el motivo para construirlo todo. Pero ahora, sin Mia, se sentía como si todo mi esfuerzo hubiera perdido su propósito.
Recogí el teléfono y abrí su contacto por enésima vez, sin atreverme a marcar. Tenía miedo de que no me respondiera o, peor aún, de que lo hiciera y me confirmara que ya no había vuelta atrás. Apreté el aparato con tanta fuerza que mis nudillos se volvieron blancos.
"No voy a renunciar a ti, Mia", me dije en voz baja, como si repetirlo pudiera hacer que se volviera cierto. Sabía que tendría que luchar más duro que nunca, no solo por la empresa, sino también por ella. Y aunque no sabía si volvería a abrirme su corazón, estaba dispuesto a intentarlo.
Por primera vez en semanas, sentí una chispa de determinación. No podía seguir hundiéndome en la desesperación. Si quería recuperarla, tendría que demostrarle que estaba dispuesto a cambiar, a ser el hombre que ella merecía.
#2442 en Novela romántica
#107 en Joven Adulto
#superacion#empoderada#feliz, #niño#madresoltera#empresario#empoderada
Editado: 26.10.2024