Bajo el mismo cielo

CAPÍTULO 1

NICOLE

Dos años atrás:

Había escuchado que cambiarse de ciudad nunca es fácil, pero en mi caso fue un alivio. Me liberó de un gran peso y de un trauma que no parecía tener fin. Nací en España, y hasta antes de cumplir los 18, nunca pensé en mudarme. Tras aquellos eventos traumáticos, mi madre y mi hermano decidieron que lo mejor era dejar el país. Querían que me diera una nueva oportunidad para sanar y superar lo ocurrido

Mi hermano, un cirujano reconocido, consiguió con facilidad un traslado laboral a Londres, Inglaterra. Al principio quise oponerme -sabía que la distancia sería enorme-, pero no dije nada- No podía arriesgarme a que mi hermano lo notara. Siempre ha sido como un padre para mí, atento y protector incluso con su apretada agenda en el hospital. Podía leerme como un libro abierto, sobre todo cundo intentaba mentir. Así que, a regañadientes, empecé a hacer las maletas.

Tras varias horas de viaje, llegamos a la casa que mi hermano había comprado. Era un hogar espacioso y cómodo, con un patio amplio, una piscina y un gimnasio -algo indispensable para él-. Mi hermano, atlético y disciplinado, se levanta a las cinco de la mañana para entrenar, excepto cuando tiene cirugías largas. Sigo explorando esta casa y veo que tiene varias habitaciones, se puede sentir un ambiente hogareño y cálido en esta casa, en especial por el jardín de claveles que se encuentran al lado izquierdo de la puerta principal, predominan los colores blanco y azul que le dan un toque un poco formal y no tan frío como pensé que sería.

Mientras exploraba mi nuevo hogar, mi mente regresó a él. El chico de ojos negros que dejé en España. Mi primer amor. La persona que había amado con locura y que todavía ocupaba cada rincón de mi corazón. Sin embargo, separarme de él fue la mejor decisión, aunque también la más dolorosa.

Mis pensamientos se interrumpieron con el grito de mi madre, que me pedía bajar a recibir el equipaje. Obedecí enseguida para evitar sus quejas. Al llegar a la puerta, los chicos de mudanza descargaban nuestras cosas. Uno de ellos llamó mi atención. Aunque llevaba una gorra que ocultaba su rostro, algo en él me resultaba extrañamente familiar y fijarme un poco más pude sentir ese olor tan familiar.

Se tardaron bastante en terminar de bajar todo. Finalmente, cuando terminaron, me acerqué al encargado mientras sacaba el dinero para pagarle.

Disculpe -le digo al encargado- ¿cuál es el nombre de aquel chico? – pregunté, incapaz de contener mi curiosidad-

El encargado sonrío con un deje de sarcasmo, lo que me hizo sonrojar.

- Es mejor que no preguntes por él, pocas veces hace este tipo de trabajos y nos advierte que no debemos dar a conocer su nombre.

La respuesta me dejó inquieta, pero decidí no darle más vueltas. Cuando los chicos se marcharon, subí a mi cuarto y me dejé caer en la cama. Exhausta, caí rápidamente dormida.

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Al siguiente día:

Puedo sentir cómo alguien toca suavemente mi hombro. Me despierto de golpe, sobresaltada:

- ¡Carajo, Lucas! ¿Por qué entras así? -reclamé, fregándome los ojos para despabilarme-

- Enana… -Al escuchar esa palabra, me quedé rígida. Lucas lo notó enseguida- Lo siento, se me olvidó que odias esa palabra.

Resignada, sonreí con esfuerzo. Sabía que no era una palabra exclusiva de “él”.

- Baja a comer, Niki. Mamá ya tiene todo listo, y luego te llevaré a conocer tu nueva universidad

- ¿No tienes una cirugía hoy? -pregunté con curiosidad-

- No, todavía tengo unos días libres antes de empezar oficialmente. Así que levántate y no seas perezosa.

Le sonreí. Siempre estaría agradecida por tener un hermano tan bueno. Después de desayunar, me preparé para ir a la Universidad General de London, una de las universidades más prestigiosas de la ciudad. Lucas insistió en que estudiara allí, y aunque al principio dudé, sabía que era lo mejor para mí. Siempre había querido estudiar psicología para ayudar a otros, tal como mi psicóloga me había ayudado en mi proceso de sanación.

Cuando llegamos, quedé impresionada. La universidad tenía una arquitectura rústica y conservadora que me fascinó. Observé a varios chicos sentados en el césped conversando; estudiando en las bancas; jugando diferentes deportes, realmente era una universidad de ensueño. Mientras Lucas me guiaba por el campus para completar mi inscripción, no podía evitar recordar como él había sido parte de todos mis planes. Mis “grandiosos amigos” también estaban en esos sueños, aunque ahora todo parecía tan lejano. Mi psicóloga siempre me decía que el tiempo cura todas las heridas, pero sabía que tomaría mucho tiempo cerrar las mías.

De repente, me di cuenta que me había alejado demasiado de Lucas. Estaba perdida en un lugar desconocido y sin dinero. Antes de que pudiera reaccionar, sentí un tirón en mi mano: un ladrón había robado mi teléfono. Sin pensarlo dos veces, corrí tras él.




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