ALEXANDER:
Estoy parado frente al café donde todo comenzó. Este lugar se ha vuelto especial para nosotros, y hoy, en nuestra décima cita, me siento muy nervioso, como si fuera la primera vez. Aún faltan minutos para que Niki llegue, así que reviso mi teléfono para distraerme. Sin embargo, mis pensamientos regresan una y otra vez a ella y al collar que traigo en el bolsillo. Este regalo es más que un simple detalle; es mi manera de decirle cuánto significa para mí. En estos dos meses juntos, cada momento ha sido mágico
Recuerdo cómo, en nuestra segunda cita, fuimos a jugar fútbol en el parque cercano a su casa. Verla sonreír mientras pateaba el balín fue una revelación: esa pasión no era solo por el juego, sino por algo que parecía haber dejado atrás. No quiso contarme por qué había dejado de practicarlo, pero se notaba lo mucho que disfrutaba estar en el campo. Luego, nuestras caminatas por Londres, siempre con helados en mano, se convirtieron en una rutina encantadora. Niki tiene la adorable costumbre de tomar de mi helado sin darse cuenta, algo que encuentro entrañable y gracioso.
En las citas que siguieron, también descubrí otros aspectos de ella que me cautivaron. Su amor por los libros y su conocimiento sobre arte me sorprendieron en los museos que visitamos juntos. Con ella, las conversaciones fluyen con naturalidad; nunca hay silencios incómodos ni temas “prohibidos”. De alguna manera, siempre encuentro algo nuevo que amar de Niki.
Mi teléfono vibra en mis manos, pero no logro concentrarme en lo que leo. De repente, siento un suave toque en mi hombro. Es Niki. Me doy la vuelta y, sin querer, doy un pequeño salto, lo que la hace reír.
― Hola, Alex ―me saluda con esa voz dulce que siempre logra calmar mis nervios.
― Hola, bonita ―respondo, sin atreverme a acercarme demasiado. Aún tengo presente la vez que intenté tomar su mano por impulso y su reacción me detuvo. Estiro el ramo de claveles que traje para ella― Esto es para ti.
― ¡Son hermosas, Alex! ―exclama emocionada. Su alegría ilumina su rostro― Y son mis favoritas.
― Lo sé, bonita ―respondo con una sonrisa. Por su puesto que lo sabía; si hay algo que Niki ama tanto como sus libros y las fresas, son los claveles.
Entramos al café, y la misma camarera que nos atendió en nuestra primera cita nos tomo la orden. Ella pide un batido de fresa; yo, mi infaltable café. Mientras esperamos, Niki comienza a hablar sobre su hermano, sobre cómo su mamá se preocupa porque trabaja demasiado y no descansa lo suficiente. Me pierdo por un momento en la forma en que habla, en cómo sus palabras fluyen con esa mezcla de gracia y pasión.
Luego cambia de tema y comienza a narrarme la trama de un libro que acaba de empezar. Es adorable cómo se enoja con la autora por el contenido del libro. Me hace reír, pero también me maravilla cómo su mente siempre parece estar creando historias propias. Cuando me pregunta por mis entrenamientos, le cuento sobre un incidente reciente: Cristian, se peleó con otro chico por defenderme. Ella frunce el ceño, visiblemente molesta porque no le conté que me habían agredido. Su preocupación es tan genuina que no puedo evitar soltar una risa. Por su puesto, eso solo la hacer enojar más, y ver sus mejillas hinchadas de indignación es tan gracioso como encantador.
El momento que he estado esperando finalmente llega. Saco la pequeña caja del bolsillo y se la entrego.
― Niki, te tengo otro regalo.
Ella la abre, y sus ojos se iluminan al ver el collar como el dije de fresa. Es un detalle sencillo, pero significativo.
― Alex, es tan lindo. En serio, me encantó ―dice mientras lo saca suavemente de la caja.
Quiero ponérselo, pero no quiero invadir su espacio sin permiso. En lugar de eso, la observo mientras se lo coloca ella misma. En ese momento, algo cambia en su expresión. Sus ojos brillan con lágrimas contenidas, y mi corazón se acelera.
― Bonita, no tienes por qué llorar ―le digo con suavidad, pasándole un pañuelo― Es algo bonito que quise hacer por ti.
Ella sonríe entre lágrimas y en ese momento me atrevo a hablar.
― ¿Puedo preguntarte algo?
Ella asiente, limpiándose las lágrimas.
― ¿Por qué eres tan precavida con las personas? ―mi voz es baja, temiendo incomodarla ― No lo tomes a mal, solo quiero conocerte mejor.
― ¿Te parece si caminamos un poco mientras te cuento?
Salimos del café y comenzamos a andar hacia su casa. Ella guarda silencio por unos minutos, y puedo notar la lucho interna en su expresión. Finalmente, empieza a hablar.
― Bueno, Alex, es una historia larga que voy a resumir ―dice con una sonrisa amarga― En España conocí a un chico al que amé mucho, Pero nuestra relación fue tóxica… y no lo digo por sonar dramática. Mi hermano tuvo que intervenir para que no me golpeara.
Sus palabras me golpean como un puñetazo. No puedo imaginar a Niki siendo maltratada por nadie. Intento mantener la calma mientras ella sigue.
― Luego me engañó con mi mejor amiga. Todos los sabía, pero nadie me lo dijo. Me sentí la burla de la secundaria.
La rabia hierve en mi interior, pero me obligo a escucharla sin interrumpir. La vulnerabilidad en su voz me parte el corazón.
#5082 en Novela romántica
#1444 en Chick lit
amor verdadero, primer amor, dolor depresion angustia amor esperanza
Editado: 09.01.2025