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Sabía que la calma no duraría. Siempre había una tormenta acechando en los márgenes, esperando el momento perfecto para golpear. Y ese momento había llegado. Desde el instante en que supe que Gravier estaba involucrado, una sensación helada se instaló en mi pecho. Lucas y yo habíamos tenido un breve respiro, un instante donde casi creí que podíamos encontrar algo de normalidad en medio del caos. Pero ahora, todo eso parecía desmoronarse.
Cuando Lucas llegó a mi apartamento aquella noche, sus ojos mostraban una mezcla de furia y desesperación que nunca antes había visto en él. Cerró la puerta con un golpe seco, y sus pasos resonaron en el piso de madera mientras caminaba hacia mí, sus manos apretadas en puños.
—Gravier ha vuelto —dijo, su voz baja y tensa—. Está detrás de todo esto, y su objetivo soy yo… pero no va a dudar en usar a cualquiera para alcanzarme.
El pánico me atravesó, encendiéndome con la urgencia de proteger a los que amaba. Mateo, mis padres… ¿estarían a salvo? Sentí como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo, encendiendo cada uno de mis instintos. Me acerqué a Lucas, mis manos temblorosas tocando su brazo.
—¿Qué vamos a hacer? —susurré, sabiendo que mi pregunta no era tanto una petición de información como una súplica desesperada por alguna certeza en medio de la incertidumbre.
Lucas tomó una respiración profunda, sus ojos fijos en los míos. Podía ver en su mirada que estaba planeando algo, algo que iba más allá de su propia seguridad. Durante semanas había visto cómo se quebraba bajo el peso de sus secretos y las amenazas que acechaban, pero también había visto su lado más protector, el hombre que haría cualquier cosa para mantener a salvo a quienes le importaban. Y en ese momento, supe que no estaba solo en esta lucha.
—Vamos a enfrentarlo juntos —respondió, con una determinación tan feroz que casi me hizo olvidar el miedo—. No voy a dejar que él, o cualquiera, te haga daño. Ni a ti, ni a Mateo. Si Gravier quiere guerra, la tendrá.
Asentí, aunque la sensación de peligro aún ardía en mis venas. Unimos nuestras fuerzas y, por primera vez, me permití confiar plenamente en él. No era solo la atracción, ni siquiera los sentimientos que poco a poco habían ido germinando entre nosotros. Era el hecho de que habíamos llegado a un punto en el que la supervivencia dependía de que ambos confiáramos en el otro con nuestras vidas.
Los días siguientes fueron un torbellino de planes y preparativos. Lucas activó todos sus contactos, movilizó a sus hombres y aseguró cada punto vulnerable que Gravier pudiera usar para llegar a nosotros. Yo, por mi parte, hice todo lo posible por mantener la calma y seguir el plan. Pero cada minuto que pasaba, el peso de la incertidumbre crecía. No sabíamos cuándo ni cómo Gravier lanzaría su ataque final, pero la tensión era casi insoportable.
Finalmente, el golpe llegó. Fue en la madrugada, cuando un ruido ensordecedor rompió el silencio de la noche y las alarmas comenzaron a sonar. El caos se desató en cuestión de segundos. Lucas reaccionó con la precisión de alguien que había anticipado cada posible movimiento. Me tomó de la mano y me llevó fuera del alcance del peligro inmediato, mientras sus hombres repelían a los atacantes.
La lucha era feroz, y el miedo casi me paralizaba. Pero la presencia de Lucas, su voz dándome instrucciones claras, me mantenía firme. Sabía que no podía permitirme caer en la desesperación. No ahora. Teníamos que resistir. Teníamos que ganar.
En medio del conflicto, un momento de calma tensa surgió cuando la figura de Gravier apareció frente a nosotros. Había en su rostro una sonrisa fría, llena de desprecio.
—Siempre supe que te encontraría con las manos atadas, Lucas. Y ahora veo que me lo has hecho más fácil —dijo, su mirada desviándose hacia mí.
Lucas dio un paso al frente, protegiéndome con su cuerpo. La ira se reflejaba en cada línea de su expresión.
—No vas a tocarla —gruñó, su voz baja y cargada de furia contenida—. Si quieres algo, ven por mí.
Gravier no respondió de inmediato, pero el brillo en sus ojos lo dijo todo. El ataque se intensificó. Lucas y yo luchamos juntos, lado a lado. Fue una batalla no solo física, sino también emocional. Cada golpe, cada maniobra, era una afirmación de nuestra determinación de proteger lo que habíamos construido, a pesar de las dudas, el miedo, y las sombras del pasado que amenazaban con destruirnos.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, los hombres de Gravier comenzaron a retirarse. Lucas había logrado defendernos, pero no sin pagar un precio. La fatiga y el dolor eran evidentes en su rostro, pero sus ojos seguían brillando con esa intensidad que me había sostenido en los momentos más oscuros.
Cuando todo terminó, me volví hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas, sintiendo cómo sus brazos me rodeaban con la misma necesidad. La amenaza de Gravier aún no había desaparecido del todo, pero en ese momento, el simple hecho de seguir de pie, juntos, era suficiente.
—Te lo prometí, Mia —murmuró Lucas, su voz ronca por la emoción y el cansancio—. No voy a dejar que nada te aparte de mi lado. Ni a ti, ni a Mateo.
Asentí, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Habíamos sobrevivido a otra batalla, y aunque la guerra no había terminado, sabíamos que juntos éramos más fuertes. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que había un futuro posible... uno que podríamos construir, no solo con amor, sino con la fuerza que habíamos descubierto en nosotros mismos.
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Editado: 26.10.2024