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Las piezas comenzaron a encajar en mi mente como un rompecabezas maldito. No sabía si sentir alivio o rabia. Los últimos meses habían sido un torbellino de amenazas y traiciones, pero nunca pensé que el enemigo estaría tan cerca. Cuando finalmente obtuve el nombre del verdadero responsable, todo se congeló a mi alrededor. Era alguien a quien había confiado parte de mi vida, un rostro que me era familiar, una sombra que siempre se había mantenido al margen... hasta ahora.
El nombre resonaba en mi cabeza con la fuerza de un martillazo. Me volví hacia Mia, que estaba sentada en el borde de la mesa, con el rostro tenso, esperando mi reacción.
—Es él —dije en voz baja, mi voz teñida de una furia contenida—. Es mi antiguo socio, Hugo.
La sorpresa brilló en sus ojos, y por un momento, pareció que iba a decir algo, pero simplemente se quedó en silencio. Su mano buscó la mía, y el contacto me ancló a la realidad. Mia había sido mi refugio en medio del caos, pero ahora estaba tan envuelta en este desastre como yo. Y no podía evitar sentirme responsable por haberla arrastrado hasta aquí.
—Lucas, tienes que enfrentarlo —dijo ella, su voz firme y segura. Había visto crecer su fuerza desde que todo esto empezó, y ahora se había convertido en un pilar para mí.
Asentí, apretando su mano con fuerza. Mi corazón palpitaba con fuerza mientras nos dirigíamos a la reunión que yo mismo había organizado. Era una trampa, pero no para mí. Hugo creía que me tenía acorralado, pero esta vez, el cazador se había convertido en presa.
Cuando llegamos al lugar acordado, un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, la tensión era palpable. Mia se quedó en el coche, como habíamos planeado. Había insistido en acompañarme, pero en el fondo sabía que mantenerla alejada del enfrentamiento directo era la única forma en la que podría concentrarme.
Entré en el edificio con la respiración contenida, mis pasos resonando en el espacio vacío. Allí, en el centro, estaba Hugo, con esa sonrisa arrogante que siempre había detestado. Detrás de él, algunos de sus hombres me miraban con desprecio.
—Lucas, querido amigo —dijo Hugo con tono burlón—. Sabía que tendrías el valor de aparecer. O, al menos, eso quería creer.
—Deja de lado las formalidades —respondí, dando un paso al frente, mis ojos clavados en los suyos—. Sabes perfectamente por qué estoy aquí.
Hugo rió, una risa áspera y sin alegría. No había nada de amistad en él ahora. Solo la ambición y el odio.
—¿De verdad creías que podías construir todo esto sin pagar un precio? —su voz se hizo más fría—. El éxito tiene un costo, Lucas, y tú te negaste a compartirlo.
—¿Eso es todo? —le espeté—. ¿Todo esto por dinero?
Él negó con la cabeza, su mirada se volvió más oscura.
—No es solo dinero. Es poder. Es la humillación de haber sido relegado, mientras tú te llevabas los méritos. La diferencia es que yo no me conformo con migajas.
El sonido de un disparo rompió el aire antes de que pudiera responder. Mis hombres irrumpieron en el almacén, creando el caos. Hugo había traído refuerzos, pero estaba preparado. La confrontación se volvió física en cuestión de segundos. Era una batalla en la que no había vuelta atrás.
En medio del caos, lo vi sacar un arma y apuntar hacia la entrada del almacén. Y en ese instante mi corazón se detuvo, porque detrás de la puerta, oculta, estaba Mia. Ella debía haberse quedado en el coche, pero me conocía demasiado bien como para seguir las reglas.
Corrí hacia ella, moviéndome como si el tiempo se hubiera ralentizado. El disparo resonó, y por un segundo, pensé que había llegado demasiado tarde. Sin embargo, uno de mis hombres logró interponerse, y el disparo falló por poco. Mia salió de su escondite con una determinación que me dejó sin aliento. Se colocó a mi lado, sin importar el peligro.
—Lucas, no voy a dejarte solo en esto —dijo, con la voz firme.
Miré a Hugo y vi la sorpresa en su rostro. No esperaba que ella se presentara, y mucho menos que yo estuviera dispuesto a luchar por algo más que mi propio orgullo.
—Esto se acaba aquí, Hugo —le dije, sintiendo cómo la ira se desbordaba en cada palabra—. Has cruzado todos los límites.
Lo que siguió fue una tormenta de acciones rápidas y decisiones desesperadas. Finalmente, logramos acorralarlo, pero no antes de que él dejara ver sus últimas cartas. Cuando Hugo fue inmovilizado por mis hombres, me acerqué a él, sintiendo el peso de las traiciones y los sacrificios.
—¿Valió la pena? —le pregunté, mi voz baja, casi un susurro.
Él me miró con ojos vacíos, y por un momento, vi el reflejo de un hombre perdido, que había tomado el camino equivocado demasiado tiempo atrás.
—Nunca entenderás, Lucas. Para ti, todo es blanco y negro. Pero en mi mundo, no hay lugar para la lealtad.
Me aparté de él sin decir una palabra más. Lo que hubiera sido antes un triunfo ahora solo dejaba un vacío amargo en mi interior. Volví junto a Mia, que me miraba con preocupación.
—Lo logramos —dijo, tocando mi mejilla con suavidad.
—Lo logramos —repetí, sintiendo el peso de la verdad. Habíamos ganado esta batalla, pero sabíamos que las cicatrices quedarían.
Mientras salíamos del almacén, con la luz de la mañana comenzando a filtrarse por las ventanas rotas, supe que lo único que podría mantenernos a salvo de las sombras era el hecho de que, a pesar de todo, habíamos decidido luchar juntos.
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Editado: 26.10.2024